¡Qué noche la de aquel día!

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El tiempo ha pasado volando con todo esto de la boda. Quedan sólo dos semanas para el tan esperado día. Estoy nerviosa, la primera vez no lo estaba. Pero esta es nuestra boda real, aunque para los demás sólo sea una ceremonia familiar.

—Nada de cigarrillos antes de desayunar —dije quitándole el cigarrillo de la boca a Paul. Le di una calada y lo apagué.

—¡Oye! —Me miró frunciendo el ceño. Me acerqué a él, expulsé el humo y lo besé.

—Hoy tenemos que ir a ver el local para los invitados —dije sirviendo el té.

Le di la taza a Paul, me disponía a sentarme pero él me tomó por la cintura y me acercó a él. Me sentó en su regazo.

—Dentro de dos semanas seré el hombre más feliz del mundo. —Besó mi mejilla.

—Todo será igual que ahora —reí.

—No para nosotros —susurró—. Eso es lo que creen ellos. Que sólo es una segunda ceremonia.

Me besó. Tomamos desayuno. Paul subió y de pronto lo escuché bajar corriendo las escaleras.

—Ya estoy —dijo con la respiración agitada. Yo reí ya que parecía un niño pequeño.

Nos dirigimos a ver el local. La ceremonia sería al aire libre. Así que alquilamos un local, con muchísimas habitaciones para que los invitados se quedaran, ya que la mayoría venía de Liverpool y Birmingham.

Después nos marchamos a dar un paseo por los alrededores.

—Dentro de dos semanas nos casaremos y luego tendremos nuestra luna de miel —dijo emocionado Paul—. Y esta no será interrumpida.

—¡Y será en el caribe!

Lo besé tiernamente.

~Nos sentamos en una banca. Ella me hablaba con la alegría de una niña. De vez en cuando le sonreía, me había perdido en sus hermosos ojos.

—¿Qué crees, amor? —preguntó ella sacándome de mis pensamientos.

—¿Qué? Aahmm... Yo... sí, claro —respondí nervioso.

Ella sonrió y continuó hablando. Esta vez la observaba y presté atención a lo que decía.

—¿Vamos?

Se levantó delicadamente. Yo imité su acto.

La observé un momento mientras estábamos de pie. Se veía hermosa. Llevaba una falda negra corta, y un suéter color turquesa, acompañada de unas botas go-go, que tanto le gustaban.

Comenzamos a caminar, sentía que todos la miraban al pasar. Eso me molestó un poco. Miré a Caroline que iba abrazada a mi brazo. Miré su falda, quizás era demasiado corta, o quizás estaba siendo paranoico. Me volteé y vi a tres hombres mirándola. Pude haberme devuelto a golpearlos por descarados pero su voz me hizo regresar la vista a delante.

—¿Qué pasa, cariño?

—Nada —dije algo molesto.

Nos marchamos a casa ya era tarde. Durante el camino me fui furioso por la forma en que esos desgraciados habían mirado a Caroline, no quería imaginar como sería cuando ella estaba sola. Recordé a ese tipo del que últimamente hablaba, Henry. Y sentí más furia.

Entramos a casa y me dejé caer en el sillón molesto. Ella se dirigió a la cocina y llegó con un refresco.

—¿Quieres uno? —preguntó y yo negué con la cabeza. Ella rió—. Perdón, recordé algo que sucedió el otro día con Henry —dijo entre risas, yo fruncí el ceño—. ¿Qué sucede?

Se acercó.

—Henry, Henry, Henry...—dije harto—. Todos los días hablas de él. Henry aquí, Henry allá...

—Amor, es normal, es mi ayudante...No estarás celoso ¿verdad? —Se hizo hacia delante. Yo no respondí, sólo puse mala cara.

Caroline soltó una gran carcajada, se acercó y me dio unas palmaditas en la espalda.

—Qué es lo gracioso? —La miré confundido.

Ella paró de reír con dificultad. Tomó aire y me miró con una sonrisa.

—Henry es...gay.

Ladeé un poco mi cabeza y muchas cosas comenzaron a encajar.

—¿Qué te he dicho de los celos amor? La mitad es idiotez y la otra mitad inseguridad. —Acarició mi cara—. Tú no eres idiota y no tienes porque ser inseguro de nuestro amor —prosiguió—. Sabes que te amo.

—Sí, lo sé. Pero hoy vi a tres hombres mirándote. ¡No quiero ni imaginar como es cuando estás sola! —resoplé y miré su falda—. Es tu falda. —La señalé.

—¿Qué tiene?

—Es muy corta.

Ella miró su falda y la movió un poco.

—Entonces...no te gusta mi falda...Bien. —Me miró y tocó su jersey—. ¿Y mi jersey?

Terminaba en punta y se veía un poco de su escote. Yo negué y ella se lo quitó. Llevaba puesta una camisa ajustada. Se acercó a mí.

—¿Y esta camisa? ¿Te gusta así? O...—comenzó a desbotonarla— ¿te gusta así?

La tomé por la cintura y la apegué a mí. Comencé a besarla apasionadamente.

Nos despojamos de la ropa, recorrí su cuerpo con la yema de mis dedos y por un instante fuimos sólo uno.

—Te amo —dijo con su respiración agitada.

—Y yo a ti.

Nos tapamos con una manta. Encendí un cigarrillo y le ofrecí uno. Dio una calada y luego me besó.

Words of love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora