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Abrí la puerta de mi edificio al día siguiente después de recibir un mensaje de Liv diciendo que estaba esperándome y debía bajar urgentemente. Busqué con la mirada la Vespa de mi amiga, pero no pude encontrarla, en cambio, vi un coche de color lila muy largo, de dos puertas y techo descapotable que ahora estaba cerrado. Era antiguo y definitivamente de colección. No me cabía la menor duda que era de Liv.
Fui hasta el asiento de copiloto y me senté.
—Son las once de la noche, Liv. ¿Qué pasó? —pregunté cerrando la puerta—. Y ¿qué hay con este coche?
—Es mi Cadillac Eldorado —me contó encogiéndose de hombros—. No lo uso casi nunca porque lo cuido como a un bebé —dijo acariciando el tablero—, pero hoy nos va a ayudar. Descubrí el secreto.
—Bueno... dímelo —le pedí cuando se quedó callada unos segundos—. ¿Sabes qué es?
—No exactamente —admitió arrugando la nariz—, pero sé dónde están ahora, o al menos estarán en un rato. Debe ser lo que sucedería hoy.
—¿Y se puede saber cómo sabes esto? ¿Les preguntaste?
—¡Obvio no, linda! —bufó encendiendo el coche—. Un mago nunca revela sus secretos, solo digamos que moví mis contactos y lo descubrí esta mañana.
—Pues yo no quiero ir —dije abriendo la puerta, pero su mano me jaló del brazo.
—Tú te quedas aquí sentada, linda. —Se estiró sobre mi regazo hasta cerrarla y volvió a su asiento.
—Liv... —repuse, pero lo evitó levantando una mano. Arrancó y bufé—. ¿Al menos puede decirme a dónde vamos? —pregunté poniéndome el cinturón de seguridad.
—A encontrarlos embarrados en su mentira —anunció con una sonrisa enérgica un poco terrorífica, para mí al menos.
Emprendimos camino hacia la dirección que Liv había obtenido, quién sabía cómo. Se supone que el trayecto sería de poco más de una hora, por ello no se llevó la Vespa, y además, sus palabras no mías: «Una aventura no era la correcta sin el coche correcto».
Podía asegurar que Liv estaba mucho más entusiasmada con este viaje improvisado que yo.
Contra todo pronóstico llegamos al destino en menos de cuarenta minutos debido a la emoción de mi amiga. Habíamos tomado algunos desvíos y, a pesar de no parecerlo, ese auto del 1960 sí que podía ir rápido.
Estábamos en una carretera y, siguiendo los mapas del móvil, doblamos por una pista desierta. Seguimos por la senda y Liv se detuvo cuando encontramos una verja abierta a nuestra izquierda desde donde podíamos ver una construcción a los lejos. Antes de poder detenerla para darle a pensar que no sabíamos dónde nos estábamos metiendo, giró y entramos por el enrejado.
Podía escuchar música y mucha bulla. Había decenas de coches estacionados unos al costado de los otros, todos demasiado modernos y de marcas demasiado caras. Entre ellos reconocí la camioneta negra de Leo, no había duda de que estaba aquí. Pero, ¿qué era este lugar?
Bajamos del de Liv y caminamos hacia el ruido. A los segundos, nos encontramos con un montón de personas bebiendo y bailando al ritmo de la música que salía de parlantes que no podía ubicar. Estudié el alrededor con la mirada y empecé a reconocer algunas cosas. Tribunas altísimas y vacías alrededor, reflectores blancos iluminaban desde el centro y una pista detrás del tumulto de personas. Me fijé con más detenimiento y noté otros detalles: las tribunas no estaban en buen estado, solo algunos de los reflectores estaban encendidos y la pista parecía descuidada. Era una pista de carreras abandonada.
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ALBA © [Disponible en físico]
Romance¡YA EN LIBRERÍAS! [Esta versión es un borrador] Ella no sabe conducir, él es un corredor profesional. Ella no confía en nadie, él no puede permitirse perder la confianza en sí mismo. Ella odia las mentiras, él es experto en ellas. Lucen distintos, p...