Capítulo 14: Culpa

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Rey no se siente bien.

El dolor de su carne se extiende por cada espacio de su ser y quema en los recovecos más profundos. La parte más baja e íntima de su cuerpo arde como brasas a flor de piel, le duele tanto los músculos de su zona baja que sabe que difícilmente se pondrá de pie. Está agazapada en el filo de la gran cama oscura, sollozando las últimas lágrimas que le quedan. Se siente sucia, se siente horrible, pero sobre todas las cosas se siente culpable por las emociones que percibió durante el maltrato hecho por su hermano.

Porque le dio placer.

Se sintió bien cuando asquerosamente se vació en ella y su columna vertebral se perdió en el filo de sus menudos huesos. Quería llorar de la impotencia, encerrarse en una burbuja de duracero y no salir jamás a ese tormento. Al mismo tiempo quería partirle la cara; romper cada maldito hueso de su cuerpo y borrarle la sonrisa pretenciosa que seguramente portaba bajo su máscara. Pero no podía hacer nada en contra de su instinto más primitivo, porque sintió el placer del sexo, el requemón del orgasmo que se potencializó como una enfermedad en plena fase aguda. Supo entonces que sentía por los dos y que podían experimentar por su propia cuenta el orgasmo del otro. Se odio por eso, porque a pesar de que debía aborrecerlo con todo su maldito ser, no pudo. Ciertamente no podía. 

El aire de la nave se vuelve incluso más gélido cuando Ren se retira de encima. Él le lanza la delgada sábana sobre su cuerpo, posiblemente sabiendo que tiene mucho frío. De alguna forma están conectados tan íntimamente que las necesidades y los sentimientos del contrario son palpables a percepción. Ella no se cubre con la manta que le ha lanzado sobre el cuerpo, se pone de pie con las piernas temblorosas y siente que el estómago se le revuelve como un remolino antes de que vacíe el contenido en el suelo. El líquido amarillo patoso sale de su boca como corriente de río y el agrio sabor le cala en la lengua. La arcada la hace aspirar el aire con los pulmones debilitados, tratando de no ahogarse con el vómito que le escurre de la nariz.

Ren ha detenido su marcha por el enorme espacio de la habitación y se gira para mirar el desorden que ha provocado. Está casi segura que pone una mueca asqueada cuando ve el líquido de sus entrañas y una parte vengativa de ella se siente bien por ese hecho.

—Ve a la ducha.

Su tono de voz demandante ni siquiera varía con el modificador de la máscara. La luz tenue reflejada en su yelmo es un detalle más siniestro del lujo que posee la primera orden. En sí, la armadura de Kylo Ren.—Señor todo poderoso del nuevo imperio.—Es un aditamento tan moderna y oscura como su presencia merece. Rey no va a la ducha de inmediato, se queda con la mirada prendida en el casco de su hermano, temblando aún por los espasmos en su tórax. No tiene ánimos de entablar una conversación, de hecho lo único que siente son las ganas inamovibles de partirle el cuello al muy hijo de puta, ahogarlo con la fuerza o con lo que sea que esté a su disposición. Su ceño se frunce marcando las ligeras líneas de expresión de una treintañera.

—¿Qué?—Pregunta él.—¿Me odias?

Rey tiene tantas descripciones para la clase de sentimientos que tiene por él, todas y cada una de ellas son negativas, por supuesto. El odio no es algo a lo que esté acostumbrada a sentir, de hecho no tiene memoria de haberlo experimentado nunca, ni siquiera sabe si sea odio. Pero el antojo de quebrarle la cabeza contra el tubo de la ducha es tan intenso como la necesidad de respirar.

Odiarte sería darte mucha importancia.

Y aunque sólo piensa en esa frase con fervor, la risa histriónica de Kylo Ren se alza burlesca sobre el aire antes de que abra las compuertas de la habitación y de paso a los droides de servicio. El astromecánico negro y cromo bailotea por el suelo, haciendo que Rey recuerde a BB8. Desde que fue atrapada por la primera orden no ha sabido nada de su pequeño droide y debe admitir que está preocupada por su paradero. Ni siquiera tiene idea de cuánto tiempo ha pasado desde que Kylo Ren la trajo de Jakku, su sentido de la noción tiempo-espacial ha decaído tanto desde que tuvo el primer encuentro en la fuerza con su hermano. No, ese monstruo no es mi hermano. Ella se regaña mentalmente y con sumo cuidado se pone de pie para dirigirse a la puerta de la ducha. Ya se ha comenzado a acostumbrar al lujo de la primera orden; a los pisos fríos y pristínos, los enormes ventanales al espacio y los artefactos raros con usos exageradamente ridículos. Ella se apoya en el tubo de duracero que tiene la ducha ante el primer mareo, respirando bocanadas de aire y sintiéndose tan sucia como la mierda. Nunca ha sido una quejica, en el deshuesadero de Bracca jamás se quejó del daño físico que recibió por su labor, pero ahora está tan agotada física como mentalmente que teme caer de culo al suelo. Abre la regadera sónica y deja que el aire caliente le consuma la piel, siente tanto placer por unos instantes hasta que el agua se abre y la baña al completo de líquido.

𝐄𝐑𝐀𝐕𝐀𝐍𝐀 | 𝐑𝐄𝐘𝐋𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora