Capítulo 17: Sufrir

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Rey da un sobresalto violento, su brazo golpea el piso con fuerza, enviando un dolor punzante hasta su hombro. Ella jadea, el corazón le late dolorosamente en el pecho, sus ojos se agrandan cuando ve la carne que voló desde su espalda hasta las fibras duras del látigo.

Lucha por sentarse, los ojos cerrados con fuerza mientras la habitación gira a su alrededor. Apenas ha dormido la noche anterior, dando vueltas y vueltas por el frío y la falta de aliento de la oscuridad presionándola desde todos los ángulos. Cuando se durmió, sus sueños se arremolinaron como pesadillas oscuras, culminando en la que estaba tratando desesperadamente de no pensar ahora, porque puede sentir que sus vías respiratorias se cierran y su piel se tensa debido al tremendo cansancio.

Se obliga a pararse, usando el báculo dorado que Kylo le lanzó después de su alboroto, lo toma como apoyo mientras recupera el aliento por la acción innecesaria. El corazón le da un vuelco y trata de pasar saliva por la sequedad de la garganta. Le está empezando a doler la cabeza. Ella necesita agua. 

Rey sube la vista y luego se detiene, dándose cuenta de que Kylo Ren sigue allí. ¿Cuándo va a marcharse? ¿Está soñando todavía? ¿Es esto parte de su pesadilla?

Ren sostiene el mango del látigo que golpeó su espalda y que segundos más tarde arroja a sus pies. Ella no se ha atrevido a golpearlo; su naturaleza, su nobleza y empatía no se lo permite... a pesar de todo.

—Aquí.—Gruñe su gemelo.—Tienes que regresar a esto.

Rey mira hacia abajo. Tiene sangre de nuevo. Su ritmo cardíaco se acelera, el sudor frío resbala por sus sienes hasta debajo del mentón. Si hubiese sabido antes que el entrenamiento con la guardia del Ren es tan rigurosa, no lo hubiese pedido nunca.

Pero ya es muy tarde. 

La autoflagelación no es una opción para ella. Jamás podría hacerse daño, no cuando toda una vida ha luchado para mantenerse a salvo. Ella es una sobreviviente, no una suicida, no una psicópata loca como lo es Kylo Ren, y le duele. Le duele lastimar a los demás, le duele saber que para su gemelo la empatía y el cariño no existe en su vocabulario y que tampoco le importa lo que pueda pasarle. Por cada día que pasa, por cada momento en que lo conoce mejor, se da cuenta de que está tan perdido y que su relación probablemente nunca fue buena. Ella está en conflicto, ¿Puede detener ese entrenamiento si se desmaya? ¿Si sucumbe a su cansancio y debilidad? Pero una parte de ella le dice que para poder defenderse, para poder adaptarse a ese entorno es necesario dominar la fuerza a su antojo, no importa si es la fuerza oscura, no importa si le cuesta un horror llegar a ese punto.

Por eso se levanta nuevamente y arrodillada en el suelo mira el mango del látigo con resentimiento. No puede tocarlo.

—Tómalo.—Sigue insistiendo Ren. Ofrece el artefacto con la mano extendida, pero inmediatamente ella niega con la cabeza. No es lo suficientemente fuerte para lastimar así. No así.

—No.

—Entonces seguiré yo hasta que decidas hacerlo.

Rey cierra los ojos cuando ve el brazo derecho ajeno elevarse por encima de su cabeza. Espera el golpe y no se hace esperar mucho. La tira de cuero rasga desde su hombro hasta sus lumbares, sintiendo simultáneamente el ardor y la carne levantarse como escamas de piel vieja. Grita, un berrido moribundo y las palmas de su mano apoyándose en el piso, casi da un sollozo cuando distingue el pedazo de carne propia en su índice izquierdo. En algún momento de su sufrimiento metió las manos como mecanismo de defensa, pero eso sólo provocó que sus dedos se lastimaran de la misma forma que su espalda hecha un desorden sanguinolento.

—Ya basta...—Llora. ¿Cuántas veces le ha llorado a Ren? Él nunca le ha mostrado una pizca de compasión, nunca le ha palmeado la cabeza, ni la ha animado después de un día duro. Le ha llorado más a él en unos días de lo que ha llorado en seis años de pobreza.

𝐄𝐑𝐀𝐕𝐀𝐍𝐀 | 𝐑𝐄𝐘𝐋𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora