Si bien en otros momentos, se hubiera bajado del taxi tan rápido como su mochila se lo hubiera permitido pero en el momento en que este se detuvo, su corazón aceleró su palpitar. Su mano se quedó congelada sobre la perilla y su respiración la sentia aún más pesada.
-¿Esta es la dirección correcta, señorita? -el chófer la miró sobre su hombro.
-Si, si. Hace mucho tiempo que venía. Se siente muy extraño estar aquí.
-Pero siempre es bueno regresar a casa ¿No lo cree? -sonrió tratando de animarla.
Si tan solo supiera.
Cuando obtuvo suficiente valentía, bajo del auto sujetándose fuertemente de las cintas de la mochila. Al final del día se decidió por llevar consigo una mochila que Casady le prestó de las veces que iba con su familia a acampar. Era lo suficientemente grande para su ropa y así podía trasladarse con mayor facilidad. Le pagó al amable chófer antes de despedirse.
Antes de dar un paso, suspiró profundamente tratando de convencerse de no salir corriendo. Admiró la casa que estaba frente a ella, parecía que el tiempo no hubiera pasado, pues todo seguía igual. Abrió la puerta de la rejilla metálica para poder entrar al jardín delantero. Se alegró al ver que las maravillosas flores que la han adornado toda la vida seguían intactas. Estaban aún más hermosas de lo que recordaba.
En lugar de dirigirse a la puerta principal, prefirió rodear la casa para ir directo al jardín trasero. Tuvo que tener cuidado de no tropezar con alguna maceta o raíz. Sabía que estaba invadiendo propiedad privada, pero si nada había cambiado, aquel lugar seguía siendo su otro hogar.Apenas se hizo visible una figura agachada sobre la tierra cuando detuvo su paso. Ahí comenzaba el momento que le aterrorizaba desde hace tiempo, era definitivo que no podría echarse para atrás.
Solo bastó con un leve carraspeo para que la mujer del jardín notara su presencia.
-¿Alex? -arrugó la frente y entrecerró los ojos para mirarla mejor. Tuvo que colocarse sus viejas gafas para ver con claridad- ¡Oh, por dios! ¡Mi niña!
La señora Veles se levantó cuidadosamente para caminar hacia la chica temblorosa. Alex no supo como reaccionar hasta que sintió como los brazos de la mujer la rodeaban fuertemente como si quisiera fundir ambos cuerpos. Había olvidado los abrazos tan efusivos que daba la señora Veles.
-¡No puedo creer que estás aquí! ¡Mira lo cambiada que estás! -se separó y tomó su rostro entre sus manos- ¿Acaso eres una clase de fantasma? No podía creer lo que mis ojos estaban viendo.
-Tambien me da gusto volver a verla.
-¿Donde has estado metida todo este tiempo? No sabes la angustia que teníamos de no saber nada de ti. Lo único que hacía tu madre era...-exhaló bruscamente- ¡Vivian! ¿Acaso sabe que estás aquí? ¡Se va a morir al saberlo! No, no, mañana es la boda de tu hermana. No se puede morir ahora.
Alex siguió a la señora Veles al interior de la ya conocida casa de la familia. De la misma manera que en el exterior, nada había cambiado dentro. Se distrajo unos segundos mirando a su alrededor pero reaccionó en el instante en que la vio descolgar el teléfono para llamar seguramente a su madre.
-No, no la llamé -impidió que siguiera marcando- mamá no sabe nada pero la visitaré luego. Quiero que sea una sorpresa.
-¡Y vaya que sorpresa! -se quedó observándola un corto lapso de tiempo hasta que reaccionó y se dirigió al refrigerador- pero vamos, sientate. Deja tu mochila por ahí y platiquemos un poco.
Alex aceptó gustosa la invitación y jaló uno de los bancos altos de la barra mientras la señora Veles cocinaba algo rápido. La primera parte de la conversación no fue más que las preguntas que tenía la señora Veles para la joven. Siempre se había preguntado porque la chica se había marchado sin dejar alguna pista de dónde podría encontrarla su familia. Cómo siempre que tenía que relatar lo sucedido, Alex no dió mucho detalle, al menos no de lo que sucedía en su mente en aquel entonces pero si quería que la madre de su mejor amiga entendiera su decisión. Había Sido una cobarde, tenía que admitirlo, pero todo tenía una razón.