Capítulo 23

204K 12.4K 7.8K
                                    

* 

Aquella mañana fuertes rayos de sol me obligaron a abrir los ojos, al igual que unas ganas alucinantes de ir al baño. Quise recomponerme sobre las sábanas, pero un punzón agudo en la cabeza lo dificultó. Madre mía, qué dolor.

Con dificultad me levanté de la cama y crucé el vestidor para entrar al baño. Obvié mi reflejo a propósito y caminé al inodoro. Dejé caer mi cuerpo en la taza y sentí un alivio repentino en la vejiga. ¿Cuánto había bebido el día anterior?

«No debes tomar Ava. No así. No tanto».

Me levanté sintiendo como todo mi cuerpo dolía y fui hasta el espejo. ¡Dios santo, qué desastre! Tenía unas ojeras enormes, mi cara estaba hinchada por el llanto, el maquillaje corrido, mi cabello desordenado. Los recuerdos empezaron a volver a mí conforme veía mi rostro. El club, los shots con Liv, ojos celestes, una cabellera rubia, la espalda de Derek, su coche, su cama. Me incliné sobre el lavabo, lavé mi rostro y enjuagué mi boca. Estaba tan seca que cada vez que intentaba tragar parecía tener arena en ella.

Mi atuendo estaba arrugado, pero limpio. Agradecí no haber vomitado en la noche. De haber sido así, en ese momento me sentiría mucho más avergonzada, aunque eso no quitaba que igual lo estaba.

Salí del cuarto de baño y vi la cama. Una de las almohadas de plumas estaba marcada como si alguien hubiese dormido allí. Yo no dormí de ese lado. Mierda. La pesadilla. ¿Se quedó conmigo toda la noche? ¿Se quedó conmigo? Mierda. Yo se lo pedí.

Me pasé las manos por la cara y respiré profundo. Tenía que salir de esa habitación y me encontraría con él, después de pedirle que durmiera conmigo.

«Maldigo el momento en el que decidiste emborracharte, Ava».

Agarré mis tacones que estaban al borde de la cama, extraño ya que no recordaba habérmelos quitado, y salí a regañadientes ignorando una voz en mi interior gritando que debía encerrarme y no volver a poner un pie fuera.

Asomé la cabeza por el pasillo y no estaba en la sala de entretenimiento. Volví a tomar aire. Caminé de puntillas por el segundo nivel y en esta ocasión me asomé por la barandilla. Inspeccioné el primer piso y no lo vi. No estaba en el salón principal, ni en la mesa de billar y tampoco en el balcón. Me quedaban tres opciones: el bar, la menos probable, la cocina, la más probable, o había salido, la que deseaba. Tomé aire por última vez y caminé al inicio de la escalera.

«Por favor, no estés. Por favor, no estés».

Empecé a bajar las gradas lentamente ayudándome con la barandilla. Cada paso me hacía sentir peor física y mentalmente.

—Buenos días, Sally. —Lo escuché a mi derecha cuando estaba a la mitad de la escalera. Genial. Cerré los ojos y presioné los labios formando una fina línea.

Bajé el resto de los escalones evitando voltear a verlo y no giré hasta que tuve que hacerlo. Como lo había considerado en la segunda opción, estaba en la cocina. Su cabello estaba revuelto a pesar de no ser muy largo, aún traía el pantalón gris para dormir y se le veía fresco. Fresco como una bendita lechuga sin camiseta con abdomen de hierro, cuando yo parecía salida de una película de zombies hambrientos.

Caminé hasta la isla americana y me senté en uno de los bancos altos bajo su mirada. Dejé los zapatos en el suelo a mi costado y apreté los labios tratando de formar una sonrisa. Él, que estaba del otro lado, abrió uno de los estantes y empezó a sacar cosas.

Apoyé los codos y descansé la frente en mis manos para evitar que me siga pesando. Los sonidos emitidos por los movimientos del castaño sonaban amplificados en mi cabeza y sentía que pesaba cien kilos. No iba a volver a beber. Nunca más.

ALBA © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora