Capítulo 20

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—Cambio de planes, ¿qué te parece si me atropellas tú a mí? —dije con una sonrisa sarcástica.

Había perdido la cuenta después de los cuarenta minutos de lección del gran piloto Derek Keller. Yo no estaba tan mal en cuanto a conocimiento, sabía manejar en esencia. Pero él se empeñó en lograr que fuese capaz de estacionar un coche que iba a 120 kilómetros por hora en tres segundos. Lo peor era que mi auto jamás sería capaz de llegar a esa velocidad sin romperse en cien pedazos. Era un simple Nissan Micra 2010. No lograría acelerar tan rápido incluso si estuviese huyendo de un tornado, o una estampida de vacas me estuviese aplastando, que en ese momento no sonaba tan mal.

—Tómatelo en serio, Sally —dijo calmado. No pude evitar rodar los ojos. 

Era verdaderamente sorprendente cómo se había mantenido tranquilo por tantas horas. Yo había explotado a los quince minutos, o tal vez un poco antes.

Respiré lentamente antes de repetir lo que me había obligado a hacer toda la tarde. Me fijé en el espejo retrovisor, puse el coche en reversa y empecé nuevamente mi intento a estacionar. Por suerte, nos había traído a un parking vacío y no había otros autos a los que podría golpear.

—Tienes medio auto en la otra plaza —dijo viendo por el espejo lateral.

—Espera. —Hice una maniobra con el volante y giré ligeramente las llantas—. ¿Ahora?

—Peor. ¿Segura que tienes licencia?

—Sí —dije tajante mientras apagaba el coche.

—¿Cómo haces cuando llegas a un estacionamiento? —preguntó con el ceño fruncido.

—Doy vueltas hasta encontrar un espacio grande —le expliqué.

—No puedes vivir así. —Una pequeña risa se formó en su rostro.

—Sí puedo. Solo debo salir unos minutos antes para llegar temprano.

—Sally...

—Lo sé, lo sé —repetí con la voz cansada—. No soy la mejor manejando.

—No me digas —dijo con sarcasmo, por lo que lo vi con odio. Rio con burla y negó con la cabeza—. Prende el coche y vuelve a hacerlo.

Suspiré. Le hice caso, lo encendí y volví a salir del espacio. Di otra vuelta por el parking hasta llegar de regreso. Una vez más: embrague, reversa, espejo retrovisor. Retrocedí como pude guiándome por lo que podía ver en el reflejo, pero las líneas no entraban en él.

—Aquí debes rotar. —Puso una de sus manos sobre la mía en el volante e hizo que lo girara hacia la izquierda, tanto que llegó al punto de estar cerca de mi rostro, una distancia nada segura. —No pises el acelerador —me indicó sin percatarse de que todo mi ser se había puesto en estado de alerta al sentir su aliento en mi mejilla.

Hice lo que dijo hasta que entré del todo en el espacio. Volteé a verlo y, en efecto, estábamos a pocos centímetros.

—¿Ves? Lo hiciste —susurró.

Sonreí. Lo había logrado.

—Gracias a ti —respondí con la misma suavidad y se quedó viéndome.

Sus ojos marrones recorrieron mi rostro con tranquilidad, y yo hice lo mismo. Unas cejas pobladas que te intrigaban a más no poder, una mirada que te incitaba a querer descubrir sus enigmas, una mandíbula definida que parecía tener filo y aún así estabas dispuesta a cortarte, unos suaves labios que te invitaban a besarlo...

ALBA © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora