Capítulo 2.0

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—¿Segura irás?

—Todavía estoy en la primera semana, no puedo perderme las clases y quedar atrás—. Melsy le regaló un beso a Adora, subiendo a la moto de la morena para ir a clases.

Llegando al colegio, las miradas curiosas no hicieron falta. Catra rió por lo bajo.

—¿Está por aquí la muchacha que te interesa?—. Bee miró disimuladamente a su alrededor, viendo a "Blancanieves" caminando por el pavimento. Le llamó la atención que siempre esté hablando por teléfono. Asintió, turnando sus ojos entre su madre y la pelinegra mayor, a lo que Catra la miró disimuladamente.

—Mírala mi nena. ¿Te gustan mayores?—. Melsy se sonrojó, estrellando el casco en su pecho como venganza, a lo que la morena rió aún más fuerte—. Hoy te buscará mamá en el auto, no salgas tarde.

—Adiós—. Catra le lanzó un beso al aire, sonriente, para colocarse el casco y partir de vuelta hacia su casa.

Melsy sólo podía observar a las estudiantes que se reunían afuera, mirando a su madre como si fuera la manzana prohibida. Frunció el ceño, algo enojada. Pero, por muy dentro, estaba algo orgullosa.

Caminó colegio dentro. Hoy llevaba jeans grises rotos con una playera blanca lisa y de una talla más grande que la suya, acompañada de zapatillas negras. Su cabello iba suelto y tenía el buzo negro que recién se sacó. Se dirigió al número de casillero que le tocó, agradeciendo que sea uno de los de arriba. Dejó su bolso allí, atando su buzo en su cintura y tomando lo necesario para sus primeras clases. En el trayecto, escuchó una leve voz.

—Hola, Melsy...—. Miró a su amigo, Zeka, quien estaba acomodándose los anteojos y peleaba por mantener los libros apilados.

—Hey, déjame ayudarte con eso—. Tomó la mitad de la pila de libros, recibiendo un agradecimiento de parte del colorado—. A la biblioteca, ¿verdad?

—Sí...—. Se limitó a seguir el paso de su pequeño amigo, puesto a que todavía no conocía dónde se ubican los salones y algunas clases particulares.

Llegando, abrió la puerta para que el pequeñín entrara y luego ella, dejando los libros en el escritorio de la bibliotecaria, quién agradeció por lo bajo y siguió tecleando en su computadora. Ambos amigos se dirigieron hacia el pasillo, encontrando a la mayoría de los estudiantes.

Zeka se agachó, abriendo su casillero y sacando sus cosas para el primer bloque, mientras Melsy lo esperaba, apoyada en éstos de manera desinteresada.

—Uhm... Disculpa—. Bee giró su rostro desinteresado, encontrándose con unos bellos ojos grandes y negros. Quedó algo perdida, olvidando dónde estaba y con quién, pero su rostro neutro se mantuvo, enviando escalofríos en la pelinegra—. Estás sobre... mi casillero—. Melsy reaccionó y se movió de lugar, sin palabra alguna. Quiso golpearse mentalmente por lo maleducado que era no pedir disculpas, pero su lengua parecía haber desaparecido.

—¿Vamos?—. Zeka la volvió a la realidad. Asintió y se retiró, mirando de reojo a la chica de tercer año, "Blancanieves". Lo peor era que su aspecto era demasiado parecido al de la princesa. Su cabello era negro cuál carbón, su piel blanca como la nieve y sus labios rosas como la sangre diluida en ésta.

Llegando al pasillo donde se dividía, despidió al colorado con un saludo a lo lejos e ingresó a su salón, aún cuando la campana no había tocado.

A pesar de que tuviera el aspecto de chica mala y la personalidad de un algodón de azúcar, su ingenio no quedaba atrás. Había aprendido de su madre a esforzarse siempre en cada cosa que hacía, y sus estudios no estaban excluidos de aquello. Su compañero de banco, aquél niño de cabello azulado, por primera vez en aquellos primeros días, se quitó sus audífonos, mirando fijamente a la rubia sentada a su lado. Sólo había alrededor de 7 personas en el salón, por lo que Melsy no pudo evitar sentirse un poco incómoda.

—¿Necesitas algo?—. No se dejaría caer por algo tan simple como una mirada penetrante. Estaba acostumbrada a sufrirlas por parte de su madre cuando no quería confesar algo.

—No—. Primera vez que lo escuchaba. Su voz era mucho más profunda de lo que pensó que sería, por lo que se sorprendió un poco, pero no se dejó leer—. Sólo observo.

—Agradecería que dejaras de hacerlo—. Dicho esto, el muchacho suspiró, miró el pupitre de nuevo y se colocó sus audífonos, recostando su cabeza sobre sus brazos. Bee rodó los ojos, esperando el momento en que la profesora ingrese al salón para comenzar las clases.

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—Oye... ¿Puedo hacerte una pregunta?—. Melsy miró a la desconocida estudiante, extrañada por la repentina charla.

—Diga.

—La que te trajo esta mañana... ¿Es Catra, la garra filosa, de Londres?—. Bee quedó estupefacta. Jamás había escuchado el nombre del ring de su madre, y tampoco sabía que era tan... famosa. Asintió, algo perdida, recibiendo gritos de fangirls de parte del grupo de estudiantes que estaban con ella. Rodó los ojos, disgustada por la invasión de su tan preciado espacio personal, el cual sólo compartía con sus dos mejores amigos y sus mamás.

Haciendo su propio espacio, caminó entre las 4 o 5 estudiantes que la reunieron para preguntarle aquello, maldiciendo su suerte.

Caminando hacia la cafetería, recordó que su madre no estaba muy segura de que vaya al colegio luego de aquel pequeño colapso emocional, por lo que salió tan apresurada que olvidó el dinero para el recreo. Maldijo por lo bajo, pensando que su día no podría salir peor. Tomó el vuelto del día anterior, comprando un alfajor para no pasar hambre.

Camino a la biblioteca, terminó su alfajor y botó el envoltorio en un tacho de basura cercano. Antes de siquiera llegar, pudo ver cómo unos compañeros de su curso acorralaban a su pequeño amigo, Zeka. Colocando la mayor mirada de odio que podría ofrecer en esos días, se acercó.

—Oigan...—. Los muchachos giraron en su eje, mirando a la rubia alta sorprendidos—. Deberían comprar antes de que suene la campana—. Se veía en sus ojos que se habían asustado por la mirada de la dulce Bee, a lo que el más pequeño se sorprendió. Dicho esto, tomó el brazo de Zeka y sus cosas con el otro para entrar a la biblioteca, de una vez por todas.

—Melsy...Gracias.

—No te hicieron daño, ¿verdad?—. El más pequeño negó, preso de un leve sonrojo que resaltaba sus pecas. Bee rió por la ternura que le causaba su nuevo amigo. No sólo era tímido y tierno, sino que su altura de metro cuarenta y cinco era un plus. Revolvió su cabello con una de sus manos, acomodando sus cosas en su lugar de siempre y comenzando a leer y repasar sus apuntes en lo que quedaba del recreo.

(¿Hate?) Love [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora