Capítulo 11.4

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—¿Te ayudo con eso, linda?—. Saori se giró en su eje, sorprendida. No había escuchado la puerta abrirse, a lo que no esperaba escuchar esa voz hasta más tarde. Asintió, volviendo su mirada a lo que sus manos hacían, queriendo ocultar su repentino sonrojo—. ¿No te subiste el cierre? ¿Pensabas salir así?—preguntó la rubia con pequeñas risas coquetas de por medio, alterando a la pelinegra sin notarlo.

—¡Claro que no!—saltó a la defensiva—. Sólo estaba esperando a que Teela termine en el baño para que me ayude...—. El puchero que hizo le pareció de lo más tierno a la rubia que la observaba por el espejo frente a ella.

—¿Quieres que lo suba?—. Finalmente se decidió a ingresar a la habitación, observando el rostro de la japonesa mientras se maquillaba. Dejó los cosméticos que llevaba en sus manos para ponerse de pie frente a la rubia. Se había colocado unos zapatos altos, midiendo así su estatura con Melsy, pero aún así no la llegaba más allá de sus mejillas. Giró su cuerpo, quedando de espaldas a la menor, quitando su cabello para que no quede atascado en el cierre.

Bee sintió sus mejillas calentarse, pero controló su respiración de la manera más posible que su cuerpo tembloroso le permitía en ese momento.

Se quedó observando aquellos hombros desnudos. Su piel era tersa, blanca, con un lunar particular cerca de la nuca, lo que le causó ternura. Tomó el cierre con sus dedos, comenzando a subir el mismo, procurando no tocar de más a su "amiga".

—¿Va bien?—. Saori se sentía casi igual o aún más nerviosa que la menor detrás de ella. Por aquel pequeño espejo podía ver cómo aquellos ojos verdes observaban con lujo y detalle la zona de sus hombros, lo que no hacía más que provocar latidos imparables de su corazón.

—Sí...—respondió Melsy, cerrando sus ojos un segundo. Frunció el ceño y apretó sus labios, llamando a la pequeña porción de cordura escondida en su cabeza. Subió el resto del mismo sin pensarlo mucho, logrando llegar hasta la zona de las axilas—. Listo—respondió, tomando un paso de distancia de la japonesa.

—¿Y el broche?—. Bee se sentía en un sauna. Tal vez, aquellos pantalones eran más calurosos de lo que parecían.

—Oh, ahora lo abrocho...—. Volvió a acercarse, pensando en que esta vez debería pensar en otras cosas completamente incoherentes para mantenerse a raya. Tomó el borde del vestido, notando aquel pequeño trozo doblado de acero quirúrgico. Lo acercó al otro extremo, logrando enganchar uno con el otro. En el proceso, su mano tuvo que hacer contacto directo con la piel de la japonesa, a lo que ambas mantuvieron el aire en sus pulmones sin notarlo—. Ahora sí...—. Tomó distancia por segunda vez, mientras la pelinegra tomaba asiento en la pequeña mesa de la habitación, queriendo concentrar su cabeza en algo más que aquel pequeño roce inevitable.

—Uhm... ¿Melsy?—. Ambas saltaron por la repentina voz. Últimamente, nadie notaba las presencias en aquella habitación.

—Til... ¿Qué tal el agua?—preguntó incómoda. No quería presiona a nadie, y con el sólo encontrarse con ambas jóvenes en una habitación aumentaba sus nervios de maneras inexplicables.

—Bien. Fue relajante, siendo sincera—. Siguió los pasos de su amiga por la habitación, notando un pequeño trozo marrón entre las sábanas de la castaña.

—¿Y eso?—. Se acercó confiada. Era de su mejor amiga de quien estábamos hablando, habían dormido en la misma cama incluso, así que no era dilema el verla en ropa interior. El problema comenzó cuando un abrazo repentino de manera improvisada hizo aparición. Teela, en la desesperación de que la chica que le gustaba no tome su cuaderno personal, su diario de recuerdos, la abrazó por la espalda, olvidando por completo que se encontraba en ropas menores. Y ni mencionar la presencia de la pelinegra al otro lado de la habitación...—. ¿T-Til?—. Melsy era un tomate en esos momentos. Creyó que era un libro que la podría distraer del aburrimiento de su habitación, donde comenzaba a sentirse sola, pero terminó en una situación mucho más incómoda que la que sufrió minutos atrás.

—¡L-Lo si-siento! Yo no...—. La castaña saltó un metro lejos de la rubia, escondiendo su rostro en el toallón con el que estaba secando su cabello.

—¿Saben? Iré a ver a Nami, a ver cómo está arreglándose—dijo, rascando su nuca con nerviosismo, notando el inusual pero ya conocido calor en sus mejillas.

Prácticamente, corrió fuera de la habitación. Ambas dueñas de cada cama presente quedaron confundidas. Una por sus repentinas acciones y la otra por las acciones de la rubia que acababa de salir con su amiga de la infancia frente a ella.

Melsy corrió hacia el cuarto vecino, abriendo la puerta de golpe y cerrándola detrás suyo, sin pensar mucho en la opinión de la ojiceleste quién, al ver que se trataba de la rubia, la ignoró por completo.

—¿T-Todo bien?—. Se acercó hacia la mayor de cabello corto, observando que estaba vestida sólo con la parte inferior de su conjunto.

—¿De quién huyes?

—Me atrapaste...—. Era increíble lo cercana que se sentía con ella sólo llevando algunos meses de conocerse. Se sentía como una hermana de corazón.

—¿Me ayudas con esto? Se me desabrochó—. Las palabras no habían sido nítidas puesto a que llevaba invisibles en su boca y sus manos estaban ocupadas con su cabello. Lamentablemente, su brasier había decidido desabrocharse en el momento justo. Bee, sin problema alguno, se acercó y enganchó ambos extremos, desajustando las tiras de los hombros.

—Si lo aprietas tanto, se seguirá soltando y se romperá o te lastimará, torpe—respondió, tomando lugar en la cama de ella.

<<Con ella lo hago sin problemas... ¿Será por mis sentimientos que los nervios me invaden de esa forma?>>

Melsy carcomía su cabeza mientras la mayor terminaba de hacer su simple pero elaborado peinado. Se levantó de la silla, asomándose a la cama.

—Rubia, estás acostada sobre mi top—. Bee se levantó enseguida, tendiendo la prenda hacia su amiga, quien se la colocó.

—¿Quién diría que eras tan atrevida?—cuestionó con pequeñas risas al ver el atuendo. Consistía de un top suelto con escote en v y una pollera tubo de cuero con un cierre al frente.

—Ja, ja, muy graciosa.

—Hoy dormirás en mi habitación—dijo Melsy, sin pensar mucho—. No permitiré que tú o Asher se pasen frente a mis ojos.

—¿Quién dice que me visto para Asher?—. El cruce de miradas llenas de sarcasmo y fingida confusión duró unos segundos, dejando a la rubia como ganadora.

—Como sea, iré a terminar de arreglarme. Ponte un short debajo de eso—. Una nalgada terminó a parar en la mayor, quién pegó un leve saltito, sacando la lengua en modo de burla.

Melsy, una vez se sentó en su cama, tomó aquel saco color vino que su madre le había heredado. Lo había usado para su graduación, según ella, lo cual le llamaba bastante la atención. No le quedaba grande... ¿Entonces su madre, la enorme mujer de metro ochenta que fue campeona del ring hace no muchos días, solía ser así de pequeña a sus 18?

Se rió de la ironía ella sola, observando el resultado en el espejo.

—No me queda nada mal...

(¿Hate?) Love [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora