*
Y estábamos de camino a la carrera ilegal en donde se lograría identificar quién era el responsable de las amenazas. Al parecer los chicos habían organizado un plan con el que obtendrían respuestas. Me mantuvieron al margen de los detalles, pero lo importante era que esa noche se pondría fin.
Fuimos en el coche negro de Derek, que era el que prefería para este tipo de carreras, mientras que el plateado lo utilizaba para el día a día. Porque, ¿por qué no cambiar de deportivo cuando se puede? Cosas de ricos, bah.
Detuvo el coche en la entrada y me bajé allí, ya que él debía ir hasta la pista para dejarlo. Al igual que la vez pasada que fui, decenas de coches estacionados afuera, entre ellos el Cadillac lila de Liv, música a lo lejos, olor a cigarro y alcohol.
Caminé hasta llegar al tumulto de gente. Todos estaban dispersados en pequeños grupos sin dejar de formar uno grande. Divisé a quienes conocía de pie más cerca de la pista: Leo, Becca y Liv junto a otras personas que me pareció reconocer de la fiesta de Derek. Me acerqué, pero antes de llegar, mi amiga me vio de pies a cabeza, sus ojos se abrieron, y me abordó a medio camino.
—¡Follaron! —exclamó entre la gente.
Creo que la sangre dejó de pasar por mis venas y se concentró en mis mejillas, que podía sentir como empezaban a arder.
—¡Liv! ¿Estás loca? —la regañé bajando la voz. Los que estaban a nuestro alrededor voltearon por unos segundos.
—No lo niegas —resaltó subiendo las cejas. Me quedé callada y soltó un grito—. ¡Ja! ¡Lo sabía!
—Voy a pretender que no acabas de gritar eso y que no quiero matarte solo porque quiero saber cómo lo sabes.
—Se nota —reconoció con una sonrisa—, pero ¿tú te has visto, nena? ¡Estás brillando!
—¿Brillar? No hables tonterías, Liv —le ordené girándola del brazo y entrelazando mi codo con el de ella para caminar hacia su primo—. ¿En serio es obvio? —susurré con miedo.
¿Y si mi mamá se había dado cuenta cuando fuimos a cenar con ella días atrás? No podría sobrevivir una conversación sobre eso con ella.
—Sí... o podría ser mi sexto sentido. Soy buena reconociendo a las que fueron desvirgadas hace poco.
—Dios, Liv. Qué bonita elección de palabras, deberías ser poeta.
—No me des ideas... Y ¿qué tal? —preguntó moviendo el hombro—. Tiene pinta de hacerlo duro contra el muro —añadió guiñando un ojo.
Me quedé clavada en el sitio. Mi corazón dejó de latir. Morí.
—Me das miedo, Liv. En serio.
Ella soltó una carcajada sonora.
—Puedo darte unos consejos, si quieres. También tengo el contacto de una tienda donde venden...
—Basta —la detuve y continué hacia el moreno—, no vas a terminar esa oración.
Llegamos hasta la pareja, que me recibió con una sonrisa. Leo rodeaba con uno de sus brazos a Becca, quien acariciaba su mano con tranquilidad. Era la primera vez que veía a Leo después de la fuerte conversación que escuché. Ese día, cuando regresamos a su departamento, Leo se había ido, asumí que para evitar incomodidades. Me quedé viéndolo, y me entristecí de inmediato. Entendí lo que me dijo Becca una vez: «Es increíble como un momento puede condenarte toda una vida».
Ese momento condenó la vida de quien conocí como Leo, el risueño. Él me encontró con la mirada y le hice un gesto de comprensión junto a una muy sutil y suave sonrisa. Quería transmitir un «Todo saldrá bien» y él lo comprendió. Asintió con naturaleza antes de dirigirse a su novia.
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ALBA © [Disponible en físico]
Romance¡YA EN LIBRERÍAS! [Esta versión es un borrador] Ella no sabe conducir, él es un corredor profesional. Ella no confía en nadie, él no puede permitirse perder la confianza en sí mismo. Ella odia las mentiras, él es experto en ellas. Lucen distintos, p...