24.-

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Miro a mi izquierda y Erick sale detrás de la puerta, literalmente saltando sobre mi y besándome en los labios.

Se pone de puntitas —aunque casi nada ya que somos prácticamente de la misma estatura—, aferrándose a mi nuca con sus manos y moviendo su boca inútilmente contra la mía.

Intento alejarlo, pero me entierra las uñas, haciéndome jadear un poco de dolor y al hacerlo, al abrir mi boca, introduce su lengua. Lo que es suficiente para que lo tome de los costados, levantándolo del piso con mis brazos y empujarlo hasta que su cuerpo choca contra los casilleros.

—¡Basta! —grito.

Me abstengo de golpearlo porque estamos en el pasillo, y no quiero que nadie me vea.

—Despídase de su empleo, entrenador.

Tiene los labios hinchados y una sonrisa juguetona.

—No, Colón —lo acorralo sin tocarlo hasta un hueco entre la pared y los casilleros—. Dices algo y recibirás una demanda de abuso, serás suspendido y... Por lo que vi en tu historial de maltrato familiar, no creo que a tu papi le agrade mucho la idea, ¿verdad? —digo con una sonrisa.

Leí su expediente. Tal vez de tantos golpes que le daban termino mal de la cabeza, tal vez podría hacerlo entender con miedo. Mi intención no era ayudarlo porque me agradara, mi intención es ayudarlo porque al hacerlo él sufre, ambos ganamos.

Sus ojos se cristalizan y abraza su mochila con fuerza.

—De hecho, no sé porque aún no lo hago —hablo separándome y fingiendo pensar—. Porque... Si tú le dices algo a cualquiera de mis amigos, no solo serás expulsado y golpeado, perderás a Christopher y Zabdiel, ¿lo sabías?

—¿D-De qué habla? —tartamudea limpiándose las mejillas.

—Sí, perderé su amistad por golpearte —digo—. Pero tú también lo harás por ser una zorra tan fácil.

Detengo su mano antes de que tire una bofetada hacia mí rostro, tomándolo por la muñeca y apretando fuerte.

—Quieres que te traten como nena, ¿no es así, Colón? Empezaré a hacerlo si vuelvo a verte por aquí.

Intenta zafar su mano, pero sólo aprieto más.

—Te trataré como te comportas —suelto su mano con brusquedad y me acerco hacia él—. Como una maldita zorra, puta, asquerosa, fácil e ingenua... —amenazo casi escupiendo en su cara—. Pero Erick, yo no me meto con zorras —lo miro de pies a cabeza—. Y mucho menos si son tan repugnantes y si me causan tanta pena —me relajo y me acerco a la puerta del gimnasio—. No debo discriminar a los enfermos, ¿cierto?

Abro la puerta, y antes de entrar volteo hacia atrás, viendo a Erick trotar por el pasillo, escuchando su llanto y sollozos, como si un peso se fuera de mi espalda.

—Ganamos —dice Richard una vez llego al centro de la cancha.

—No hables en plural, imbécil —habla Sebastián—. Le quitabas el balón hasta a los de tu propio equipo.

Villalobos se levanta de la banca y camina hacia nosotros.

—Sí, pues no es mi culpa que sean tan inútiles —se defiende.

Ambos se acercan como si fuesen a pelearse y los separo con mis brazos, no estoy de humor para una pelea.

—Tú —señalo a Richard—. Ve a dar diez vueltas a la cancha, mañana hablaré contigo.

Camacho pone los ojos en blanco y se larga a trotar con una sonrisa en la cara.

—Y tú —le hablo a Sebastián—. Espérame aquí, quiero hablar contigo.

—¿Sobre qué? —pregunta.

—Sobre Colón.

Me doy la vuelta y camino hacia el equipo. Hablan entre ellos y algunos ríen en voz baja.

—Bien, bien, mañana miércoles los evaluaré nuevamente —digo—. Ahora sólo tenemos diez minutos más de clase, por lo que tomarán un balón, correrán a la canasta y encestarán —les acerco el carrito de balones—. En fila, todos.

[...]

—No permitiré que vuelvas a besar a un compañero dentro de mi clase —regaño poniendo mis manos en la cadera y mirando seriamente al menor.

—Entrenador, Erick es mi novio.

Mi mano pica ya que quiero golpearle, pero justo ahora no puedo.

—Eres de los mejores jugadores, no quiero tener que echarte por mal comportamiento.

—¡Solo lo estaba besando! —habla levantándose de la banca.

—¡Es un chico, Sebastián! Recibirás burlas y humillación si sigues así.

—¿Me echaría del equipo por ser gay?

—¡Sí!... ¡No! Yo no... —me tallo el rostro con frustración, ni siquiera sé qué decir.

—Está bien —dice después de unos segundos de silencio.

—¿Qué? —lo miro crédulo.

—Dejaré a Erick —se encoge de hombros y toma su mochila.

—¿Qué? —repito.

—Erick es solo un chico, hay muchas chicas con más trasero y mejor personalidad. Me importa más estar en el equipo que tener que gastar mi tiempo hasta llevarlo a la cama —dice simple—. ¿Ya puedo irme?

—Ya, lárgate —hablo molesto.

Saca su celular y se encamina hasta la puerta, saliendo mientras envía algún mensaje de texto.

Me pone nervioso pensar en qué tal vez me está viendo la cara de estúpido, y me enojo más al recordar sus palabras: "me importa más estar en el equipo que tener que gastar mi tiempo hasta llevarlo a la cama".

Siento ganas de vomitar al recordarlas.

Es un adolescente, yo también tenía mis calenturas y también esperaba por llevarme a cualquiera a la cama, al asiento trasero del auto o incluso, en la misma escuela, pero jamás a un chico, jamás estuve tan desesperado.

Tal vez Erick nunca recibirá atención por parte de una chica, y tal vez es por eso que se quiso volver una. Si pretendía ser una se sentiría menos rechazado.

—Que asco —murmuro al pensarlo, dándome la vuelta para irme a bañar.

Si bien estoy nervioso no me preocupo por Colón, simplemente sé que no lo hará, no dirá nada. Incluso cuando no lo conozco muy bien no dirá nada.

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Gabbb.

Gym || Joerick || ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora