Capítulo 19

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Cuando se abrieron las puertas del elevador, no vi a nadie. Di unos pasos fuera y caminé dubitativa por el pasadizo hasta encontrar a alguien. No fue hasta que entré a la sala que mis ojos se encontraron a Derek apoyado en la mesa de billar. Estaba concentrado y parecía estar calculando la distancia para golpear una de las bolas y hacerla caer. No se percató de mi presencia hasta que carraspeé la garganta para llamar su atención.

—Sally. —Se alzó de la posición en la que se encontraba y me saludó con aquella misma confianza que lo caracterizaba.

—Hola —comenté nerviosa, pero me esforcé para ocultarlo. Ese día iba a imitar el comportamiento del mismísimo Derek Keller. Mucha confianza, cero inseguridades—. ¿Qué tal? ¿Cómo estás?

—Bien, bien. —Rio—. ¿Tú?

—Igual, muy bien —estiré las letras.

—¿Segura? Porque no lo pareces —dijo mientras dejaba el taco en el borde de la mesa—. Estás a diez metros de distancia —comentó con una mirada acusadora. 

Bajé la vista y noté que me había quedado estática en el salón en vez de acercarme y darle el encuentro como un invitado común. Claramente, mi plan falló a los segundos de ser ejecutado. Al parecer, disimular mis nervios frente a él sería más difícil de lo que había pensado.

—Mira, Sally, por lo mismo fui a verte el sábado, para evitar esto. —Señaló el espacio entre ambos a la vez que rodeaba la mesa y se acercaba a mí—. No me digas que lo empeoré.

Este chico me leía como un libro abierto. Me di cuenta que no podría pretender actuar normal, especialmente si implicaba hacerlo alrededor de él. Ya de por sí, me resultaba intimidante, pero después de haberlo tenido presionado contra mi cuerpo, esa sensación solo aumentó monumentalmente.

—Está bien —bufé—. Estoy nerviosa... No sé cómo comportarme contigo. ¿Qué se supone que tenemos que hacer? ¿Dedicarnos al trabajo como si nada?

—¿Acaso hay otra cosa que quieras hacer? —preguntó con una sonrisa pícara levantando una ceja. 

Ay, no. ¿Qué acababa de insinuar? No. No. No. No quería que pensara eso. Las palabras iban a empezar a fluir cuando sus risas roncas llegaron a mis oídos.

—Tranquila, Sally. Estoy bromeando... No pongas esa cara tampoco —me advirtió. No había notado que tenía la boca abierta desde que dijo ese comentario.

Me recompuse de inmediato. ¡Qué capullo! Cambié mi expresión de vergüenza por una llena de indignación. Entrecerré los ojos y lo vi incrédula.

—Entonces, yo estoy acá buscando llevar la fiesta en paz y tú te aprovechas de mi inocencia.

—Tan inocente tampoco eres —respondió ágilmente. 

Dios mío. Mi reacción inmediata fue darle un ligero manotazo en el brazo que claramente ni lo perturbó, y de lo que se empezó a burlar enérgicamente.

—¡Deja de reírte de mí! —le exigí entre risas sintiendo como mis mejillas empezaban a arder.

—¿Prefieres que haga otra cosa? —respondió galante de nuevo.

—¡Derek! —grité sin evitar sonreír por sus comentarios en doble sentido—. Ya basta, por favor. —Me rendí y lo vi a los ojos con suplica. Lo poco de dignidad que me quedaba no podía ser pisoteada en tan poco tiempo.

—¿Ahora sí estás más tranquila? —comentó inclinándose para verme directo a los ojos. 

No fue hasta ese momento que entendí a la perfección su estrategia para evitar esa extraña incomodidad entre nosotros, la cual funcionó perfectamente. Toda la tensión que sentí momentos antes se esfumó al reír tanto y escuchar aquellas cosas que tenía tanto miedo de oír. 

ALBA © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora