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En cuanto estaciono el auto, Erick sale corriendo hacia la casa. Todo el camino pareció tener un ataque, se cubría los oídos por el ruido de la lluvia, respiraba con pesadez y miraba al suelo como si dependiera de su vida. Incluso pensé en parar el auto a medio camino.

—¡Erick, espera! —pido, corriendo detrás de él y cerrando la puerta de la casa después de entrar.

—¡Lo odio, lo odio, lo odio! —grita tan fuerte que sé que los vecinos se quejarán por el ruido más tarde—. ¡Me odio! ¡AHHHH! —grita y corro a él justo antes de que golpee la pared—. ¡AHHHH! —grita nuevamente y comienza a forcejear contra mi agarre.

Patalea hasta el punto que levanto su cuerpo y patea el aire. Sus brazos golpean cosas invisibles y luego a mis brazos. Casi puedo sentir la vibración que causan sus gritos, me duele escucharlo y verlo actuar así.

—¡Ya basta, Erick! —grito e intento tomar sus brazos—. ¡Por favor, esto no es tu culpa!

—¡PÚDRETE! —exclama y golpea mi mejilla con su codo y demasiada fuerza.

Enseguida lo suelto y él me empuja lejos. No lo solté porque me doliera el golpe, lo dejé porque sé que está tocando fondo y será peor si sigue reteniendo el odio. Y aunque jamás imaginé que Erick me golpearía, de cierta manera dolió más que me gritara y alejara.

—¿Feliz? —pregunto con la respiración agitada, dejando mis brazos descansar a los lados.

Parece calmarse después de unos segundos de silencio. Traga saliva y sus ojos vuelven a humedecerse. Niega.

—Y-yo lo lamento... por todo —mira al suelo, rindiéndose. Pasando sus manos por su cabello y jalándolo a la vez.

—Ya deja de pedir perdón, ¡deja de ser tan terco, esto no es tu culpa! ¡Jamás lo fue y jamás lo será! —le recuerdo molesto.

Niega más y se deja caer en la bracera del sillón de la sala, no deja de mirar al suelo. Algunas lágrimas caen directo al suelo, pero aun así él se limpia los ojos con su suéter.

—Lamento ser lo que no quiero —susurra—. Lamento decepcionar y darle a asco a todos, Joel. ¡Lo lamento! —niega con la cabeza y mi pecho comienza a doler, estoy cayendo en la desesperación—. Él siempre tuvo razón... soy un maldito error, Joel —ríe falsamente como si acabase de descubrir algo obvio—. Realmente lo soy.

Mi cuerpo tiembla, no sé qué hacer. Tengo miedo, pero a pesar de todo, camino hacia él con firmeza. No dejo que el miedo se apodere cuando lo beso. No sé qué más hacer él siempre me dijo que esto le hacía sentir mejor, y ahora lo hace conmigo, besarle me hace sentir que estoy seguro de algo.

Y a pesar de que él dude al comienzo y no parezca entender, siento mi corazón desacelerarse cuando mueve sus labios contra los míos.

—No eres un error —hablo en medio del beso—. Jamás lo fuiste, deja de repetir eso. Hazlo por mí, Erick —casi ruego para después continuar.

Se levanta de la bracera y sus lágrimas caen entre nuestros labios, siento lo salado de ellas entre nuestras lenguas. Sus manos toman mis mejillas y las mías su cadera. Siento temblar cada parte de mí, cuando acaricio su piel por la orilla de su camiseta, siento una descarga de energía recorrer todo mi cuerpo al pensar en lo que estoy haciendo. Mi pecho sube y baja con desesperación, siento mis ojos llenarse de lágrimas incluso cuando los tengo cerrados.

Mi labio dolía antes por los golpes de Erito, pero Erick parece saberlo, tiene cuidado. Pasa su lengua sobre mis labios y luego acaricia nuestras lenguas juntas. Sus manos juegan con mi cabello y parece querer retroceder por un momento, pero aprieto su cadera ligeramente y doy un paso atrás con él. Haciendo que de alguna manera nuestros cuerpos caigan sobre él sillón, pero no nos separamos. Yo subo mis manos hasta los lados de la cabeza de Erick y apoyo mis rodillas entre sus piernas y la orilla del sillón. Profundizo el beso, recorriendo su boca centímetro por centímetro, sintiendo esa nueva y linda sensación en mi abdomen y pecho. Solo escuchando el chasquido que provocan nuestras bocas y la ahora fuerte lluvia de afuera.

Gym || Joerick || ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora