Noche de deseos.

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Estas semanas han sido maravillosas. Estoy enamorada de este lugar. Aquí todo es tan tranquilo. Hoy es nuestra última noche en la isla. Nuestra última noche de luna de miel así que prepararemos algo muy especial. Pero por la mañana iremos a un lugar de relajación.

—Inhalen y exhalen lentamente.- dijo el instructor con una voz muy calmada mientras hacía lo que había indicado.

Estábamos sentado en el suelo, cruzados de piernas inhalando y exhalando.

—Caroline...—susurró Paul.

Abrí los ojos y le dirigí la mirada, él hacia una cara muy graciosa. Tuve que aguantarme la risa. Estuvo un buen rato así.  Me llamaron la atención por su culpa y cuando el instructor me regañaba, Paul me miraba y negaba con la cabeza.

Después de aquello nos fuimos a una actividad de masajes para parejas. Básicamente nos enseñaron a dar masajes a nuestra pareja.

Me encontraba boca abajo en una camilla. Paul me estaba dando masaje en la espalda. De repente sentí un beso en la parte superior de mi espalda. Reí ya que el cabello de Paul me hizo cosquilla.

—Guarde los besos, señor McCartney —dijo uno de los instructores.

—Está bien —dijo Paul cabizbajo y cuando el señor se marchó se acercó a mi oído—. Los guardaré para la noche —susurró.

Después de una mañana relajada, nos fuimos a almorzar a un lindo lugar cerca de la playa. Subimos al último piso que era como una terraza.

Estábamos esperando que nos sirvieran. Yo tenía la mirada perdida en el mar, me volteé y Paul me observaba.

—¿Qué? —pregunté con una sonrisa nerviosa.

—Eres lo mejor que me ha pasado en la vida —dijo sin quitar su vista de mis ojos.

Le sonreí, iba a acomodar mi pelo detrás de la oreja pero él se adelantó y lo hizo. Pasó su mano por mi mejilla mientras sonreía.

—Cuando formemos nuestra familia —dijo él observando el mar— vendremos acá. —Me miró.

Le sonreí débilmente y agaché la cabeza. Paul tomó mi barbilla con delicadeza y me besó.

—No te preocupes, mi vida. Lo intentaremos, ya verás como el bebé llegará en el momento indicado —me sonrió tiernamente.

—Te amo.

Era lo único que podía decir, faltarían las palabras para describir lo que sentía por él. Y lo agradecida que estaba por tenerlo a mi lado.

Después de un agradable almuerzo nos marchamos a la playa. Estábamos bañandonos cuando Paul comenzó a acercarse hacia mí, intentando correr en el agua y de vez en cuando se sumergía o movía los brazos como si nadara.

—¡Yo te rescataré! —gritó mientras se dirigía a mi. Lo miré raro, con una ceja levantada—. ¡Se ahoga! —volvió a gritar mientras corría muy extrañamente.

Llegó hacia mí y me tomó en brazos. Yo lo miraba desconcertada.

—Hazte la muerta...—suplicó con tiernos ojitos. Como negarse a esa carita.

Hice lo que él pedía. Tiré mi cabeza hacia atrás y dejé caer uno de mis brazos.

—¡Noooo! —gritó dramáticamente Paul.

Yo comencé a reír a carcajadas y él me dio una mirada para que me hiciera la muerta nuevamente. Corrió conmigo hasta la orilla y me recostó en la arena.

—Tendré que hacerle respiración boca a boca —dijo tomando delicadamente mi cabeza, se acercó y me besó. Abrí un poco mi ojo y él me volvió a besar—. Esto no funciona... Creo que tendré que recurrir a...¡Las cosquillas! —gritó y comenzó a hacerme cosquillas.

—¡No! Paul, por favor —suplicaba entre risas mientras me movía hacia todas partes.

Cuando paró lo quedé mirando divertida.

—¿Qué fue toda esa escena?

—Estaba aburrido. —Se encogió de hombros.

—Idiota —dije mientras negaba con la cabeza y le sonreía.

—Yo también te amo. —Me lanzó un beso.

—Eso no te quita lo idiota.

Él se encogió de hombros.

—Aunque sea el rey de los idiotas igual me amas. —Se acercó a mí y me besó. Yo sonreí y asentí.

Nos marchamos a la suite a darnos un baño. Por la noche preparamos entre los dos una rica cena y nos sentamos a cenar en el balcón bajo la luz de unas velas y de la luna.

Después de cenar nos quedamos mirando las estrellas.

—Podría quedarme así toda la noche —dije mirando el cielo estrellado.

—Yo también —dijo él, me volteé y me estaba observando. Le sonreí dulcemente.

—¡Mira! ¡Una estrella fugaz! ¡Pide un deseo! —dije con la emoción de una niña pequeña y cerré los ojos para pedir mi deseo.

Luego los abrí. Paul me miraba y sonrió.

—Mi deseo ya está hecho realidad —se acercó a mí y acarició mi brazo—. Te deseo —susurró en mi oído.

Levanté la mirada y me acerqué a sus labios. Pegamos nuestras frentes, él me sonrió. Me acerqué con delicadeza a sus labios y lo besé.

Paul tomó mi mano y me llevó hacia dentro. Me puso contra la pared y comenzó a besarme apasionadamente. Bajó sus besos a mi cuello. Puso su mano en mi pierna derecha y me la subió hasta la altura de su cadera. Me mordí el labio mientras cerraba los ojos disfrutando. Lo aparté un poco para quitarle la camiseta y seguidamente nos deshicimos de toda la ropa.

Words of love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora