Capítulo 3

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Lo primero que hice tras despertarme fue recordar la sucesión de escenas disparatadas que ocurrieron la noche anterior. Las numeré una por una siguiendo la escala de vergüenza ajena. 

Las imágenes de mi encuentro con Liam y de nosotros dos coqueteando, inundaron mi mente dejando que una especie de cosquilleo recorriese mi columna vertebral. Esbocé una sonrisa cuando pensé en que ese día lo volvería a ver de nuevo y el rubor surgió en mis mejillas. 

Debía reconocer que no estaba para nada nerviosa, era más bien... ¿entusiasmo?.

Hacía menos de 24 horas que lo acababa de conocer y ya tenía una irrevocable necesidad de volver a verlo. Suspiré. 

April, definitivamente te falta un tornillo en la cabeza pensé en mi subconsciente.

Rodé hacía el otro lado de la cama y le eche un vistazo al reloj despertador que estaba sobre mi mesita de noche. Bien, solo era un poco más tarde de las 12:00. Volví a cerrar los ojos. 

Espera. 

Alcé mi cuerpo ayudándome de los antebrazos y volví a fijar mis ojos en aquel reloj. Las manecillas de este seguían fijas en el mismo sitio. Ahogué un grito. ¡Mierda, ya eran más de las 12!. ¿Desde cuando pasaban las horas tan deprisa? ¡Liam estará aquí en menos de una hora y media!. 

Salté de la cama y me lancé escaleras abajo en busca de mi madre. No tenía ni idea de que podía usar para asistir a la dichosa boda, había asumido que llevar puestos unos vaqueros y una camiseta sería algo inapropiado.

-Mamá, ¿Qué debería ponerme para asistir a una boda? -pregunté cuando irrumpí en la cocina -.

Claro, actual casual April. 

Mis padres se miraron el uno al otro y enarcaron las cejas, parecían confundidos.

-Buenos días a ti también – bromeó mi padre -.

-Lo siento – sonreí – Buenos días, Mama ¿Qué debería ponerme? -repetí con un tono de suplica en la voz -.

-¿Vas a una boda? ¿de quien es? Yo no conozco a nadie que vaya a casarse –ella frunció el ceño y me miró como si le estuviese bromeando o acabase de perder el juicio -.

Puede que eso último si era un poco cierto. 

Tragué saliva. Piensa algo rápido, chica.

-La hermana de un amigo se casa, su cita se echo atrás en el último momento – mentí, encogiéndome de hombros – así que me mando un mensaje pidiéndome que fuese con él, es mi buena obra del día.

No podía decirles exactamente que ese chico era el camarero que acababa de conocer la noche anterior en la discoteca y con el que por cierto termine saliendo poco después con él mientras ellos pensaban que yo estaba en casa de Bonnie viendo un maratón de películas de Marvel.

-¿Que amigo? - mi padre me miró de reojo -.

-Oh ya sabes – murmuré distraída agitando la mano de forma desdeñosa– un compañero de clase, nos llevamos muy bien.

-Qué te parece si llevas mi vestido sin tirantes, ese que es de color lila y usé para el bautizo de tu prima Rebeca – opinó mi madre -.

Parpadeé sorprendida y la miré atentamente con los ojos muy abiertos.

-¿Enserio? Me encantaría – alcé las manos hacía arriba entusiasmada -.

Mi madre tenía un gusto por la moda increíble, al contrario de mi, que soy una negada en ese tema. Agradecía al universo de que ambas tuviésemos la misma talla, porque a menudo (por no decir siempre) yo usaba más su ropa que la mía propia.

No sé qué somosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora