Él no es para ti

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Moody x Rayis

Pedido hecho por: ireneerecioo

Hoy estoy completamente nerviosa; mis manos me sudan y se me hace un nudo en la garganta. El chico que me gusta está presente en este recinto, aun así creo que no me nota.

Les platicare un poco sobre él: Su nombre es Moody Spurgeon, va a la universidad y ambos nacimos aquí en Avonlea. Él es cinco años mayor que yo. Y a pesar de que hemos cruzado palabras y miradas, no han sido de la forma que yo quisiera.

Recuerdo cuando él era un niño gordito, en ese tiempo no me gustaba, y no por su sobrepeso. Sino porque yo aún tenía ocho años. Ni idea de la palabra novio.

A mis doce años supe que él era especial. Yo estaba en la feria de Avonlea, la que se hace anualmente en el verano. Bailábamos unas amigas y yo. Reímos y disfrutamos del momento hasta que voltee a mirar a los músicos y allí estaba él: Moody Spurgeon.

Cuando lo miraba me aseguraba de que él también lo hiciera, pero no fue así. Moody estaba concentrado en tocar el banjo y sonreírle a una muchacha de cabellos rubios. Se miraba tan guapo y varonil. Me sonrojé y me llevaba las manos hacia mi cabello; el cual estaba atado en una trenza que caía en mi hombro derecho. Esa fue la primera vez que me llamó la atención.

Meses después, comencé a trabajar limpiando la casa de la señora Spurgeon, no de la madre de Moody, sino de su abuela paterna. Y eso me convino pues ella se había mudado cerca de mi casa convirtiéndose en mi vecina, y al mismo tiempo en mi mejor amiga.

Realmente mi trabajo era limpiar la casa de la pobre señora y hacerle compañía. Me llevé muy bien con Linda, así se llama la abuelita de Moody. Descubrí que le gusta mucho que le prepare el té. Que las leyendas de terror le divierten muchísimo. Que le gusta que le lea la biblia y le explique cuidadosamente el evangelio.

Linda era alguien risueña pero a la vez muy tranquila. Podrías hablar de todo con ella y no te juzgaría, claro que te daba tus buenas regañadas, eso sí. Era como mi propia abuela. Su casa tenía un sinfín de adornos y cuadros inspirados en el renacimiento; y yo ya conocía el lugar exacto en el que estaban acomodados.

Moody casi no la visitaba pues siempre estaba ocupado. La universidad le era difícil. Pero cuando iba a comer con Linda, siempre me saludaba y se comportaba de forma caballerosa, nunca me faltó al respeto y hasta me hablaba de "usted" a pesar de que soy menor que él. Eso se me parecía raro. El con otras chicas solía ser más amiguero, pero conmigo no.

Le confesé a Linda que yo estaba enamorada de Moody, pero ella simplemente se rio y me dijo que a mis trece años aun no sabia lo que era amar a un hombre. Pero que si él era para mí, Dios me lo iba a apartar.

Y vaya que no fue para mí, pues en el invierno de ese mismo año salió a la luz que la señorita Gillis estaba siendo cortejada por Moody; haciendo que mis ilusiones de boda se fueran a la basura. Me imaginaba la fotografía de ambos recién casados, colgada en la pared de nuestra casa, y ahora el vidrio se había quebrado y la foto fue desapareciendo. Las lágrimas borraban el color de mi alegría. El no era para mí.

Pero también hubo momentos buenos. Tengo que decir que un año olvidé por completo mi enamoramiento hacia Moody. Linda ya no me hacía comentarios sobre él ya que giraban en torno a su amada. Aun después de todo Ruby no me desagradaba, y eso me hacía sentir peor. Ella no era mala muchacha, al contrario, era agradable al hablar e inocente de pensamiento. Era perfecta para él. O eso creímos, pues tiempo después se separaron.

Nunca supe la razón y tampoco quise averiguarlo.

Y lo hice. Conocí a Andrew, un chico de cabello largo y ondulado que le caía por debajo de los hombros, sus ojos eran azules y su piel blanca. Era tan apuesto, incluso más que Moody. Él era de mi edad, nos gustamos un tiempo. Pero no se me permitió salir con él, pues aún tenía catorce años y las reglas siempre han sido: Te dejo tener novio hasta los quince. Y no era una regla maligna o algo por el estilo. Al principio Andrew me insistía en escaparnos, pero yo no quise.

—Me iré de esta casa solo con la bendición de Dios —afirmé con seguridad —. Primero hay que casarnos. Espérame solo ocho meses más —le sonreí; yo estaba tan llena de felicidad.

El me miró triste y vaciló por unos instantes. Luego tomó mi mano y la llevó a su pecho, besó mi mejilla y al mismo tiempo me abrazó. Y finalizó con un delicado beso en los labios; algo me decía que andaba mal. Él meneó su cabeza diciéndome que no lo iba a hacer. Se fue de allí y no me esperó. No hubo boda.

Y como era obvio otra vez mi corazón se marchitó.

Es hasta ahora el primer baile al que asisto con quince años cumplidos. Ya tengo el permiso de mis padres de poder ser sacada a bailar por otros muchachos —ya que antes no se les permitía hasta entrar en sociedad—.

Estoy sentada a un lado de otras señoritas; mis amigas también me hacen compañía y están contentas porque la música está por iniciar. Yo sonrió y miró a todos lados. Los músicos empiezan a tocar la primera melodía y el ambiente se ve muy a gusto. Acomodo un poco mis guantes y me siento correctamente en la silla. En ese instante alguien toca mi hombro, giro mi cuerpo y veo a aquel muchacho; me está sonriendo y su mano está extendida hacia mí.

—Señorita, me permite ser su primer baile —dijo Moody Spurgeon.

Ese chico me ha invitado a bailar y yo estoy tan sorprendida que no se si esto es un sueño o no.

Cierro lentamente mi boca y asiento con mi cabeza.

Nos dirigimos al espacio de baile: pongo mi mano sobre su hombro y él en mi cintura, la otra mano la enlaza con la mía. Nos miramos a los ojos. Nunca habíamos estado así de cerca. Él está tan sereno y yo casi me quiero desmayar.

<<Aprovecha el momento, querida>> es lo que me hubiese dicho Linda.

Y lo hice. Bailé con él como si nunca hubiera un mañana. Sus labios cerca de mi oído; riendo y hablando, descubrió que a mi también me gusta la música y coincidimos en que los bailes son divertidísimos cuando tenemos buena coordinación —la mujer generalmente sigue los pasos de su pareja, el hombre es quien dirige a la señorita—.

En cada vuelta yo sentía que volaba. Cuando él sostenía delicadamente mi mano y sujetaba con seguridad mi cintura, me hacía feliz. Hubo incluso momentos en los que mi sien reposaba junto a la mejilla de Moody. Como quien dice casi nos abrazamos.

Cuando terminó la primera parte del baile me tuvo que "soltar" pues de lo contrario pensaría que somos novios y los demás chicos no me invitarían.

Pero a escondidas, una de mis amigas miraba de reojo a Moody para después susurrar en mi oído cosas como: Te está volteando a ver o No te quita los ojos de encima.

Cuando terminó ese hermoso baile él se volvió hacia mí diciendo:

—He disfrutado el tiempo con usted —inclinó su cabeza en forma de despedida y luego tomó mi mano —. Ansío tanto la próxima fiesta, y no dude en que será la chica con la que más quiero bailar —besó mi mano y se retiró con una sonrisa. Él siempre ha sido tan formal conmigo.

Y lo mejor es que el próximo baile es dentro de dos días.

Y lo mejor es que el próximo baile es dentro de dos días

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