Capítulo 13: Regodeo insoportable

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-¡Bienvenidos a la inauguración de mi tienda de mecánica! Es para mí un verdadero placer veros a todos y a cada uno de vosotros aquí conmigo en un momento tan importante y esencial para mí, de veras lo agradezco. Espero de veras que este pequeño negocio pueda coexistir con los demás del pueblo y que sea próspero. Muchas gracias-Clarck bajó de la pequeña tarima en la que había pronunciado su pequeño pero significativo discurso, al menos seguro que eso es lo que pensaba él sobre sus palabras. Vi que saludaba a un par de amigos y después se dirigía hacia Jackson y yo con su barbilla erguida, cómo lo estaba disfrutando.-¡______! No sabes cómo me alegro de que hayas podido venir-exclamó, como siempre, dándome un abrazo más largo de lo necesario.

-A mí igual me alegra estar aquí Clarck-por fin me soltaba.

-Jackson, no te esperaba por aquí-le tendió la mano a mi acompañante con un semblante divertido y jocoso pero realmente no le había hecho demasiada gracia que viniera, de eso estoy segura.

-Quería darte una pequeña sorpresa. Además, cómo perderme este gran acontecimiento-claro que Jackson no se quedaba corto en la hipocresía.

-¡Clarck!-gracias a Dios alguien le llamó, obligándole a dejarnos.

-Mira que le gusta ser el centro de atención-Jackson habló justo antes de que sus ojos se pusieran como platos al ver la bandeja de los canapés pasar por delante de él, cogió dos o tres.

-Ha sido así siempre, solo que cuando era más pequeño aún se hacía un tanto soportable, ahora su regodeo es totalmente aborrecible.

~

Si nos quedamos más rato en la inauguración fue porque Maica vino y habló con nosotros, sobre todo conmigo, y más le valía, por lo visto, habían pasado muchas cosas con ese moreno que tenía que contarme.

            Entre tanto y tanto, tanto a Jackson como a mí, nos habían caído unas cuantas copas de champán. Por lo visto ninguno de los dos aguantábamos demasiado bien el alcohol. Tampoco se podría decir que íbamos ebrios pero… sí algo afectados, risa tonta, algún tropezón… nada serio, o eso creía yo.

            Cuando llegamos a casa, a las nueve de la noche, fui directamente a la cocina, tenía hambre, bastante, digamos que esos canapés no llenan demasiado, por no decir nada.

Me senté en uno de los taburetes y sostuve mi cabeza entre mis manos, estaba algo mareada.

-No deberíamos haber pasado de la cuarta copa…-dijo Jackson entrando en la cocina con una sonrisa divertida.

-Voy a matar a ese camarero… dijo que era un champán suave-desde luego nos había metido una bola no demasiado pequeña el muy mentiroso- y tú me indujiste a seguir bebiendo.

-Oh claro, fue culpa mía.

-Sí-me levanté y puesto que para ir a dejar el vaso tenía que pasar por su lado, aproveché para propinarle un pequeño golpe.

-También podrías haberte negado-¿mi respuesta? Otro golpe-Te aficionas rápido ¿eh?-sí, de nuevo otro golpe-¿Vas a parar?-preguntó riendo. Mi intención era propinarle uno nuevamente, pero mis muñecas se vieron agarradas por sus manos y mi cuerpo quedó verdaderamente pegado al suyo. Alcé mi mirada para encontrarme con sus penetrantes ojos verdes mirándome fijamente, cosa que me puso nerviosa enseguida. No es normal, uno no debe sentir estas cosas cuando está con su supuesto hermanastro, pero yo lo siento, y sé que está mal.

            Antes de que me dé cuenta nos estamos besando, sus manos están en mi cintura, impidiendo que me aleje de él, pero mis manos están en su pecho, para después subir a su cuello y su rostro.

            Nos separamos y le miro a los ojos, los efectos del alcohol se me han pasado de golpe, sin que ninguno de los dos diga nada salgo corriendo escaleras arriba.

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