Capítulo 37

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Lo primero que sentí esa mañana fue un aroma que conocía a la perfección, su aroma. Estaba consciente de dónde estaba, las sábanas de seda, mi cabeza sobre la almohada de plumas, pero seguía sin cruzar del todo el umbral del sueño. Empecé a despertar ligeramente y su rostro fue lo primero en colarse por mis pestañas. Una sonrisa se formó al segundo de verlo a mi costado, apoyado en su codo y viéndome fijamente.

—Buenos días —dije y escuché mi voz adormilada.

Buongiorno —susurró. Entorné más los ojos y él levantó una comisura de la boca—. Es lo único que sé en italiano.

Solté una risilla mientras acomodaba el dorso de mi mano entre mi mejilla y la funda de la almohada. Seguía debatiendo entre seguir dormida o despertar del todo.

—¿Me estabas viendo dormir? —Asintió con un parpadeo lento—. Eso es raro.

—Lo dices porque no te has visto... Eres aún más hermosa cuando duermes —dijo acercándose con la voz más ronca de lo usual—. ¿Sabes? Cuando no estás poniéndome los nervios de punta.

Ese comentario me abrió los ojos, literalmente, junto a la boca por la indignación. Cambió de romántico a insoportable en menos de cinco segundos. Antes de darle la oportunidad a alejarse, levanté mi almohada e intenté aventársela.

—Eres un pesado —lo insulté queriendo decirlo en serio, pero no pude ocultar la diversión en mi entonación.

Él solo rio, me la quitó de las manos sin dificultad y la colocó bajo su cabeza, aprisionándola. Me resigné mientras apoyaba la barbilla en una de mis manos y quedé muy cerca de su rostro.

—¿Cómo dormiste? —me preguntó colocando unos mechones detrás de mi oreja.

—De maravilla.

—Somos dos —susurró con una sonrisa.

No dije nada más, y él tampoco. Solo nos veíamos con cariño en la mirada a la vez que él acariciaba mi cabello. No podía saber qué pasaba por su mente, pero la mía saltaba de emoción al mismo tiempo que no podía creer lo que había sucedido la noche anterior. Habíamos estado juntos, en el significado exacto de la palabra. Me acosté con alguien por primera vez... y no podía estar más feliz de que se había tratado de él.

Me acerqué para darle un corto beso en los labios y me removí hasta acostarme en su hombro. No me hubiese gustado hacerlo con ninguna otra persona, de eso estaba del todo segura.

Pasé la mano a su pecho para empezar a trazar círculos. Por sus clavículas, entre sus pectorales. Solo me gustaba sentirlo cerca de mí. Seguí con mi diseño imaginario hasta que llegué a sus costillas izquierdas. Me quedé en su tatuaje y lo vi más detenidamente. No era la primera vez que lo notaba, pero nunca antes me había fijado en él. Era el más grande y prominente: ocupaba toda esa zona. Seguía siendo igual de elegante que los otros que tenía, pero parecía más importante.

—¿Por qué una brújula? —le pregunté sintiendo la tinta negra impregnada en su piel.

—Es un recordatorio: nunca perder el rumbo y poder encontrar el camino de vuelta.

Subí la mirada y me fijé en la suya.

—¿De vuelta a dónde?

Antes de que pudiera responderme, escuché el sonido de una llamada entrante a mi móvil. Giré la cabeza siguiendo el sonido e iba a levantarme para ir por él, pero Derek se levantó primero.

—Voy yo —dijo antes de juntar sus labios con mi frente y salir con destino al salón. Lo había dejado allí la noche anterior cuando empezamos a ver la película. Creo que se podría decir que los planes cambiaron. Decir que me agradó cómo lo hicieron sería poco.

ALBA © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora