Capítulo 11

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Me miré en el espejo cuando terminé de acomodar mi atuendo, era perfecto para la ocasión, o al menos eso esperaba. Los padres de Liv habían organizado un cóctel benéfico para recaudar fondos dedicado a la protección de especies en peligro de extinción. Estos eventos podrían llegar a ser intimidantes, en especial para alguien como yo que no estaba acostumbrada, pero mi amiga me había invitado y no pude decirle que no.

Opté por un vestido corto de tirantes color blanco; se me ocurrió que con ese color nada podría ir mal. Era entallado en la cintura y tenía un poco de escote. Me llegaba arriba de la rodilla y la caída era fresca con un vuelo sutil. Lo complementé con unas sandalias de tacón color nude con cordones que se entrelazan hasta un poco más arriba del talón.

Estaba conforme con mi vestimenta y mi cabello ondeado sobre mi espalda; sin embargo, la pesadilla que tuve la noche anterior me había dejado el rostro impresentable. Tenía los ojos cansados y unas ojeras que parecían parte de un disfraz de Halloween.

Aún tenía unos minutos antes de que llegara Polo, así que fui al baño a maquillarme un poco para ocultar mi mala noche. No quise exagerar, por lo que me limité a ponerme corrector, máscara de pestañas y un labial neutro. Me detuve cuando no parecía salida de una película de zombies, justo a tiempo para abrirle la puerta a mi amigo.

—Dime que no sigues enfadado conmigo.

Me encontré a Polo vestido con una camisa celeste bajo un traje azul marino, y unos zapatos de vestir marrones. Liv lo había invitado después de la fiesta de Leo y estaba muy feliz que mis dos amigos se llevasen igual de bien que yo con ellos.

—Tal vez si me dejas entrar, ayudarías un poco —replicó. Retrocedí unos pasos dejándole suficiente espacio para ingresar.

—Polo, por favor. Han pasado días. Perdóname.

—Uff, Ava. Te pedí que no veas a Damién, fue mi única condición —dijo sentándose en mi sofá y apoyando los codos sobre sus piernas. Suspiré lento, sabía que tenía razón.

Cuando Polo se enteró de lo que había sucedido y enfrentó a Damién, la única manera de evitar que lo contara fue prometerle que no lo volvería a ver. Por eso, cuando le conté que lo había visto hacía unos días, se molestó conmigo.

—Lo sé, lo siento —dije sentándome a su costado—, pero ya es un tema terminado. Para eso lo vi, para ponerle punto final. —Lo vi suplicante. Me arrepentía de verlo honestamente, pero a la vez me alegraba de olvidar ese tema de una vez.

Tardó varios segundos en reaccionar.

—De acuerdo, monga —sonrió fastidiado. Reí con satisfacción y lo abracé.

—Perfecto, ya no se hablará más de ese tema. Basta —dije parándome y separando el aire con las manos—. Salgamos ahora si no queremos llegar tarde... Liv nos mataría —advertí levantando las cejas a la vez que agarraba mi móvil y las llaves.

—Vamos.

Se puso de pie y salimos del piso.

Subí al asiento del copiloto del coche de mi amigo. Polo sabía que si podía evitar manejar lo haría, y a él no le molestaba. Busqué la dirección que me había dado Liv en el móvil y emprendimos el viaje.

Reventamos los parlantes, y probablemente los de los carros vecinos, entonando los éxitos del Rey, Elvis Presley. Hicimos mímicas, gestos, qué decía, el mejor concierto privado. No éramos prodigios musicales ni de cerca, pero nos divertíamos y tampoco éramos tan malos... creo.

—Extrañaba esto. Que pases por mí para ir a la escuela y cantar a todo pulmón a las siete de la mañana —recordé nostálgica mientras recostaba la cabeza en el respaldar.

ALBA © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora