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Merceline Dant estaba repasando algunas clases con su actual profesora de canto, Eleonor Zlowik una mujer Alemana con una perfecta voz, Eleonor se había retirado hacía mucho, pero el padre de Merceline le había ofrecido un gran trato para dar clases particulares a su hija, Eleonor vivía en el vecindario francés de Ciudad central al otro lado de la ciudad
-has mejorado bastante Merceline, estoy segura que tu voz... cautivará a todos en el gran teatro- comentaba la Maestra mientras la chica bebía algo de agua
-¿cree de verdad que yo esté en el gran teatro?-
-tu padre sería un gran tonto si no lo hiciera, eres uno de esos talentos en un millón... uno que aparece por generación, sin embargo... no olvides Merceline, aun falta mucho por recorrer-
-claro, mal baratar mi vida y juventud para... ser ese uno en un millon-
-es el precio a pagar por supuesto, veras Merceline... yo creo que nuestras cualidades mas que un lujo son una responsabilidad, es tu deber como persona hacer algo útil con ellas, para eso son-
-en un mundo tan ingrato como este... por supuesto-
-bueno basta de charla Merceline, es tarde y ya debo ir a descansar, no es que moleste tu compañía, pero una vieja como yo aprecia su soledad, por eso estoy en ciudad central-
-si la comprendo, buenas noches señora slowik-
-buena noche Merceline, cierra la puerta cuando te marches-

La chica estuvo parada fuera de la casa de su maestra un buen tiempo, aproximadamente una hora, se suponía Maurice pasaría por ella pero la calle estaba casi desierta, la chica comenzó a incomodarse, en otra situación bastaba llamar al chofer de su padre, pero su celular había sido castigado la semana pasada,  la chica decidió caminar hasta la avenida principal para ver si lograba toparse con el auto de Maurice pero nada, solo estaba un desolado puente de piedra que conectaba el vecindario frances con la avenida al centro de ciudad central, la chica suspiró aunque por dentro estaba algo asustada con el escenario tan tétrico, echó un vistazo al agua del arroyo que pasaba por debajo del puente y algo la asustó, de entre el agua sobresalían un par de ojos brillantes y un rostro pálido, la chica estaba a punto de gritar pero al verlo bien... solo eran un par de luciérnagas posadas sobra una roca blanca, por un momento parecía ver el rostro de un fantasma
-idiota- se dijo a si misma, impacientada Merceline decidió caminar mejor, tal vez tomaría el metro a casa, ella recordó haberlo usado una vez con sus amigas del colegio por lo que no era mala idea, Merceline bajó las escaleras de piedra al metro, el sitio estaba algo desolado salvo por unas 10 personas esperando el siguiente viaje, era el que lo llevaría a casa o al menos eso creía, el metro llegó y se detuvo haciendo un fuerte ruido, Merceline abordó junto con una anciana y dos extraños, las puertas tras ella se cerraron y el metro comenzó a avanzar, la chica se sentó en el rígido asiento de plástico, frente a ella la anciana, al costado estaban dos hombres, uno se encontraba fatigado parecía muy cansado y el otro iba vestido de traje,  después de un tiempo el metro hizo una pausa las puertas se abrieron y un par de tipos entraron, ambos haciendo un escandalo al subir, se les notaba ebrios, en un muy mal estado, se carcajeaban y hacían bromas de muy mal gusto, el hombre fatigado se bajó en esa estación, la anciana se movió a otro vagón y quedaron solo el hombre de traje y los otros dos
-esto es una porquería- dijo uno de ellos tomando un periódico abandonado en los asientos- mira esto, la construcción del gran teatro esta en un gran progreso, dicen que lo terminaran en un par de meses mas-
-y mientras uno aquí hurgando en el alcohol, es mas barato que la comida- 
-ciertamente- ambos se carcajeaban, Merceline los observaba algo extrañada pero... de pronto algo la asustó, uno de ellos dejó de reír en cuanto notó que Merceline los observaba, ella apartó la mirada de inmediato asustada mirando al suelo, los dos tipos la observaban en silencio, cuando el metro se detuvo, no importaba nada ni en que lugar se encontraba, si el hombre de traje se bajaba en esta estación ella también lo haría, el hombre en traje se levantó de su asiento y Merceline hizo lo mismo, los otros dos por su parte se quedaron en su lugar sin apartar la vista de la chica, ella avanzó a la salida y en unos segundos que parecieron una eternidad vio a los dos tipos sentados en su lugar, mirándola con esos perversos y repugnantes ojos, las cosas se pusieron peores cuando uno le sonrió, ella avanzó deseando que no se levantaran, que la ignoraran... oh maldito sea el momento en que ella los vio... Merceline bajó del tren avanzando a las escaleras mientras el hombre de traje se metía en los baños, ella ahora estaba completamente sola
-señorita- dijo una voz que le heló la sangre y la hizo detenerse por un momento, se habían bajado tambien
-oh.... maldita sea- se dijo ella en voz baja y comenzó a caminar-
-oye chica! espera ven un momento- dijo otra voz que se notaba se acercaban, Merceline no volteó a ver, solo caminó mas rápido 
-nos vendría bien una compañía como la tuya, ven no seas tímida- Merceline aterrada entonces comenzó a correr por las escaleras hacía arriba
-atrapala!- gritó el otro tipo corriendo detrás de ella entre risas.

El fantasma de la opera (versión mejorada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora