Apenas se abrieron las puertas, Derek bajó del ascensor y presionó varios interruptores en la entrada del departamento.
—¿Quieres tomar algo? —me preguntó entrando a la cocina.
—No, gracias —respondí mientras me adentraba en el salón intercalando el peso de mi cuerpo de pisada en pisada.
Dejó el saco que traía en una mano sobre la isla y abrió la nevera plateada de dos puertas. Sacó una botella de agua y la cerró. ¿No iba a agarrar algo para ponerse en la cara? Aunque no parecía afectado por los golpes de Damién, hubiese sido ideal que desinflame las heridas.
—Ponte cómoda, no tienes que quedarte ahí parada —dijo antes de tomar un sorbo. Detuve el juego ansioso de mis dedos y le dediqué una sonrisa forzada repleta de incomodidad. —Me doy una ducha y regreso. —Subió por las escaleras con esa seguridad que lo caracterizaba.
Tomé asiento en uno de los sofás dándole la espalda al ventanal. ¿Y ahora qué se suponía que debía hacer? Podría husmear un poco, eso me distraería, pero no sería correcto. ¿Solo un poco?
«No, Ava, no puedes».
Suspiré lentamente esperando eliminar la ansiedad de mi cuerpo. Esperaría a Derek aquí sentada como una invitada normal, llamaríamos a Liv, y ella llegaría en un par de horas a más tardar.
Listo.
No lo soporté y, después de diez minutos jugueteando con mis zapatos, me levanté del sofá y caminé al ventanal. El piso no quedaba en el último nivel del edificio, pero igual se podía ver gran parte de la ciudad. Era alucinante pensar que cada una de las ventanas iluminadas suponía a alguien que tenía una vida propia, que sufría de sus problemas y vivía experiencias únicas.
Pensé en Polo de inmediato, de qué hablaron con Damién, si seguía con él o estaba en su casa. Uff, a mi imaginación se le ocurrieron un millón de respuestas y escenarios. Restregué mi cara con las manos para hacer desaparecer esa preocupación; Damién no le haría nada, no a él.
Si tan solo pudiese mandarle un mensaje y asegurarme, pero el condenado móvil tenía que apagarse. Eso me pasaba por descuidada, sabía que debía llevar el cargador conmigo siempre, en especial porque el portal era extraño y casi nadie tenía el mismo, pero ese día no pude porque no llevé bolso, misma razón por la que quedé fuera de mi piso. Perfecto, definitivamente el día iba de mal en peor.
Empecé a reír por la ironía de la situación.
—¿De qué te ríes? —Derek preguntó al pie de la escalera.
Vi su reflejo en la ventana y volteé a verlo sorprendida, no lo había escuchado bajar... y qué bueno que lo vi. Traía una camiseta blanca, pantalones negros y el cabello mojado. No entendía cómo recién salido de la ducha y después de una pelea con el engendro, se le veía tan atractivo. No podía ser natural.
—No, nada —dije mordiéndome el labio intentando contener otra carcajada. Encogió los ojos y me observó divertido.
—De acuerdo...
Apoyó su espalda en la baranda de la escalera y cruzó los brazos haciendo que se marcaran más sus músculos. Madre mía.
—Llamé a Liv.
—Genial, ¿cuándo llega? —Me senté en el brazo del sofá.
—Se va a quedar en casa de sus padres esta noche —contó.
—Ah... bueno. —Posé mis manos en mis rodillas para levantarme.
—¿A dónde vas? —Dejó de apoyarse y se acercó unos pasos.
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ALBA © [Disponible en físico]
Romance¡YA EN LIBRERÍAS! [Esta versión es un borrador] Ella no sabe conducir, él es un corredor profesional. Ella no confía en nadie, él no puede permitirse perder la confianza en sí mismo. Ella odia las mentiras, él es experto en ellas. Lucen distintos, p...