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—Puta madre —exclamo para mí mismo.

Entré a la casa después de ver a Emilia girar en la esquina, y no es hasta que me senté en el sillón que recordé que Erick estaba en el auto.

No sabía si ir sería lo mejor, aún tenía lágrimas saliendo de mis ojos y mi piel algo pálida delataba toda la sangre acumulada en mi rostro. Si iba por él me vería llorando así que rogaba porque no fuera un entrometido mientras caminaba al auto. Porque a pesar de todo no podía dejarlo asfixiándose ahí.

Abro las puertas con el botón de las llaves y voy al lado del copiloto, abriendo la puerta sin cuidado.

Colón aún estaba dormido en la puerta, por lo que cuando la abro este cae al piso en menos de dos segundos. Causándome una leve risita cuando mira a los lados con paranoia.

—¿Tuviste una pesadilla? —pregunto mientras se levantaba.

—Creo que ya la estoy viviendo —susurra, pero alcanzo a escucharlo.

Azoto la puerta y Erick quita su brazo de un rápido movimiento, viendo al auto y después a mí.

—Dormirás en el sillón, entra ya —ordeno cuando escucho un trueno y el cielo se vuelve más gris.

Entro a la casa y Colón cierra la puerta detrás nuestro.

—No toques nada, hay un baño subiendo las escaleras y no hagas ruido —digo y subo las escaleras sin mirarlo.

He notado su rostro de interés y curiosidad cuando vio mi rostro, así que evité tener que verlo subiendo a mi habitación y encerrándome en mi cuarto para gritar contra la almohada.

[...]

La alarma de mi celular suena una y otra vez, hasta que me canso y me levanto de la cama para apagarla. Ni siquiera sé porque tengo una alarma a las 11 p. m.

Me meto a bañar y a medio baño recuerdo que Erick está en la casa. Me altero ya que no sé qué ha hecho, es un maldito adolescente. No debí dejarlo solo en la sala del profesor que más odia.

—¿Erick? —pregunto a la vez que bajo las escaleras después de vestirme y quedarme sin zapatillas.

Miro la cocina y la entrada, pero no lo veo hasta que voy a la sala de estar.

Está dormido en un sillón, por la posición parece que estaba sentado y se cayó de lado al quedarse dormido. Sus piernas cuelgan de la orilla del sillón, así que las tomo y las subo, enderezando un poco su cuerpo.

Se remueve, poniendo sus manitas juntas debajo de su mejilla y juntando sus piernas con su pecho.

La piel de sus piernas está chinita, lo cual no me sorprende ya que la lluvia afuera provoca que haya bastante frío.

Tiene un poco de tierra en la ropa, rodillas y mejilla por caerse del auto, así que limpio un poco la tierra de su mejilla con mi mano y luego tomo una cobija pequeña de el armario de mi cuarto para cubrirlo.

Cuando termino él deshace toda su posición, subiendo una pierna a los cojines del respaldo, aferrándose a la cobija y dejando caer un brazo por la orilla.

—No me lo haces fácil —comento en un susurro.

Empujo su pierna lejos del cojín del respaldo y cuando cae sobre su otra pierna este se despierta un poco. Siendo yo lo primero que ve.

—Perdón, estaba cansado —se disculpa mientras se endereza, viendo la cobija que tenía sobre él y frunciendo el ceño.

—Yo solo... Te dije que tendrías frío con esa ropa —digo—. Ven, te daré una pijama —doy la vuelta y camino hacia las escaleras.

—No —niega—. Está bien, estoy bien.

Me detengo y volteo a verlo. Pongo atención en él y noto que es más alto de lo que había notado antes, sus pestañas son largas y estás se mueven de arriba a abajo rápidamente por sus nervios.

—Bien —digo y regreso donde él—. Necesito hablar contigo.

—¿E-En serio? —mira su ropa y luego me mira a mi lamentándose—. S-Sé que dije q-que no la usaría, pero estaba en mi casa. Solo me la estaba probando, yo no...

—No es sobre eso —comento y me siento en el sillón—. Es sobre Christopher... Y de paso sobre Zabdiel.

Erick abre la boca un poco en forma de sorpresa.

—¿Estabas llorando por ellos? —susurró.

Suspiro un poco molesto y lo tomo de la muñeca para jalarlo y sentarlo a un lado mío.

—¿Qué demonios te vio Chris, eh? Eres un niñato, eres raro —le digo, sacando un poco de lo que quería decirle en su cara.

Erick niega y juega con sus dedos.

—N-No sé de qué habla, entrenador.

—¿Recuerdas lo que te pedí para que te ayudara con Becky?

Asiente y me mira algo nervioso.

—No usar ropa de... niña, no hablar con Christopher ni Zabdiel y... —sus mejillas enrojecen—. No intentar o hacer algo como en su oficina.

Asiento con mi cabeza y me recargo en el respaldo.

—Cambiaré las reglas —le digo cruzándome de brazos.

—¿Qué? Pero Becky no dijo nada, el director no le creería y...

—Aún puedo decirle yo todo al director —su piel palidece y niega con una sonrisa.

—¿Qué? No. No tendrías porque...

—Cállate —ordeno—. Primera regla: seguirás viendo a Christopher y Zabdiel. Si te preguntan porqué no fuiste a verlos, les mientes, no sé.

Asiente con la cabeza, pero su rostro es de pura confusión.

—Segunda regla: terminarás con Sebastián.

—¿Qué? ¿Por qué? —abre la boca sorprendido—. Lo de la cancha no volverá...

—Que lo dejes. Y lo harás sin chistar —le digo poniendo los ojos en blanco.

El estómago de Erick hace algunos ruidos y yo lo miro confundido, pero él solo se levanta y niega.

—¿Por qué? ¿En qué le afecta? —pregunta algo molesto.

—Es asqueroso. Y Sebastián no te conviene —me levanto junto a él—. ¿Qué comiste hoy? —pregunto viéndolo con seriedad.

—No es asqueroso, n-no lo es... Sebastián es bueno conmigo. Me defiende.

—¿Sí? —pregunto con una sonrisa burlona—. ¿A cambio de qué, niño? ¿Cuántas veces te ha metido mano a cambio de ponerse enfrente tuyo y de defenderte de alguien superior a tí? —mi sangre hierve repentinamente y lo jalo del brazo para llevarlo a la cocina cuando su estómago vuelve a hacer otro ruido molesto—. Y te hice una pregunta antes.

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Gabbb.

Gym || Joerick || ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora