Capítulo 25

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Existía un toque específico que Taehyung nunca había experimentado antes de ser mimado en cada toque de Jungkook. Nunca tocó ni fue tocado por alguien como en ese momento el pelinegro lo rozaba como si una flor fuera a brotar de las caricias propiciadas a su cuerpo.

No se quejaba, no le importunaban esa delicadeza mezclada con añoranza y rara posesividad sutil que aquellos labios y dedos iban marcando. Solo le resultaba curioso como defería la imagen que portaba a cada momento con esa de la que ya había sido testigo más de una vez.

Cuando lo vio por primera vez en aquella subasta lucía como un hombre extremadamente adinerado pero desinteresado, frívolo, arrogante y vanidoso que estaba acostumbrada a siempre salirse con la suya. Ya fuera en los negocios o en su vida personal esa era la vibra que transmitía.

La forma en que le colocó el contrato y se expresaba le decía a una parte de él que lo matase por insufrible pero la otra, esa que ignoró o de la que quizás no se percató, se quedó desde ese primer encuentro embaucado por un encanto que solo Jungkook desprendía, encanto que lo encantó.

Su cuerpo se estremeció al sentirlo comenzar con una exquisita felación que tensaba tanto como relajaba cada parte de él. Es como si en cada succión absorbiera toda su vitalidad y energía, mismas que eran regresadas cuando su miembro volvía a ser engullido.

En ese sofá en el medio de un bosque desconocido, en una cabaña de madera pero extremadamente moderna, acogedora y habitable en su interior, estaba una vez más en brazos del hombre que amaba. Ese hombre que a cada momento elevaba su mirada para constatar que se sintiera bien.

— ¿Te gusta? — Preguntó el mayor retomando el aire perdido segundos atrás notando los cambios en el rostro contrario, enamorándose una vez más.

La forma en la que Taehyung fruncía su ceño, relamía para luego morder sus labios con fuerza y lascivia como si quisiera canalizar todo lo que sentía en esa mordida. Hizo el ademán de volver a preguntar pero en sus cabellos se ciñeron unos dígitos voluntariosos que lo obligaron a continuar con su tarea.

Con una mano el rubio buscó apoyo en el respaldo del sofá sin liberar a quien con su lengua lo enrollaba mientras elevaba sus caderas y sin cohibiciones golpeaba el fondo de su garganta hasta explotar en el más avasallador orgasmo. Sus piernas se tensaron tanto que sus músculos se resintieron, temblando incluso un poco cuando buscaba sentarse nuevamente.

Ciñéndose con mayor ahínco tiró de las azabaches hebras para colisionar sus bocas tomando por sorpresa a un Jungkook que sonreía entre besos, aferrando sus brazos a la desnuda cintura.

— No creía que tuvieras tanto deseo de saborearte a ti mismo. — Bromeó besando su cuello. — ¿Te gustó tanto como a mí?

— No hay semen delicioso.

— El mío lo es. — Rebatió el pelinegro enarcando una ceja. — ¿Quieres probar?

— Me vas a decir que sabe a vainilla, a menta o a mantecado, ¿no? ¿Qué gano si no me gusta? — Le siguió el juego el menor, sonriendo contento por ser capaz de estar viviendo ese momento.

— ¿Para qué pensar en algo que no va a suceder?

— Uy... ¡Cuánta confianza desborda el señor! — Exclamó riendo, agitando sus párpados con rapidez mientras el contrario se unía a su risa. — ¿Qué es- h-haciend?

Sus palabras distorsionadas sin terminar a causa de los dedos en su boca quedaron en un segundo plano cuando se percató de la batalla que el pelinegro estaba librando para terminar de quitarse el pantalón de su pijama. Entendiendo sus designios le entregó su boca y ofreció sus manos para ayudarlo a desvestirlo, notando no solo que estaba erecto, sino que la ropa interior brillaba por su ausencia.

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