XXXIII

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        ANAJU

Llegué a casa aún con la cara empapada por las lágrimas. Desde que le perdí de vista en esa estación, no pude parar de llorar. Y no ayudaba entrar en casa y recordar lo que había pasado entre los dos, pocas horas antes. Todo olía a él. Me acurruqué en la cama, inspirando su aroma en la almohada y me dormí. No sé cuanto tiempo pasé allí pero en cuanto desperté busqué mi teléfono para ver si me había escrito. Moría de amor viendo que se había pasado dos horas poniéndome lo mucho que me echaba de menos y lo que me quería. ¿Podía ser más adorable?

Pasamos el resto de su viaje escribiéndonos cosas realmente cursis. En eso consistían nuestros momentos separados, en llamarnos, escribirnos, dedicarnos cosas a cada cual más ñoña que la anterior. Deseaba con todas mis fuerzas que el tiempo pasara volando pero también sabía lo mucho que necesitaba estar con su madre y su hermano. Alargó tanto su viaje en Galicia, que no los veía desde hacía mucho tiempo. Y aunque echaba de menos cada segundo separada de su cuerpo, sabía que iba a tener toda la vida para disfrutar de él. 

Porque así lo sentía. Quería pasar mi vida junto a Hugo. Despertarme por las mañanas y encontrarlo mirándome con ese brillo tan especial, notar sus brazos rodeando mi cintura mientras duermo, escuchar su respiración cada vez que me acerco a sus labios, sentir el latido de su corazón acelerarse cuando me ve aparecer, disfrutar de cada rincón de su cuerpo hasta el agotamiento. 

Aproveché esa noche que no pude dormir para avanzar con la guitarra. Estaba aprendiendo a tocarla y me ayudaba a seguir componiendo algunas de las letras que tenía en mi libreta. Todo lo que había pasado con Hugo me inspiraba a ello. Él era mi inspiración, siempre lo ha sido, tanto para lo bueno como para lo malo. Decidí despejar mi mente volviendo al lugar donde podía relajarme y leer las locuras de mis fans. Twitter siempre fue mi red social a pesar de todo el odio que recibía.

Siempre había canciones que conseguían llegarme al alma y decir lo que mi boca callaba, por eso compartía con el resto del mundo como me sentía a través de la música. 


         HUGO

Fue imposible dormir esa noche sin ella entre mis brazos. Me asombraba lo rápido que me había acostumbrado a tenerla conmigo y lo difícil que me resultaba no pegar ojo si no podía tenerla a menos de un milímetro de mí. Echaba de menos los golpes que me daba durmiendo cuando se daba la vuelta, su respiración agitada, su forma de hablar en sueños, sus brazos buscándome para pegar mi cuerpo al suyo, sus jadeos en mi oído. Echaba de menos todo de ella. 

Hacía horas que le había dado las buenas noches. Y os juro que intenté dormir pero no podía. Mi guitarra fue la encargada de acompañarme esa noche, dejándome llevar y entonando una a una todas las canciones que había compuesto pensando en Anaju. Empecé a cantar otras canciones y recordaba la cuarentena, aquellas covers que subía a Instagram con la simple intención de que ella las sintiera propias, las noches recomendando canciones que tanto significaban para mí creyendo que era yo su destinatario. Saqué el teléfono y empecé a grabar. 

La subí a Instagram y no tardaron en responder miles de fans. Y Anaju había compartido una de sus tantas recomendaciones musicales que me volvían loco. Yo también quería verla y adorarla de todas las maneras que me fueran posible. Dejé la guitarra y me tumbé pensando, de nuevo, en lo afortunado que era y en las ganas que tenía de volver a Madrid y a sus brazos. 

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