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Merceline Dant, la chica estaba recargada en uno de los barandales de los palcos, observaba la restauración del lugar con el que su padre se había obsesionado últimamente. Desconocía el por que de su repentina obsesion, todo aquello comenzó con un aparente sueño, quizás los estragos de la edad le habían afligido por fin, no lo sabía, tampoco era como si la relación actual con su padre era la mejor, el hombre siempre ocupado trabajando desde que ella tuvo memoria, un hombre serio y frio a la hora de dirigir, eso era... el señor Dant siempre fue un líder... pero pésimo padre.
La joven vio entonces entre los trabajadores a uno en particular, este estaba sucio, polvoriento y tenía basura en sus manos, su boca era sonriente, su cabello ligeramente largo con algunos rizos, el chico sonreía pero... Merceline vio sus ojos, estos mostraban algo... algo muy profundo en él, de pronto Merceline se dio cuenta de que lo estuvo observando por mucho tiempo y miró a otra parte dándole la espalda, eso era algo que su madre le había inculcado desde niña, reprimir cualquier expresión de asombro, enojo, felicidad y tristeza, eran reglas de lo mas estúpidas
-Mercy cariño que haces ahí?- aquella voz hacía sentir un genuino malestar en sus entrañas, un grito de ira que poco a poco se disolvía con represión, era de nuevo esa maldita peste que tenía por novio, Merceline admitió que al principio aquel muchacho era lindo, atractivo y caballeroso, se enamoró de él en un tiempo, pero... poco a comenzó a convertirse en...
-tu padre mercy, que diría si te viera aquí, no es un lugar seguro...- continuó el tipo
-¿te sientes intimidado por estos hombres Maurice?- dudo mucho, resistir para todos ellos, ¿qué podría hacer una chica como yo?- dijo ella con una voz tranquila, como cansada y frágil,  su mirada estaba distante, como una anciana añorando su distante juventud, una niña que mira a otros niños jugar libremente en la calle mientras ella estudiaba canto una y otra vez...
-oh mercy, algunas veces no entiendo que es lo que hablas- sonrió el de una forma nerviosa
-no me sorprende, en fin... solo pasaba por aquí,  quería echar un vistazo ya sabes, a algo distinto a la casa de los Dant-
-¿te escabulliste de casa sin permiso Mercy? oh dios si tu padre se entera...-

-descuida romeo, yo le dije que vendría a verte, a traerte algo de comer por tu arduo trabajo- era difícil saber si Merceline era sarcástica, su voz no era ni oscura, ni falsa, su voz solo era... nada
-oh gracias mi chica, ¿que es lo que me preparaste?- preguntó credulo aquel hombre, Merceline solo lo observo en silencio, observó la cara de idiota que ponía en esa piel blanca y cabello rubio, hubo un silencio y luego comenzó a sonar el celular del tipo, Merceline se volteo a otra parte, ya sabía lo que pasaba, era el asistente del asistente, así de ridículo como suena, llamaba unas 3 o 4 veces por día y luego Maurice se marchaba, aparentemente era un chico que veía el trabajo de Maurice como el empleo mas genial y una meta a seguir, entonces ese chico inocente que era solo un recepcionista mediocre se convertiría en el lamesuelas oficial del jefe, si es que Maurice algun dia se convertiría en el dueño de la compañía familiar, y para eso el tendría que usarla a ella, era eso, claro si Mercy lo permitía
-debo irme Mercy, es Mark ya sabes, tengo que...- 
-ya lo se te veo luego Maurice- no hubo respuesta, el tipo tomó su saco y se marchó, a Merceline no le importaba en absoluto, ella solo caminaba entre los pasillos del gran teatro, pensaba en sus mejores años la gente importante que merodeó por los mismos pasillos, se imaginó a su propia familia en aquella época,  a su padre con un fino traje de finales de los 1800 al ultimo grito de la moda, luego se imaginó a su madre con un artefacto de tortura en la espalda y abdomen que supuestamente corregía su postura, con un extravagante sombrero a pesar de estar bajo techo, con un exagerado abanico y un par de binoculares diminutos para ver mejor la obra, por ultimo la joven Merceline, ella llevaría un vestido rosa pastel con encajes blancos, medias blancas que estarían escondidas entre cortinas de tela bajo la falda, llevaría una especie de jaula bajo la misma para darle forma de domo. unas zapatillas a la medida, y la misma mirada indiferente de siempre, eso pensaba mientras se encontraba de pie en uno de los palcos tras asientos de terciopelo deteriorados.
poco después ella se apartó para subir por unas escaleras que le parecieron interesantes, subió por las escaleras para llegar a lo que era la azotea del gran teatro, la vista era espectacular,  cuando ella estuvo arriba un grupo de palomas emprendieron vuelo anunciando su llegada, el viento le movía el cabello, era un lugar hermoso, un lugar donde nadie la vería, entonces ella tuvo el atrevimiento de sonreir, una leve mueca apenas visible en su rostro, la chica entonces vio algo, un grupo de cajas viejas de madera apiladas, la base era solida, entonces ella no caería, se sentó y sintió que era el trono del rey, la vista desde ese lugar era aun mejor, podía ver las calles repletas de autos, las casas del centro que eran las mas antiguas de ciudad central, el estilo gótico en ellas era espectacular desde esta vista, las gárgolas de las enormes casonas la observan entre muecas retorcidas
-es una hermosa vista- dijo otra voz a sus espaldas, ella se giró de inmediato levantándose de aquel trono de madera, se trataba del chico de hace rato
-¿qué haces aquí?- dijo ella con una expresión sería, tratando de imitar la forma en la que su madre lo hubiera dicho
-ese es mi asiento, encontré este sitio hace rato y me gustó, ya es la hora de mi descanso así que...-la expresión del chico era audaz, sonreía... sin temor a nada se sentó donde ella estaba e ignorándola totalmente observaba la ciudad como ella lo hacía
-no debería estar en este lugar señorita, podría meterme en problemas... o podrías meterte tu en problemas-
-insolente, no tienes ni la mas minima idea de quien soy...- al oír eso el chico se volteo a ella viéndola parada ahí con la misma mirada indiferente
-¿acaso nos hemos visto antes?-
-soy la hija del hombre que es dueño de este lugar- respondió ella y el chico soltó un silbido
-oh vaya, eres de la realeza, ¿entonces debo decirte majestad?- la voz de él era burlona, pero agradable, claro que a Merceline no le pareció nada agradable
-¿te estas burlando de mi?- dijo ella sin darse cuenta de que su rostro se había tornado en una expresión molesta
-así que si puedes cambiar esa cara, cielos... comenzaba a preocuparme de que fueras un androide o algo así- rió el chico despreocupado levantándose del asiento y merceline de inmediato cambió su expresión aunque por dentro estuviera molesta
-insolente, te estas pasando conmigo, puedo hacer que te despidan!-
-adelante, de todas formas este lugar es una porquería- dijo él marchándose con las manos en los bolsillos
-oye, no me hables de esa forma, ignorante... no eres nada- el chico se detuvo de repente lo que asustó un poco a Merceline, el solo giró levemente su rostro para verla por encima del hombro, su expresión había cambiado totalmente, estaba serio, como si algo hubiera asomado por su mascara de chico alegre, aunque sus ojos no lo mostraban molesto si que Merceline notó algo a través de sus claros ojos verdes
-te equivocas majestad... yo... soy un artista- Merceline se quedó en silencio y el chico solo volvió a caminar
-puedes venir aquí cuando gustes, si mi presencia te molesta solo no vengas a esta hora- dijo para perderse en las escaleras.

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El fantasma de la opera (versión mejorada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora