Capítulo 12

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**Una nueva expresión. Che palle (se pronuncia ke pale, de verdad, no es broma) que significa qué jodido o qué molestia.

Maldita sea.

Me apresuré en salir por el camino de piedras por el que habíamos entrado Polo y yo hacía tan solo unas horas. No podía permitir que entrara e hiciera un escándalo en la casa de Liv, pero, ¿cómo supo que estaba ahí? Peor todavía, ¿cómo sabía la dirección de ese lugar?

Me escabullí entre los invitados, pero, para mi suerte, todos estaban en el jardín dejándonos a solas en la parte principal de la mansión. Nótese el sarcasmo.

Tenía el cabello muy revuelto, como si se hubiese pasado las manos mil veces por la angustia... o el enfado. Tenía unos shorts y una camiseta sin mangas de ejercicio sudados. ¿Habría corrido hasta aquí? Caminaba de un lado a otro como un animal enjaulado moviendo las manos y apretando los puños con la mirada en el piso, parecía exasperado.

—Damién, ¿qué coño haces aquí? —dije acercándome a él.

Levantó el rostro y me asusté de inmediato. Sus ojos parecían querer matar con la mirada, y que sería capaz, y las marcas en su ceño mostraban que le ardía la sangre.

—¿Por qué crees, princesa? —escupió las palabras como si las hubiese contenido por horas. Aquel apodo, con el cual me llamó mil veces cuando estuvimos juntos, en esa ocasión sonó lleno de rabia. Perdió cualquier rastro de cariño que pudo haber existido.

—¿Cómo sabías dónde estaba? —pregunté tajante e ignoré su pregunta, realmente no sabía por qué había venido.

Soltó una risa furiosa.

—La próxima vez, si no quieres que te encuentren, asegúrate que tu amiguita no te grabe todo el día.

Había visto las historias de Liv, pero ¡si él ni sabía que existía! ¿Cómo supo de ella? Mi cabeza se llenaba de preguntas sin respuestas.

Se acercó a mí con largos pasos rompiendo el corto espacio que nos separaba.

—¿Acaso Polo no iba a mantener la puta boca cerrada?

—No sé de qué carajo estás hablando, Damién, pero tienes que irte —hablé molesta. Se me estaba acabando la paciencia. No me gustaba estar a solas con él, y menos si estaba así de enfadado.

Me tomó de ambos brazos con fuerza.

—¡¿Qué me vaya?! —gritó cerca de mi rostro—. Me estás jodiendo la vida, Ava. Habíamos quedado en una sola cosa, y no pudiste lograr que ese imbécil se quede callado —susurró haciendo más fuerte su agarre.

—Damién, lárgate —dije seria intentando zafarme de sus manos, pero eso solo lo enfadó más.

Presionó mis codos contra mi abdomen lastimándome. Cerré los ojos y apreté los puños para soportar el dolor que iba en aumento. No era natural que los abrazos estuvieran en esa posición y podía sentirlo.

—No me voy a ninguna parte, Ava. Mira me dejó por tu maldita culpa, y vas a pagar por eso. —Pude sentir su aliento en mi mejilla, y me sentí indefensa.

Quería escapar, alejarme de él lo más posible. Intenté golpearlo en la entrepierna, pero predijo mi ataque.

—¿Me vas a golpear? ¿Es en serio?

Quería hacerlo, con todas mis fuerzas, pero era demasiado fuerte y mis brazos cada vez dolían más. Le dediqué una mirada llena de odio y asco.

—Eres un hijo de puta —jadeé con una seriedad que me sorprendió.

ALBA © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora