Capítulo 26

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**Otra frase para añadir al vocabulario de Ava... Figlio di zoccola, (sería mejor que busquen la pronunciación) significa hijo de p*ta. ¡¡DISFRUTEN DEL CAP, lindos!! Estamos seguras de que les gustará.

Cuando recibí el mensaje de texto de Leo diciéndome que fuera a su piso y lo esperara allí pensé: «no hay manera». Después de la amanecida dormí toda la mañana y decidí que enterraría la cabeza en los libros para evitar pensar en lo que había sucedido esa madrugada. Esa semana era mitad de semestre y tenía exámenes y proyectos por presentar. Ese día lo tenía libre por lo que podía estudiar, pues estaría la mayoría del martes en la facultad rindiendo varias pruebas y el jueves se presentaba el avance de Filo. Lo único que me preocupaba era el bendito examen de Ética del miércoles para el que no me sentía ni medianamente preparada, mucho menos cuando mi mente estaba en otra parte, una parte muy atractiva y experta con su boca, que no tenía nada que ver con valores morales.

Leo se había ofrecido a ayudarme a estudiar, o mejor dicho Liv lo forzó a hacerlo, pero lo importante era que lo haría. De momento, él estaba en la universidad rindiendo una prueba de otra asignatura por lo que me pidió que fuera a su casa. A su casa. A la casa que compartía con Derek. Con quien me había besado horas antes. Derek y yo nos besamos. Derek me besó. Yo besé a Derek. Hubo interacción lingual.

«Que linda manera de llamarlo, Ava. ¿Por qué no te dedicas a escribir poemas?»

Las puertas del elevador se abrieron una vez más en el piso del dúo. Si bien había considerado no ir o salir corriendo, esa prueba era muy importante y no podía permitirme reprobarla. Además, quizás no me molestaba tanto haber ido. 

Entré vacilante por el vestíbulo hasta llegar al salón principal y, al parecer, estaba vacío.

—¡Leo! —grité sabiendo que no estaba para verificar si el otro compañero de piso estaba arriba—. ¡Derek!

Como era de esperarse, no obtuve respuesta. Tenía sentido que no estuviera en casa a las seis de la tarde, pero no podía fingir que no me hubiese gustado que lo hubiera estado. Por un lado, sí quería verlo, podía negárselo a otros, pero no a mí misma. 

Me saqué la chaqueta y la dejé, junto a mi bolso, en el sofá un poco desilusionada por la ausencia del castaño, e iba a sentarme a esperar a Leo cuando una idea me vino en mente. Podía husmear. Lo había considerado antes pero me convencí de no hacerlo porque no habría sido correcto.

«No lo es, Ava».

Tuve una lucha interna por unos segundos que fue ganada por la curiosidad casi al instante. Total, no le hacía daño a nadie.

Di un último vistazo a la primera planta para asegurarme y empecé a caminar hacia las escaleras. Subí y a los segundos estaba en la sala de entretenimiento. La pared del fondo era una librería y estantería con algunos trofeos. Me acerqué con paso lento hasta ella y rocé con las yemas de los dedos los lomos de los libros. Clásicos literarios, terror, ciencia ficción, fotografía, coches, asignaturas... Había de todo. No había ni rastro de polvo en ninguno de ellos. El piso siempre estaba impecable y ordenado, extraño considerando que dos veinteañeros vivían allí, pero cierto. 

En la mesa de café, entre el sofá y el televisor, había algunas decoraciones en cobre y una pequeña libreta de cuero. Me incliné, la cogí y abrí en un impulso. Sabía que me estaba entrometiendo, pero no pude evitarlo. La segunda mitad estaba vacía mientras la primera parte mostraba apellidos que se repetían una y otra vez en las páginas junto a distintos números. No reconocí ninguno a excepción de uno: Keller. Pasaba las hojas y las cifras solo crecían. No tenía la menor idea de qué significaban y, además de los nombres y los dígitos, no había otro texto. La cerré y dejé nuevamente donde la encontré.

ALBA © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora