El mercadillo del tercer Domingo de cada mes, como lo había echado de menos. Jamás las frutas me habían parecido estar llenas de colores tan vivos como hasta ahora. Cogí una de las manzanas y la llevé hasta mi nariz, incluso todo olía mejor aquí.
-Nos alegra tenerte por aquí de nuevo ______-me dijo la tendera del puesto de frutas, la señora García, una mujer latinoamericana que había llegado al pueblo junto con el hombre que la había enamorado en uno de sus viajes, natal de este pueblo.
-Para mí también es una alegría haber vuelto-dije con una enorme sonrisa. No es por presumir, ni porque sea mi pequeño pueblo natal, pero nada, absolutamente nada, ningún solo lugar, puede compararse a Daylesford y a su gente.
Después de comprar todo tipo de víveres en el mercadillo salimos de la plaza donde estaba ubicado y nos encaminamos hacia las tiendecitas del pueblo que, evidentemente, llevaba bastante tiempo sin visitar. Pasamos por una pastelería de la que tenía muy buenos recuerdos, cuando era pequeña, todos los Domingos, después de misa, venía aquí con mi padre y mi madre a comernos un rico trozo de tarta de manzana con crema, me hacía especial ilusión saber que seguía abierta a pesar del tiempo, si ésta cerrara, sería como quitarme un pequeño trozo de mí.
-¿Me esperas? Quiero entrar un momento aquí-dije señalando con el pulgar la puerta de la tienda.
-¿Tarta de manzana con crema?-preguntó la rubia, yo simplemente sonreí.
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La rubia se encontraba apoyada en el margen de la pared del establecimiento, que hacía esquina, cuando notó como una mano le cogía del brazo y la arrastraba hacia la otra bocacalle.
La intención de la joven primeramente fue chillar, pero las ganas se esfumaron en cuanto vio como esos ojos oscuros casi la devoraban, ese detalle le dejó sin habla.
-Hola-el tono coqueto y despreocupado del chico no hizo más que agravar la situación de mudismo de la chica- Maica ¿verdad?-ella solo pudo asentir con la cabeza- no muerdo eh…-al ver que ella no contestaba, pues estaba muy poco acostumbrada a estas situaciones, siguió hablando- siento no haberme acercado a ti antes pero… estaba tanteando el terreno, ya sabes, no le caigo muy bien a tu padre… no quería arriesgarme a que me pillaran.
-¿Por qué?- y por fin consiguió articular palabra.
-Si tu padre me ve contigo, créeme, será la última vez que logres verme, y ninguno de los dos queremos eso ¿Verdad?-desde luego la rubia no quería eso y el rubor en sus mejillas lo denotó- eso pensaba… espero que no te importe seguir viéndome a tu alrededor-la vista del moreno se alejó un segundo de los grisáceos ojos de la chica, para luego volver a fijarse en ellos- será mejor que te deje, tu amiga está a punto de salir- se alejó de la rubia, el pecho de la cual, subía y bajaba como loco, a los tres pasos, se giró hacia ella- por cierto, soy Taylor, Taylor Lautner-ella abrió los ojos al escuchar su apellido, ahora sí lo entendía todo.
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Estaba deseosa de enseñarle a mi padre la tarta que había comprado, estaba segurísima de que le haría muchísima ilusión. Metí la llave en la cerradura de la puerta de casa y entré, rápidamente me dirigí a la cocina.
-¡Papá, tengo una sorpresa para ti!-fui colocando las cosas hasta que escuché a alguien tras de mí, me giré y me encontré con mi padre y con Katie. Perdón ¿Cuándo había llamado yo al Joker? La miré con fastidio.
-¿Qué es cielo?-preguntó acercándose a mí. Saqué de la bolsa la bandeja plateada con el trozo de pastel, él lo miró con una enorme sonrisa para después besar mi mejilla.
-Ui, no, no…-escuché su voz y la miré peor aún- ¿Pastel? Benjamin sabes que no deberías… tienes que cuidar tu salud, no dejaré que comas porquerías- podía pasar que tratara de ser la enfermera personal de mi padre, pero no eso último.
-Perdona, esto no es ninguna porquería, es algo importante para mi padre y para mí. Te agradecería que no volvieras a llamarlo de esa manera-apreté la bandeja en mis manos mientras mi mandíbula se tensaba, me había molestado, mucho.
-¿Alguien ha dicho pastel?-dijo Jackson apareciendo por la puerta.
-Sí, es todo tuyo- intentando disimular las lágrimas en los ojos, casi lancé la bandeja en la mesa de la cocina para después salir de allí de mala manera.
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Me encontraba tirada en mi cama, seguía disgustada, pero por lo menos ahora no estaba llorando. Escuché varios golpes en mi puerta y después cómo se abría, solo una persona haría eso con confianza. Me giré y ahí estaba mi padre, con un plato en la mano, el cual contenía varios trozos de aquel pastel.
-Nadie me quita estos momentos con mi niña-dijo sonriente antes de sentarse en mi cama y besar mi cabeza. Ambos cogimos un pequeño trozo de aquel pastel y le dimos el primer mordisco sin poder reprimir una sonrisa.
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Suddenly
Roman d'amourLa familia Sinclair había vivido siempre en el pequeño pueblo Australiano Daylesford, allí eran una importante familia a cargo de importantes asuntos del pueblo. Todo parecía feliz y próspero para la familia hasta que Julie Sinclair murió en un acci...