Los últimos rayos del atardecer iluminaron el camino de Alex a través de la ciudad. Luego de su visita al cementerio consideró que era buena idea caminar hasta la casa de sus padres. Recorrer las calles por las que tránsito la mayor parte de su vida ayudaban a despejar su mente y tranquilizar los nervios de volver a ver a su familia.
Tenía que admitir que extrañaba aquella ciudad con todo su ser, no había sido facil alejarse dejando toda una vida atras, dejando miles de recuerdos en casa esquina, miles de anécdotas y mucho menos a varias personas. Pero ahora estaba ahí para enmendar un error fatal. Todos cometían alguno en la vida. Luke lo cometió el día en que decidió dejarla sola en su departamento y ella cuando desapareció de la vida los demás.
Aunque también aquello trajo muchas cosas buenas para ella pero quería tenerlo todo. Por primera vez quiso ser ambiciosa y recuperar lo que fue suyo alguna vez.
Al llegar, el cielo ya había oscurecido y no había mucha gente en la calle. Se debatió entre tocar el timbre o entrar con su propia llave que milagrosamente encontró entre todas sus pertenencias. Podía ver la luz de la sala encendida por lo que sus padres aún estaban despiertos.
"Respira profundamente antes de entrar. Recuerda que es tu familia y ellos nunca te querrán lejos"
Recordó las palabras de Luke antes de subir al segundo avión. Hasta el último instante él procuró aligerar sus miedos y apoyarla a pesar de estar a distancia. Le pareció que lo más congruente seria tocar el timbre en lugar de invadir nuevamente un hogar pero a pesar de eso, al final hizo uso de la llave y entrar a pasos lentos.
La calidez del hogar azotó contra su cuerpo y un agradable aroma invadió sus fosas nasales. Seguramente su madre estaba cocinando de los nervios del día siguiente. Se asomó y comprobó que no había nadie en la sala antes de entrar completamente pero solo fueron un par de pasos antes de que Vivian saliera de la cocina. Se congeló en el instante en que su mirada cayó sobre el cuerpo cambiado de su hija menor.
-Hola, mamá -susurró incapaz de mover un músculo.
Su progenitora llevó ambas manos a sus labios al mismo tiempo que aspiraba aire entrecortada mente. Alex comenzó a preocuparse al ver lo palida que se estaba tornando su piel.
-Santo cielo -murmuró aún con tapándose con sus manos- ¡Oh dios mío! ¡Joel! ¡Joel!
Intento dar un paso pero sus piernas se desestabilizaron pero logro sujetarse de la pared. La castaña corrió a su ayuda por temor a que se desmayara y se diera un fuerte golpe. Al tenerla tan cerca, la madre de Alex acunó el rostro de su hija para examinarlo, convencerse de que aquello era la realidad y no de los tantos sueños que frecuentaba tener.
-¿En serio estás aquí? ¿Esto no es una ilusión? No soportaría que lo fuera -varias lágrimas comenzaron a derramarse las cuales Alex limpió con sus dedos.
-Soy yo, mamá -sonrió con ternura- regrese.
Joel, su padre, terminó de bajar las escaleras y a su esposa en compañía de alguien más. Tubo que aferrarse fuertemente del barandal cuando la chica dió vuelta y descubrió que se trataba de su pequeña.
-¿Alex? -la miró asombrado- ¿En verdad eres tú?
No sólo le sorprendía verla ahí si no también ver todo el cambio por el que había pasado en ese tiempo.
-¡Por supuesto que es ella! -contestó la mayor mucho más alegre y con mejor aspecto- ¡Joel es ella! ¡Mi hija ha regresado! -la jaló hacia ella y abrazó con todas sus fuerzas- ¡Mi hija regresó!
Mientras el hombre se acercaba a las dos mujeres para unirse al abrazo. Los gritos de la señora Paes llegaron hasta el piso superior en donde se encontraba Ana, la futura casada, terminando de alistarse para salir con sus amigas esa noche. Frunció el ceño al escuchar a su madre gritar de tal manera y se alarmó en un primer instante. El repiqueteo de las zapatillas se hizo sonar al bajar las escaleras y encontrar a sus padres abrazando la pequeña figura de su hermana menor. Al igual que todos, se congeló al verla pues no creía que asistiera a su boda.
