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Merceline dan despertó de golpe en medio de la noche, su corazón latía asustado y su respiración era agitada, era extraño... observó el reloj en la mesa
-las 3...- dijo soñolienta mientras se levantaba a tomar una jarra de agua, mientras se servía su vaso vio por la ventana un momento, entre el firmamento de luces de la ciudad se encontraba una mancha oscura, el único sitio sin luz... el gran teatro, estaba ahí en las sombras, mezclandose con la noche
-estas aquí- dijo una voz en su mente, una voz femenina ajena a la suya
-¿que?- se dijo Merceline mientras confundida observaba su vaso de agua, quizás restos de su pesadilla aun sonaban merodeando por su cabeza, entonces Merceline intentó hacer memoria, ¿que era aquella pesadilla suya que no la dejo dormir? bebió el agua y se volvió a acostar cerrando los ojos, haciendo memoria de lo sucedido y pudo recordar algo, estaba en el gran teatro y... había una mujer mayor, su cabello era cano y su piel blanca era arrugada, sus ojos eran de color miel y... se encontraba frente a alguien, pero Merceline no pudo ver de quien se trataba, poco a poco sus pensamientos comenzaron a desvanecerse por el sueño, sus ojos pesados la hicieron dormir de nuevo y olvidó todo aquello al menos de momento.

Mientras Clint Torrance aterrado corría por el pasillo hasta un pequeño baño que era para los empleados, encendió la luz de una bombilla que colgaba del techo, en el momento que Clint la encendió esta se balanceaba lentamente mientras él se miraba al espejo, su rostro estaba pálido y aterrado, abrió la llave del lavabo y comenzó a mojarse el rostro una y otra vez, ¿qué diablos había sido todo eso? fue una locura... era definitivamente una locura! solo... fue un ataque de aquellos nada mas 
-uno demasiado real- se dijo otra voz,  Clint se sentó en el suelo intentando respirar con calma nuevamente, aquello que había visto se sintió demasiado real, era como si se hubiera transportado a otra dimensión, a otra época.
Dio un suspiro antes de recobrar la calma, luego se puso de pie y lentamente comenzó a abrir la puerta, asomó su rostro por el pasillo pero nada estaba por ninguna parte, ni silueta, ni fantasmas ni rata muerta, solo un viejo pasillo oscuro y solitario. Temeroso encendió nuevamente la luz de su linterna, pero nada... nuevamente nada
-solo fue una ilusión...- se dijo nuevamente- una ilusión y nada mas,  tonto Clint... deja de comportarte como un maldito loco- salió y continuó con su turno hasta las 4 cuando le tocaba a Robert.
Al día siguiente todo transcurría con normalidad, ambos amigos ya estaban despiertos en la oficina, Clint se despertó a las 9 de la mañana cansado, mas de lo que debería estar... bebía un café que le había preparado su amigo, sin duda el primer turno era el peor y mas largo
-parece que tuviste una horrible noche- dijo Robert pero Clint estaba algo distraído
-sera mejor que yo tome el primer turno ¿esta bien? ¿Clint?- Robert observó a su amigo, unas terribles ojeras estaban en su rostro, demasiado para ser la primera noche
-hey, vamos Clint- dijo su amigo moviendolo
-si si... como quieras hermano-  Robert dio un suspiro y tomó de su café, poco después ambos salieron para ir a casa, volerían por la tarde... pero los otros dos guardias de dia los toparon en el camino
-hey muchachos- dijo uno de ellos acercándose - ¿qué tal la noche?- 
-mhh nada del otro mundo, ¿cierto Clint?- dijo Robert, a lo que el chico comenzó a recordar fragmentos de lo que había pasado
-si... nada del otro mundo (¿o si?)-
Mientras los 4 hablaban Maurice y el señor Dant estaban a la distancia, observaban a los 4 conversando
-todavía no saben nada señor, nadie vio nada y nadie escuchó nada...- comentaba Maurice mientras el señor Dant observaba a esos dos chicos nuevos
-afortunadamente ellos no tenían familiares cercanos ni amigos, un par de viejos amigos y los dos desaparecieron juntos-
-entonces...-
-solo sabemos que uno de ellos fue al sótano y no volvió, su amigo fue a buscarlo y desaprecio igual, que nadie baje al sótano hasta nuevo aviso- la voz del señor Dant era fría y antipática, hacía dudar a Maurice, le hacía temer... para él ellos solo eran un grupo de maquinas reemplazables, que forma tan macabra de ver a los menos afortunados que él, especialmente en estos días de crisis
-informalo Maurice- concluyó Faustus marchándose con las manos en la espalda
-si señor...- respondió Maurice.

El fantasma de la opera (versión mejorada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora