Todo

XXXVII

             ANAJU

Lo miraba enfrente de mí, mirándome, sonriendo. No era capaz de reaccionar.

- Hola... -dijo en un susurro

No me salían las palabras. ¿Qué hacía en Madrid y qué hacía ahí?

- ¿Anaju? -pasaba su mano por delante de mi mirada perdida

- Ho... Hol... Hola... ¿Qué... qué.. qué hac..? -¿podía ser más estúpida?

El sonido de su risa atravesó mis tímpanos devolviéndome a la Tierra. Había echado de menos escuchar ese sonido.

- He llegado hace un rato... ¿Puedo entrar? -dijo mirando hacia los lados y haciéndome ver que aún seguía en el descansillo después de más de 10 minutos intentando que reaccionara

- Sí sí, claro. Perdón -me aparté para que pasara a la que había sido su casa y, por mucho tiempo que pasara, seguiría siéndolo siempre

Entró al salón, observando todo detenidamente, buscando si algo había cambiado y se detuvo en las fotos que tiempo atrás me regaló. En cuanto se fue de casa, las colgué para recordarme lo que algún día fuimos.

- Las has colgado... -dijo acercándose a la pared, sin siquiera mirarme y yo lo perseguía guardando la distancia prudencial que mi mente me decía que mantuviera para no derrumbarme

- Sí... -confirmé mientras jugaba con mis manos, nerviosa

Observé como admiraba cada una de ellas, deteniéndose y acariciando los marcos de fotos y yo solo podía pensar en las ganas que tenía de que esas caricias fueran para mí.

- Espero no haberte interrumpido... -dijo mientras cogía la guitarra que reposaba en el sofá y se sentaba

- No... solo estaba probando...

No entendía porqué me ponía tan nerviosa tenerlo ahí. Mi cuerpo no paraba de temblar y mi mente iba a tanta velocidad que en cualquier momento me iba a producir un cortocircuito. Empezó a tocar aleatoriamente las cuerdas de la guitarra, sin ningún tipo de sentido, mientras me miraba.

- ¿Cómo estás? -preguntó

¿Podía ser más absurdo todo? ¿Había venido hasta casa para preguntarme cómo estaba?

           HUGO

La veía descolocada. Yo también lo estaba. La valentía de la que había hecho gala al presentarme allí, se esfumó en cuanto la vi. Esa sensación de sentirme pequeño, indefenso, poca cosa frente a ella, volvía a estar de nuevo ahí. Pero a la vez no podía dejar de sentirme en casa. Era ahí donde debía estar.

- Bien ¿tú? ¿Cómo es que estás... digo... cómo es que...? -no la dejé acabar, ya sabía lo qué quería decir y es que así éramos, nuestra conexión permitía que supiéramos en todo momento qué es lo que el otro iba a decir. Ya nos pasaba en la Academia

- Mañana tengo que ir al estudio para grabar. Queda poco para acabar el disco -la miré y su sonrisa de orgullo me derritió

- Me alegro muchísimo, Hugo. Seguro que va a ser un éxito

Dejé la guitarra donde estaba, preguntándome si ya la había aprendido a tocar del todo y acercándome un poco más a ella, a pesar de tenerla a dos metros de mí.