Capítulo 6

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El día siguiente fui hasta mi coche al terminar mi última clase y lo encendí para ir a casa; sin embargo, en vez de prender como normalmente lo hacía, se escuchó un pequeño estallido y empezó a oler a quemado. Puta madre, ¿ahora qué?

Salí del coche estampando la puerta para ir a la parte delantera, y apenas me acerqué, vi humo negro saliendo por los bordes.

—Eso no luce bien. —Oí a alguien detrás de mí haciéndome saltar del susto. Volví a verlo y me encontré con un chico de ojos claros y cabello azabache peinado hacia arriba.

—No me digas —dije sarcástica volviendo la mirada a mi auto.

Empecé a toser como una foca cuando abrí el capó y me vi envuelta en una nube negra. Maldita sea. El bendito coche tuvo que malograrse justo ahí.

Hasta hacía dos semanas atrás, vivía en el otro extremo de la ciudad y aún estaba conociendo esta zona. No tenía la menor idea de dónde podía conseguir un mecánico y mucho menos si podría pagarlo.

—¿Te ayudo? —ofreció dando un paso adelante. Agité mis brazos para despejar un poco el humo.

—¿Acaso pedí tu ayuda? —respondí tajante.

Apreté los labios cuando me di cuenta que había sido algo brusca y giré sobre mis talones.

—Lo siento, no quería hablarte así... —Boté el aire con fuerza y me pasé una mano por el cabello—. ¡Solo que me desespera!

—Ey, no te preocupes. Lo entiendo —dijo con una sonrisa mientras levantaba ambas manos quitándole importancia, a la vez que se acercaba—. Puedo llamar a mi técnico si quieres.

—No, no es necesario. No quiero molestarte —negué con una pequeña sonrisa. Giré y me incliné bajó el capó para ver las piezas ahora que el humo se había disipado.

—Para nada. ¿Vives por aquí?

—Sí, en la calle Willow —respondí distraída mientras trataba de entender qué había fallado con el motor.

—Genial, te llevo.

Volteé a verlo extrañada.

—No tienes que hacerlo, en serio.

—Me queda de camino, no es problema. De paso llamamos al taller y vienen a recoger tu coche —dijo convencido. Suspiré pensando qué hacer.

Esta no era la primera vez que me pasaba y sabía que tendría que llevarlo a un mecánico. Además, mi piso quedaba a unos cuantos minutos por lo que el trayecto sería corto y me sentía un poco mal por cómo le hablé minutos antes.

Asentí forzando una sonrisa y cerré el capó de mi coche. Recogí mi bolso del asiento y lo seguí hasta su auto, que estaba estacionado a tan solo unos espacios del mío.

El trayecto fue bastante callado, nos limitamos a hablar con el técnico por el altavoz del móvil en el auto e indicaciones para llegar a mi piso. Al parecer irían a la facultad a recogerlo para poder repararlo. La calidad del servicio me sorprendió. Mi antiguo mecánico me atendió por más de dos años y siempre me llamó Ivy.

—Aquí es —dije cuando vi la puerta de mi edificio.

Se detuvo, me quité el cinturón de seguridad y tome la manija de la puerta para bajar.

—Muchas gracias. Avísame cuando sepas algo... —Me quedé callada pensando si me había dicho su nombre.

—Iker —reveló.

—Bueno, gracias, Iker —repetí para luego bajar del coche y entrar al vestíbulo.


Mi mente estaba completamente nublada. El profesor llevaba cuarenta minutos explicando la materia, pero mi cerebro parecía haber decidido no entender ni una palabra. Sabía que acostumbrarme a la exigencia y nivel de este lugar sería difícil, pero ¡dios mío! Me sentía una deficiente en comparación con mis compañeros. Todos estaban tomando apuntes y parecían comprender las palabras sin sentido del maestro. Y todavía no encontraba el bendito libro de Literatura. Ese día me había despertado con el pie izquierdo, o mejor dicho, me había estampado contra el suelo del lado izquierdo. Nunca me habían gustado los jueves, les tenía mala espina. Hasta el nombre era extraño: Jueves.

ALBA © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora