23 de mayo, 2015
¿Por qué estoy haciendo esto? Deberíamos pensarlo mejor, y si algo sale fuera de nuestros cálculos.
Ayer, cuando creímos que el profesor Tanner de química nos descubriría y enviaría a detención, por asares de nuestra mala suerte, resulto que Allen decidió saltarse una de sus clases de matemáticas. Los nervios se apoderaron de mis minúsculos y flacuchentos huesos. Sin embargo, lo logre manejar de una excelente manera, tirando una pequeña mentira al ojiazul.
En fin, los chicos se tomaron su tiempo este día, hicieron palomitas, compraron pizza, bebidas, golosinas, todo lo necesario para no salir de esa habitación por un largo tiempo. Lo que no habían tomado en cuenta, mientras presumían sin parar sobre haber ganado la sala de cine, era nuestro pequeño plan diabólico entre manos.
La rubia toma la perilla de la puerta de madera que da entrada al salón de cine, da un veloz vistazo a los chicos, antes de lanzar con una agilidad y puntería extremadamente eficaces la bomba atómica de flatulencias. Rápidamente cierra la puerta, le hago entrega de la llave que nos encargamos de robar del despacho solitario de Marcus Brown, para luego proceder a poner en marcha el mecanismo de cerradura, ocasionando que los muchachos tramposos queden encerrados dentro de cuatro paredes cerradas, sin ninguna ventana o agujero en el que el nauseabundo olor a cadáver en descomposición pueda salir.
En consecuencia, los quejidos y forcejeos hacia el pedazo de madera, intentando huir, se hacen presentes.
—¡Abre la maldita puerta! — grita a la que detecto como la voz del moreno.
—¡No puedo! No se abre — los empujones desde el otro lado del pelinegro impactan fuertemente contra la puerta.
—Quítate, lo hare yo — protesta Allen, lo intenta, pero evidentemente falla.
—¡MORIREMOS AQUÍ! — chilla el castaño.
Los ojos de un esmeralda profundo de la rubia se mezclan con la felicidad de una buena venganza alrededor de sus pupilas, y las comisuras de sus labios se arquean hacia el cielo, complacida. Me contagio de su entusiasmo, logrando que saque una risita traviesa.
—No necesariamente — objetamos, al unisonó la rubia y yo.
—¡Déjenme salir! — suplica el castaño —. Soy muy hermoso para morir.
—¡No pudieron tirar un gas toxico! Moriría y acabaría con este sufrimiento llamado: Luke viéndose llorar a el mismo frente a un espejo.
Puedo imaginar fácilmente a Oliver colocando sus dedos índice y pulgar sobre el tabique de su nariz, tratando de mantener la paciencia.
—No, no, no. No saldrán de ahí nunca, o hasta que mi sed de venganza sea zaceada — canturrea Hayley.
—¡Joder! ¡Mis pobres pulmones se llenan de mierda!
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El Destino de Estar Juntos [LIBRO 1 y 2] [Completa ✔️]
Novela JuvenilVanessa siempre supo que Allen era imposible, a pesar de los sentimientos que se acumulaban cada que vez que él estaba cerca de ella, cada vez que intercambiaban una simple silaba, ella suspiraba internamente y el aleteo de las mariposas en su estóm...