41.-

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Observo a Johann entrar a su casa y luego miro a Erick.

El auto está apagado a un lado de la acera, la radio está apagada y a lo lejos se veían varias nubes grises.

—Desde la casa de Johann a la tuya calculo veinte minutos... ¿Es suficiente para contarme tu historia? —le pregunto de una forma neutral.

—No importa, yo solo... Era un niño estúpido —se encoge de hombros y toco levemente su espalda.

Yo quiero mucho a Christopher y a Zabdiel. Son mis amigos desde hace mucho, casi tanto como Johann, pero el punto es: ellos han hecho muchas Chris. Soy homofóbico, sí, lo admito. Pero... Aún así me manda mensajes de buenas noches y buenos días, me trata casi como a Zab y lo único que hago es fastidiar a su nuevo amigo para alejarlo de ellos.

—Te llevaré a casa —le sonrió un poco, pero no me ve. Así que solo retiro la mano de su espalda y arranco.

Y así lo hago. Lo llevo a casa.

Como la vez pasada, se quedó dormido recargando su cabeza en la ventana y sus manos juntas para hacer una almohada. Aunque eso no lo salvó cuando pasé por un bache y su cabeza rebotó contra el vidrio, a lo que inevitablemente me reí fuerte mientras estacionaba el auto fuera de casa.

—Llegamos, pero si quieres dormir en al auto no hay problema —me burlo mientras me quito el cinturón de seguridad.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunta después de mirar a los lados y notar que estamos en el patio de mi casa—. ¿Qué hago aquí?

—Te dije que te llevaría a casa... No especifiqué a cuál —me encojo de hombros y salgo del auto.

Escucho la puerta del auto abrirse y luego cerrarse.

—¡Entrenador! —grita trotando por detrás para entrar a la casa después de mí—. Debo ir a casa. A mí casa —dice entrando, pero quedándose cerca de la puerta, sin siquiera cerrarla.

—¿En serio? —saco un poco de comida del refrigerador—. Me sorprendes, Erick. Siempre.

—¿De qué habla?

Me acerco a él y cierro la puerta.

—¿En serio quieres volver ahí? Tu padre te golpea —hablo incrédulo.

—Claro, y usted no —en su voz hay sarcasmo, pero su rostro solo expresa preocupación.

—¡No hoy, no ayer! La única vez que te golpeé fue porque te lo merecías —lo señalo como niño pequeño.

—Necesito ir a casa —insiste.

—¡La maldita puerta está abierta! Si quieres irte, hazlo. Si quieres quedarte, abajo está el sofá cama. Me da lo mismo, solo quería ser amable contigo. Tal vez... No sé —me rindo y camino a la cocina.

—No lo entiendo, no sé por qué...

—Por Christopher, Erick. Por mis amigos, porque todas las veces que he tenido que soportarte, estén presentes o no, lo hacía por ellos —escupo las palabras—. ¿Crees qué yo me juntaría con alguien... Como tú? No, Erick. Todo es por mis amigos, por estar bien con ellos.

Se queda callado, así que continuo.

—Pero hoy... Te vi solo como un chico normal. Todo fue divertido y agradable, y lo lamento si no te llevé al infierno de tu hogar, pero puedes largarte cuando quieras.

Erick se queda callado, al igual que yo y al igual que todo.

Estoy de espaldas, veo su silueta reflejada en la ventana de la cocina, solo veo y siento su mirada sobre mí.

—¿Entonces? —volteo finalmente.

Erick toma una foto enmarcada de una mesa decorativa que está en el pasillo de la entrada y lo lanza hacia mí.

—¡No tienes derecho! —grito una vez que estoy en el suelo por esquivar la foto que ha golpeado la puerta del refrigerador.

El vidrio estalló en pedazos, pero en un sonido opaco; el marco está tirado a un lado mío y siento una leve comezón en la mejilla, pero no me levanto y me quedo arrodillado detrás de la barra.

—¡Y usted no tiene derecho a lastimarme! ¡Si su vida es miserable no es mi culpa! —grita con una voz rota.

—¡Pues mira quién lo dice, maldito maricón hijo de puta! —realmente no dije eso, ¿verdad?

Me levanto tan rápido como puedo y corro detrás de Erick, que está corriendo a la puerta.

La abre, pero logro sostenerlo de la cadera y jalarlo hacia mí.

La puerta se queda abierta y ambos caemos al suelo, yo sobre mis rodillas, abrazando el torso y brazos de Erick que ha caído con las piernas estiradas, e intenta que lo suelte con forcejeos débiles. Pero no forcejea como si realmente luchara por liberarse de mi agarre, lo hace con intención de golpearme en los brazos a pesar de que ambos sabemos que no puede dañarme.

—¡Déjame solo! —grita con la voz quebrada y lo abrazo más fuerte contra mi pecho.

Sus lágrimas comienzan a caer hasta mi brazo y parte de mi mano, mojando mi piel con tinta y volviendo los colores del tatuaje más fuertes.

Forcejea por varios segundos y solo lo sostengo fuerte contra mí, apreciando la vista que me ofrece la puerta abierta enfrente nuestro e intentando parecer fuerte ante sus palabras.

En mi cabeza se repite una frase una y otra vez, ni siquiera sé porqué las pienso, pero tampoco entiendo por qué no tengo el valor de decirlas.

"No tienes que irte, no hoy."

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Gabbb.

Gym || Joerick || ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora