Capítulo 11: Sola

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¿Qué fue lo que hiciste?—Preguntó afectada. Sus ojos esmeraldas se empañaron con las lágrimas no derramadas, su rostro juvenil marcado por el terror y la decepción.

El templo de su padre ardía intensamente al fondo de la montaña, destruido en pedazos y convirtiéndose en cenizas de nada. Rey tuvo miedo, respiró ahogándose en los temblores de su pecho y tragó saliva en un intento por serenar su propio cuerpo. Ben la miró con ojos encendidos por la rabia, una mirada única para un chico que había sido dulce durante toda su maldita vida.

—Me atacó, Rey.—Sollozó. Sus manos manchadas de sangre intentaron alcanzarla, pero ella fue más rápida retrocediendo. Ben se quebró cuando sintió el rechazo de la única persona que le quedaba.—Por favor.

—¿Por... qué los... mataste, Ben?—Ella tembló, la dulce voz falló en la interrogante y se cargó con un tono de ira voraz.—¿¡Por qué los mataste!?... ¡Contéstame!

Su mellizo retrocedió. Negó ferviamente con la cabeza y apretó sus carnosos labios en una línea fina. Rey sintió la angustia, la culpa, el dolor y el odio recorriendo cada fibra de su ser, los pocos segundos le mostraron que los sentimientos eran provenientes de su compañero en la fuerza. El chico estaba tan fuera de control, como Rey estaba confundida. El vínculo en la fuerza vibró entre los dos, arrastrándose en un hilo invisible que los unía a través del caos del pequeño planeta. Nunca había sentido tanto asco de sí misma, nunca había sentido que la ira la llevara a una cueva tan oscura como la presencia natural de su hermano. Ella no estaba preparada para sentir la oscuridad de la fuerza en su contraparte, no estaba lista para enfrentar a Ben convertido al lado oscuro. 

—Déjame mostrarte.—Le rogó Ben, acercándose con la mano derecha extendida en su dirección y las pupilas tan dilatadas como un animal salvaje a punto de cazar. El color vino adornaba las iris de sus ojos, símbolo claro de su descenso en el alquitrán de la fuerza.

Rey temió, nunca había visto a su hermano en ese estado. El polo de su vínculo se sentía tan frío y lejano que casi juró que se filtraba en los poros de su piel. Sea lo que fuere, no había una razón para cometer genocidio, Ben no tenía el derecho de arrebatar las vidas de los cuatro cuerpos masacrados en el suelo. Nadie tenía el derecho de arrebatar una vida y contra todos sus principios, el asesinato y la pasión eran acciones tan alejadas de la enseñanza jedi.

Hubiera sido lo correcto correr, alejarse del monstruo que la miraba expectante con su mano ofrecida. Cualquier cosa hubiese sido mejor si confiaba en su instinto, pero... no obstante, el amor y la lealtad a su hermano gemelo la hizo tomar su decisión. Ben suspiró aliviado cuando ella tocó su mano; se concentró profundamente en transmitirle los hechos y observó dubitativo hasta que los ojos verdes lo miraron impactada.

𝐄𝐑𝐀𝐕𝐀𝐍𝐀 | 𝐑𝐄𝐘𝐋𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora