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El silencio nos invade. Llora sin hacer ruido, solo deja sus lágrimas caer de sus ojos a sus tenis. Se limpia la cara y nariz con su camisa y luego mira la ventana con intención de no verme a mí, de no sentir mi mirada sobre él.

Llevamos segundos sin decir o hacer nada, de segundos pasamos a minutos —docenas de ellos—, hasta que me rindo de esperar que diga algo alguno de los dos, ni siquiera sé si hay algo para decir. Así que enciendo el auto y conduzco lento hasta mi casa. Cuando llegamos pequeñas gotitas de agua comienzan a mojar el auto y las calles.

Abro mi puerta y rodeo rápidamente el auto para abrir la puerta de Erick y casi obligarlo a bajar. Tomando su muñeca y metiéndolo a la casa delante mío, para después cerrar la puerta y quedarme parado detrás suyo, casi a un metro de él. Está temblando y apretando la tela de su sudadera.

—S-sé... sé que merezco todo el odio que sientes por mí ahora mismo —hablo finalmente—. Pero tú no tienes porque sufrir. No es tu culpa —su cuerpo se pone rígido al escuchar mi voz, me acerco un poco. Si estiro mi brazo podría tocarlo—. Haz lo que quieras, ¿bien? Grita, llora, duerme, rompe algo, golpéame —tomo un poco de aire y miro al piso, mordiendo mi labio que no deja de temblar—. Solo... quédate, por favor.

—¿Por qué lo haría? —pregunta valientemente después de algunos segundos, aunque su voz es fina y quebrada.

Voltea hacia mí, tiene casi toda la cara roja, aunque casi no pueda verlo. Y a pesar de que en su voz había seguridad e ira, su rostro refleja decepción, dolor y tal vez, un poco de esperanza.

No sé qué decirle. Mis manos sudan, mi respiración se acelera y siento mi cuerpo entero temblar ligeramente cuando un escalofrío recorre toda mi espalda. Estoy parado frente a él cobardemente, no puedo decir algo sin temor a decepcionarlo o herirlo más.

Así que termino por acercarme a él con dos grandes pasos y abrazarlo con fuerza. Y aunque él duda al principio, al final rodea mi torso y aprieta la tela de mi camisa mientras oculta su rostro en mi pecho.

—¿Puedes dejar de preguntarme cosas que no puedo responder? —pregunto cerca de su oído mientras paso mis dedos sobre su cabello—. O al menos... Erick —le hablo.

Él levanta la mirada poco a poco y puedo observar su rostro tan cerca que no puedo evitar recorrer con mis ojos cada facción de su rostro. Desde sus finos y rosados labios, hasta sus delgadas y largas pestañas. Sus ojos aún están rojos de tanto retener las lágrimas, pero parece que el abrazo lo ha calmado un poco.

—Lo lamento.

—¿Por qué? —niega con la cabeza y aprieta levemente sus labios.

Me encojo de hombros y sonrío un poquito, bajando mis manos hasta sus brazos para quitarme de su agarre y después poner mis manos en sus hombros aún sonriendo. Él parece confundido.

—No lo sé está vez. Pero... últimamente cada vez antes de besarme me pedías perdón —me acerco a él hasta que las puntas de nuestros tenis están juntas—. Solo quería imitarte.

Y por primera vez, yo lo beso.

Por primera vez lo beso sin estar confundido, sin dudar o hacerlo porque me dé lástima. Lo beso porque quiero y necesito hacerlo.

Cierro mis ojos y siento a Erick corresponder. Tiene que ponerse de puntas un poco para besarme, soy solo unos cinco centímetros más alto, pero me gusta.

Siento su cuerpo relajarse, sus manos subir hasta mi cuello y las mías hasta su cadera, asegurándome de que no retroceda. Siento un cosquilleo en el estómago cuando aprieto su cadera, y nuestras lenguas se juntan al igual que nuestros cuerpos.

Me aseguro de besarlo de una forma lenta y suave, como casi todos nuestros besos anteriores. Erick acaricia la piel de mi cuello y me agacho un poco para posicionarnos mejor, a lo que no puedo evitar sonreír ligeramente en medio del beso.

—Espera... —suspiro mientras me alejo un poco, sintiendo mis labios cosquillear y su mirada sobre mí.

Aún sonrío, y es que no puedo evitarlo.

—Me gustas, Erick —y eso es todo lo que tengo que decir.

No alcanzo a ver bien su sonrisa cuando ya vuelvo a juntar nuestras bocas, regresando al punto en el que estábamos. Sintiendo su sonrisa sobre la mía y sus manos temblar por alguna razón ahora sobre mis brazos.

—Me gustas, Joel —susurra contra mis labios. Y no siento que lo diga por las razones que dije antes.

Me gusta un chico, me gusta Erick. Y me gusta saberlo.

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Ayyy, amigues, estoy taaan feliz por estos dos, y al mismo tiempo tan triste porque hoy se acabó mi novela favorita, Mi Marido Tiene Más Familia, lloro, la empezamos a ver en familia a inicios de Marzo (la primer temporada) y luego seguimos con la segunda, y hoy fue el final. Ahora no sé qué haré todos los días en esa hora con cuarenta minutos que la daban (porque eran 2 capítulos diarios). Siento un vacío tan grande. Me súper encariñé con todos los personajes y ahora que ya no los veré, lloro mucho. :c

Gabbb.

Gym || Joerick || ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora