Durante la clase de Educación física estuvimos jugando al fútbol, así que cambié la ropa por el uniforme de deporte que constaba de unos pantalones básicos y cómodos junto a una camiseta con el escudo del instituto, me puse mis zapatillas deportivas antes de salir a las pistas de cemento que estaban situadas en la parte de atrás del instituto.
No me gustaban los deportes. Podía decir felizmente que mi único deporte era el abdominal diario que hacia al levantarme de la cama cada mañana.
Yo era un poco propensa a los accidentes.
No es que fuese patosa o algo así, no me caía todo el tiempo, pero generalmente terminaba haciéndome daño si había que participar en algún tipo de juego físico.
Y ese día por supuesto no iba a ser una excepción.
Le di una patada al balón al mismo tiempo que un tío de mi clase hacía lo mismo, y terminé cayendo de bruces al suelo. Afortunadamente puse las manos delante y me alivió un poco el golpe, pero terminé raspándome bastante las dos palmas de las manos. Siseé de dolor y me impulsé hacia arriba para sentarme.
Justin, el tío con el que había casi chocado al intentar darle a la pelota, vino inmediatamente hacía mi y se agachó a mi lado.
-¡Joder! ¿Estás bien, April? -preguntó, disculpándose con la mirada -.
Asentí y dejé que tirará de mí hacia arriba para ponerme de pie.
Me ardían las manos. Hice una mueca cuando vi que estaban sangrando por un montón de pequeños cortes y rasguños, incluso había suciedad mezclándose con la sangre.
Fantástico.
-Estoy bien, Justin, no te preocupes, esto es algo normal para mí -sonreí mientras usaba mi camiseta para desprender algo de la suciedad en mis manos -.
El señor Andrews, profesor de educación física, se acercó y reinició el partido para que la gente dejara de mirarme embobada.
-Ve a lavarte las manos, April, quizá deberías ir a ver a la enfermera para que compruebe si toda la tierra ha salido - sugirió, haciendo una mueca de dolor al ver mis palmas -.
Asentí y me dirigí a la enfermería, sentándome allí mientras ella me limpiaba las manos con algodón y usaba unas pinzas para sacar un par de piedrecitas antes de frotarme las palmas con antiséptico de un olor nauseabundo. Después de que terminara fui derecha al vestuario, cambiándome la ropa de deporte en lugar de volver a salir a jugar a la pista.
El resto de la mañana pasó tan rápido que apenas pude seguir el ritmo. Fue como si el tiempo me estuviera torturando o algo así.
Cuando la campana del almuerzo sonó, agarré mi mochila y me dirigí a la clase de Liam. La puerta ya estaba abierta, pero afortunadamente él aún no estaba allí. Entré al interior y caminé hacia los pupitres del fondo de la clase. Elegí el que estaba cerca de la ventana y lo suficientemente lejos de su mesa para no tener que soportar su rostro de imbécil.
Saqué mis auriculares, enchufándolos en mi teléfono móvil.
Intente que mi mente se evadiese de la realidad y pensara en cualquier otra cosa que no fuera él. Cerré los ojos y puse las manos en el pupitre, con las palmas hacia arriba, esperando que dejaran de escocerme pronto mis heridas. Un par de canciones más tarde, mi música se detuvo inesperadamente.
Abrí de golpe los ojos para ver a Liam delante de mí, con el ceño fruncido.
Me quité los auriculares de las orejas, tirándolos sobre la mesa con enfado.
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No sé qué somos
Teen FictionApril es una chica de 17 años, que disfruta del verano antes de su último año de instituto. Ella como toda adolescente esta en esa edad en la que un no siempre puede llegar a ser un sí, incluso colarse con carnet falso en una discoteca con sus amiga...