Despedida. (Parte 2)

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Sería nuestro último día en Inglaterra antes de marchar. Paul había organizada una salida.

—Julie, baja a desayunar —grité desde las escaleras.

Tocaron la puerta y me dirigí a abrir. Era María Teresa.

Buenos días.- pronuncié con un extraño acento en español, Teresa me había enseñado unas palabras.

Buenos días señorita —respondió ella con su acento mexicano.

Paul estaba en la cocina y se asomó para saludar.

—Hola, Mari Tere —saludó con una sartén con huevos en la mano.

—Hola, Sr. McCartney —saludó ella—. ¿Y la señorita Juliette?

—Está arriba —dije mirando en dirección a las escaleras—, iré a buscarla.

Subí y Julie estaba sentada en la cama.

—¿Qué sucede, Juliette? —pregunté acercandome.

Ella sostenía algo en su mano. Levantó la mirada. Tenía una foto de nuestra familia. Ella dio un largo suspiro.

—Somos una hermosa familia —sonrió débilmente—. Los extrañaré.

—Serán solo unos meses —acaricié su cabello.

—Caroline, si no sale bien...—pronunció con un hilo de voz.

—Ssshht...—La abracé—. No digas eso, todo saldrá bien. Además tú eres muy valiente y fuerte.

—No lo soy, hermana, de verdad temo morir. La última vez que recaí pensé que no me recuperaría. —Una lágrima bajó por su mejilla—. Tenía mucho miedo y ya no quería sufrir más.

Se aferró a mí y comenzó a llorar.

—Juliette —tomé su rostro entre mis manos y sequé sus lágrimas—, te traeré sana. Te vas a curar. Aunque tengamos que estar un año en Alemania, aunque tenga que abandonar todo, haré hasta lo imposible para que te cures.

Acaricié su mejilla.

Juliette me dedicó una pequeña sonrisa y me abrazó.

—Ahora vamos, que Paul ha preparado un rico desayuno —dije mientras me levantaba.

Bajamos y nos fuimos a la cocina.

—¡Teresa!

Juliette abrazó a la mexicana.

—Hola, señorita —dijo ella alegre.

—Huevos revueltos para las damas —dijo Paul sirviéndonos.

—¡A Caroline le encantan! —dijo mi hermana mientras me sonreía.

Después de un delicioso desayuno nos marchamos. Julie quiso llevar a Martha.

Paul nos llevó hasta un hermoso campo. Hicimos un picnic. Julie estaba jugando con Martha . Me apoyé en el hombro de Paul.

—Me alegra verla tan contenta —le dije.

—Las extrañaré mucho, la casa se sentirá muy vacía.

Me abrazó.

—Yo también te extrañaré.

Le di un beso.

—Seríamos buenos padres —dijo mirando en dirección a Julie y Martha—. La voy a extrañar cuando vuelva a Birmingham.

—Yo también —hice una mueca.

—¿Nos la quedamos? —me susurró seguido de una pequeña risa.

—¡Deja de querer robarte hijos! —Le di un pequeño golpe en el brazo mientras reía.

—Bien, pues hagamos uno. —Me sonrió.

—Haremos muchos, pero aún no. —Lo besé—. Cuando vuelva de Alemania, nos haremos cargo de aquello.

—Y de nuestra boda.

—Sí, también. —Le sonreí.

Paul me dio un largo beso que fue interrumpido por Julie y Martha que corrieron alrededor nuestro.

Después del picnic nos fuimos a casa, Julie estaba cansada.

Paul me invitó a cenar a un sitio muy bonito.

—Esto es hermoso, amor.

Lo besé.

Él me abrazó con fuerza.

—¿Qué sucede, cariño? —Le pregunté.

—Me vas a hacer tanta falta.

—Serán sólo unos meses. Cuando vuelva...—dije y Paul me besó, yo sonreí—. ¿Y eso? —pregunté con una pequeña risita.

—Te amo, Caroline.

—Lo sé, Paul. —Reí y lo besé.

—Te amo como nunca había amado antes y como nunca volveré a amar, no puedo estar sin ti. De verdad te voy a extrañar.

Acarició mi rostro.

—Yo también te amo, Paul, y no quisiera irme pero prometí hacer todo lo que pudiera para sanar a Julie.

Nos dimos un abrazo. Ninguno dijo nada por un rato. Luego Paul susurró un “Te Amo” y comenzó a besarme.

Tuvimos nuestra última noche antes de que me marchara, y fue maravillosa.

—No me gustan las despedidas —comenté.

—Si todas nuestras despedidas serán como esta, me encantará despedirte. Aunque más me encantará recibirte. —Me besó.

—Te amo.—Lo abracé.

Nos vestimos y nos marchamos a casa. Teresa se marchó, Julie ya estaba durmiendo. Dormí abrazada a Paul.

Al día siguiente Paul nos fue a dejar al aeropuerto.

—La vas a dejar sin labios si la sigues besando —dijo Julie mirándonos a ambos con mala cara.

—Ya te quiero ver a ti cuando te enamores —le dijo Paul con una sonrisa burlesca.

—Voy a sentarme por allá, acá solo estoy tocando el violín.

Se marchó al ver que Paul aún me besaba.

—Te extrañaré. No me cambiarás por un alemán ¿verdad?

—¡No! ¿Cambiarte a ti por un rubio, alto y de ojos claros? Iugh. No.

Ambos reímos.

—Nadie se compara a ti. Aunque busque por todas partes a otro Paul McCartney , nunca lo encontraré. —Acaricié su cabello y bajé hasta su mejilla—. Eres único. —Lo besé.

Nos dimos un fuerte abrazo. Paul no me quería soltar, ni yo a él.

Después de muchos más abrazos, besos y caras malas de Julie, subimos al avión.

Words of love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora