XLVI

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         ANAJU

Nos había echado tanto de menos que, pensaba en el tiempo que había estado sin sentir sus brazos, sus besos, sus caricias, y aún dolía. 

El otoño teñía de tonos tierra las calles de Madrid. Siempre me ha gustado esta estación del año. Poder ponerme un jersey, taparme con una manta para ver Netflix acurrucada en los brazos de Hugo y tener un bol de palomitas entre mis manos. Aunque el trabajo no nos dejaba mucho tiempo para disfrutar de planes de ese tipo. Pero todo merecía la pena al ver que nuestra música conseguía llegar a la gente.

En un par de días nos encaminábamos en nuestra primera gira y, sinceramente, estaba muy nerviosa. Era la primera vez que íbamos a enfrentarnos en solitario a un escenario en el que los asistentes venían a escuchar nuestra propia música. Bueno... en solitario no. Ambos íbamos a participar en los conciertos del otro con nuestros dúos, pero el mayor peso del show era individual por lo que sentía pavor a la vez que una emoción desbordante.

Era una gira nacional que nos permitía probar qué tal funcionaban nuestros shows para plantearnos cruzar el charco. Sony estaba apostando por nosotros, igual que lo hacía con Nia, que ya se estaba recorriendo EEUU, y con Javy. La libertad y confianza que depositaban en nosotros era tal que no imaginaba ponerme en manos de ninguna otra discográfica. 

El primer concierto de la gira fue en Valencia y el encargado de romper el hielo fue Hugo. Tras desearle toda la suerte del mundo, vi al estadio caerse ante sus pies. No podía estar más orgullosa de él y de todo lo que había logrado. No tengo palabras para describir lo que sentí al aparecer en el escenario, tras su presentación, para cantar con él. Esas mariposas en el estómago que te hacen pensar que, de un momento a otro, el corazón se te va a salir por la boca. La magia creada entre los dos y el público. La emoción atropellada en unos ojos que no quieren nublarse con las lágrimas para no perderse nada de lo que está pasando.

Sensaciones que volvieron a repetirse al día siguiente en mi primer concierto allí. Podía reconocer a muchos de los fans que cantaban a pleno pulmón junto a mí. Y sí. La voz se me quebró al ver como el estadio se inundaba de pancartas con nuestro nombre y con nuestras fotos. 


         HUGO

Fue el inicio perfecto de una gira inolvidable. Muchos sabéis la fascinación que siento por la voz de Anaju y su talento. Tiene una sensibilidad musical, una creatividad artística y una magia de la que poca gente puede hacer gala. 

Siempre he sido su mayor fan. Por eso, poder disfrutar de ella en su primer concierto me hacía sentir la persona más afortunada del planeta. De hecho, lo soy por el simple hecho de tenerla en mi vida. 

Recorrer el país junto a nuestro equipo y junto a ella fue increíble. Sentir el cariño de la gente cada vez que aterrizábamos en alguna ciudad, escucharles cantar cada letra con la misma pasión que nosotros, regalarnos sonrisas, abrazos, cartas, peluches y mil historias para demostrarnos su amor incondicional. Teníamos los mejores fans que alguien pueda tener. 

Pero para nosotros habían dejado de ser fans. Eran mucho más. Eran familia. Familia que te abraza el alma y acuna el corazón.

Como os decía, los conciertos fueron absolutamente increíbles de principio a fin. Pero cantar en Córdoba significó tanto para mí que aún hoy me emociono al recordarlo. Jamás imaginé que sería capaz de llenar la Plaza de Toros ante miles de personas. Lloré como un crío al ver a las dos mujeres de mi vida abrazarse como hacían, acompañándome en cualquiera de mis aventuras. 

Allí subido en el escenario, observando a los fans, a mi familia, a mi hermano, a mi madre, a Anaju, alcé la vista al cielo y sonreí con lágrimas en los ojos. Sabía y sé que, sea donde sea, papá siempre va a estar a mi lado. 

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