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Si bien semanas atrás estaba entusiasmada por ir a la gala de aniversario de la universidad, decir que en ese momento quería ir, habría sido una mentira. Había decidido no hacerlo, ni me importó tener el vestido, solo quería quedarme en casa, pero decirle que no a Liv simplemente se definía con una palabra: imposible.
—Linda, saca esa carita —pidió mi amiga cuando salió del vestidor de su habitación, mientras yo estaba sentada de piernas cruzadas en su cama.
—Lo sé, lo sé, Liv. Es que tengo la cabeza en otra parte.
—Escucha, no sé qué pasó —dijo viéndome a los ojos—, pero si no quieres hablar de eso, al menos déjame hacerte pasar un rato increíble ¿sí? Vamos a despejar esa mente. —Dicho esto, abrió la botella de champagne que estaba en el velador para verter el contenido en dos copas que estaban a la espera.
Al parecer, Liv tenía decidido que ese día tomaríamos. Debía admitir que mi hígado se había acostumbrado a su compañía con el paso de los meses, aunque podría apostar que no estaba agradecido conmigo.
—Ten. —Me entregó una de ellas y levantó la suya—. Por una noche increíble. Hoy se bebe, se baila y se folla.
Solté una risa antes de chocar nuestras copas y beber un poco. Liv, al contrario, se la terminó de un sorbo.
—No, no. Te lo vas a acabar —dijo señalándome mientras ella volvía a servirse—. Me voy a encargar de que te diviertas, y si para eso debo emborracharte, no dudes que voy a hacerlo, linda.
Hice caso a las órdenes, vacié todo el líquido por mi garganta y la sacudí segundos después.
—¿Te he dicho que eres lo máximo? Porque lo eres —admití sonriendo.
Liv se había convertido en la persona que podía sacarme una sonrisa aun cuando me sentía como si un camión me hubiera pasado encima. Si bien no tenía planeado contarle todo lo que había sucedido, agradecía tenerla a mi lado a pesar de no saber. Sus locuras siempre me hacían sentir mejor.
—Lo sé, linda —sentenció convencida—. Lo sé.
Sonó el timbre y dio un pequeño salto.
—¡Llegó! —exclamó corriendo al salón con la copa en la mano.
No entendí de quién rayos hablaba, pero no era la primera ni la última vez que me iba a dejar con dudas.
Me levanté de las sábanas coloridas de mi amiga para seguirla. Salí de su habitación y la vi abriendo la puerta.
—¡Ronaldo! —dijo a la vez que abrazaba al hombre que le correspondió con una sonrisa. Era un poco más alto que mi amiga, tal vez de mi estatura, con el cabello negro sujeto en un moño y de contextura delgada.
Entró y, detrás de él, lo siguió una chica joven y rubia que arrastraba dos maletines con ruedas, a quien Liv saludó con un beso en cada mejilla.
—Ronny, Sadie, ella es mi ragazza, Ava —me presentó señalándome a través del piso. Les dediqué una sonrisa a modo de saludo. —Ellos se encargarán de dejarnos divinas para esta noche.
La chica, o Sadie, empezó a sacar todos sus productos sobre la mesa del comedor de mi amiga, mientras Ronaldo y Liv conversaban. Pude entender que era amigo de su familia y siempre la había atendido. Él era su estilista favorito y cada vez que tenía un evento, él la atendía.
En un momento, cuando Liv fue a la cocina para servir otras copas, le di el alcance.
—Sabes que no era necesario, ¿no?
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ALBA © [Disponible en físico]
Romansa¡YA EN LIBRERÍAS! [Esta versión es un borrador] Ella no sabe conducir, él es un corredor profesional. Ella no confía en nadie, él no puede permitirse perder la confianza en sí mismo. Ella odia las mentiras, él es experto en ellas. Lucen distintos, p...