Capítulo 36

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Considerando la extraña decoración de la fiesta de la noche anterior, Leo no le permitió a Liv escoger el lugar donde iríamos a almorzar. Junto a ellos, Becca y Polo, con quien Derek se estaba llevando bien al parecer, fuimos a un restaurante en el centro de la ciudad.

Había pensado que Derek vería a sus padres, pero me dijo que estaban de viaje, por lo que no podrían saludarlo. Me apenó escuchar eso, pero añadió que a él no le molestaba. Estaba acostumbrado, ya que solían viajar bastante, y se encontrarían cuando estuviesen de regreso. No estaba segura si eso me entristeció más o me tranquilizó, pero lo dejé pasar.

Incluso después de terminar de comer, nos quedamos varias horas más conversando y riendo. La comida estuvo deliciosa, la compañía fue la mejor y Derek parecía estar feliz. Eso era lo único que quería. Becca y Liv prometieron comportarse durante el almuerzo y, si bien no actuaron como mejores amigas, detuvieron su guerra por ese tiempo. Eso sí, ni bien dije que me llevaría a Derek, volvieron las miradas asesinas entre ellas.

—¿Y ahora? —me preguntó cuando salimos del restaurante.

—Ahora es mi turno —le informé con una sonrisa.

Subimos al coche y regresamos a su piso. Nos quedamos más tiempo del que pensé en el restaurante, pero fue incluso mejor. El cielo ya había oscurecido y coincidía con la sorpresa que quería hacerle. Apenas llegamos, recibió una llamada que me cayó a la perfección. Fue al balcón para contestar y decidí aprovechar esos minutos.

Saqué, con cuidado que no me viera, la caja que escondí en el armario cuando llegué antes de que él despertara, y me encaminé al segundo nivel. No encendí las luces, dejé la caja sobre la mesa y me acerqué al mueble de entretenimiento. En sí, tenía dos regalos: uno de verdad y el otro era más un momento para recordar, pero no podía no hacerlo.

Lo escuché subir las escaleras rápidamente, así que me apresuré en terminar lo que debía hacer. Llegó, me levantó del suelo en un abrazo y dimos vueltas mientras gritaba de emoción. Me tomó completamente desprevenida y no entendí qué sucedía. Cuando se detuvo, me dio un beso antes de depositarme en el suelo.

—Wow... ¿Qué pasó? —pregunté divertida y un poco mareada.

—Me seleccionaron para un campeonato —me contó con una sonrisa de oreja a oreja—. Es mucho entrenamiento y un tiempo fuera de Toronto, pero si lo gano... Si gano, Sally, estoy un paso más cerca de lo que quiero.

—¡Genial! —exclamé dándole un fuerte abrazo. No podía decir que entendí precisamente de lo que hablaba, solo capté entrenamiento, tiempo fuera y campeonato, pero nunca lo había visto así de emocionado por algo. —Es maravilloso, estoy muy feliz por ti.

—Gracias, Sally, en serio —dijo terminando el abrazo—, es una oportunidad en un millón. Es... increíble.

—No sabes cuánto me alegro.

Todo él irradiaba felicidad y me contagió la sonrisa, pero de un momento a otro su expresión cambió. Se volvió más fría y ¿nostálgica?

—Ey, ¿qué sucede?

Se quedó quieto viéndome unos segundos, antes de negar con la cabeza.

—Nada. —Me dio un beso en la cabeza y formó una sonrisa pequeña—. ¿Qué es eso? —preguntó viendo detrás de mí y cambiando rotundamente el tema de conversación.

De acuerdo. No supe qué había pasado, pero opté por ignorarlo al igual que él. Le seguí la corriente y me di la vuelta.

—Es tu regalo —respondí caminando hacia la mesa de centro.

—No tenías que darme nada —dijo alcanzándome.

—Solo siéntate, Keller.

Me hizo caso y se sentó en el sofá. Yo hice lo mismo a su costado, me crucé de piernas y levanté la caja para entregársela.

ALBA © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora