¿Soy suficiente?

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Sábado 5:30 am

Horacio estaba sentado a los pies de su cama, en su lujoso piso, si ese que se compró para estar al lado de del que creía el amor de su vida.

El chico de la cresta no podía parar de recordar esas palabras que tanto se le clavaron en el corazón, si esas palabras de rechazo, se le quedaron grabadas una por una, como dolorosas puñaladas cada vez que las recordaba.
En sus pensamientos solo se repetía la pregunta: ¿por qué?
-¿Acaso no soy suficiente?, ¿No soy suficiente para nadie?, ¿Por eso siempre soy es "payaso" de comisaría?.

Empezaron a sonar pequeños pasitos de pezuñas provocados por las patitas de Pablito (el cerdo) rasgando el parqué del pasillo. El cerdo abrió la puerta de la habitación de su dueño con el morro, está se encontraba entornada. El animal se quedó pasmado en la puerta mirando a su dueño.
-¿Que pasa Pablito?, ¿Ya tienes hambre?. Dijo Horacio.
El cerdo se dirigió a el contento moviendo su pequeño y ondulado rabito.

Horacio acarició a su animal, mostrando una pequeña sonrisa triste y murmurando:
-Si supieras Pablito, tú eres el único que no me juzga y me ama de verdad.
Después se levantó, agarró su bata azul de pelo y se la puso cuidadosamente, seguidamente puso rumbo a la cocina a preparar el desayuno y alimentar a su cerdo.

Mientras se preparaba un café bien cargado se le ocurrió pasar la mañana con su mejor amigo/hermano Gustabo, agarró su teléfono y marcó su número:
- sonando....
-Joder Gustabo....
-sonando....

Al ver que este no cogía el teléfono pensó en dar una vuelta, el aire fresco de la madrugada le vendría bien para despejar la mente.
Así lo hizo, cogió una sudadera con capucha, unos pantalones anchos y unas deportivas cómodas , lo más sencillo que encontró en el armario.
Seguidamente se dirigió hacia el baño, este se miró en el espejo:
-¿Qué estoy haciendo mal?
- Quizás es tu cresta- le respondió su reflejo.
- ¿Enserio lo crees?
-¿Por qué crees que todo el mundo se ríe de ti?- le volvió a responder su propio reflejo.

Horacio miró fijamente a su maquinilla de cortar el pelo, por unos momentos pensó en deshacerse de la cresta, hasta que volvió de ese absurdo pensamiento y se golpeó la cara. Joder Horacio despierta, este agarró un peine de su armarito del baño y peino con gomina su cresta roja hacia atrás.
-Puede ser una solución temporal- se dijo a si mismo.

Después de su larga e intensa discusión en el baño, cogió las llaves de su casa, se despidió de su cerdo y puso rumbo a su caminata.

Era muy temprano, casi no había amanecido y había una brisa fresca muy agradable.
Este decidió dirigirse a la playa de la ciudad, los ambientes costeros le recordaban a su infancia.
Cuando llegó se sentó cerca de la orilla, Sentía la brisa marina rozar su rostro junto con el aroma a salitre y el choque de las olas contra las rocas cercanas de la costa.
Pudo evadir sus pensamientos un instante, a veces le venían recuerdos de las charlas con su padre en su barquito pesquero y recordaba esos buenos tiempos, donde no tenía agobios ni preocupaciones.

Abrió los ojos soltando una pequeña lágrima mientras veía aparecer el sol en el horizonte, hasta que:
- Ey... tu capullo....- dijo un hombre encapuchado a su lado.
-¿Conway?- dijo confundido el chico de la cresta.
- si coño.
-¿Qué haces aquí abuelo?
-Pues supongo que lo mismo que tú, pensar....
Horacio suponía en lo que pensaba Conway, su familia, sus camaradas, todas esa heridas sin cerrar, sin embargo conway era un tipo poco expresivo, sin sentimientos, frío y lejano.
Hubo un silencio incómodo.
-¿En que piensas Horacio?...- preguntó Conway sin quitar ojo al horizonte.
-¿Que en qué pienso?, ¿A caso le importa a alguien lo que pienso?, ¿ A caso le importo a alguien?- dijo Horacio agachando la cabeza.
- humm- suspiró Conway - ¿Por qué dices eso?- giró la cabeza hacia el crestas.
-Oh... Debes ser el único que no se ha enterado- dijo Horacio sarcásticamente.
Hubo otro silencio incómodo.
- Horacio, siempre le vas a importar a alguien, da igual lo que hagas.
-¿A qué te refieres?
-Tu familia capullo, tu familia siempre va estar ahí....
- La única familia que tengo es Gustabo y tú, eso es lo único que me queda.
Dijo el chico de la cresta mientras se quitaba la capucha.
- Venga mariconetti, deja de llorar y mueve el culo.
Dijo el viejo mientras se levantaba y le tendía la mano a Horacio.

-A dónde vamos?- dijo Horacio aceptando agarrar su mano.
-A trabajar super nena...
-¡Pero si es sábado!- dijo sacudiéndose la arena.
- Horacio.... Los robos nunca paran, aunque sea sábado.

✨Los ojos de la muerte-Volkacio✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora