Las yemas de mis dedos hacen trazos imaginarios sobre la piel de su espalda, con la espuma. Me deleito con lo suave y delicada que es. Mis dedos suben un poco más hasta su cuello y masajeo suavemente con libertad, porque su cabello está recogido con una cosa rara.
No sé cómo demonios sentirme al respecto de estar aquí: tomando un baño juntos, luego de haber follado en la sala. Olive definitivamente me saca de mis protocolos y todavía sigue sin agradarme del todo la idea. Sin embargo, no puedo negar que de verdad disfruto esto. Tengo algo más en mente justo ahora.
Es imposible no querer hacerle más, cuando la tengo completamente desnuda, asentada entre mis piernas. Con su piel mojada y totalmente expuesta para mí. Hago una mueca cuando siento la reacción en mi entrepierna y de inmediato su cuerpo se tensa.
Me mira sobre su hombro, conteniendo una sonrisa —¿Qué estás pensando, Elliot?
—¿Tú qué crees?— la veo con malicia y me reacomodo en mi lugar, de manera que estoy seguro que siente más mi erección en su trasero. Muerde su labio inferior, y me excito todavía más. —¿Vamos a repetir lo de la última vez?— pregunto, deslizando mis manos por sus brazos.
—No —responde, tajante.
Su respuesta me golpea y me siento confundido —¿Por qué no?
Se hace hacia atrás, hasta que su espalda queda recargada contra mi pecho y adopta una posición cómoda para ambos. Una posición que me hace sentir extraño. Como si hubiese demasiada confianza entre nosotros. Como si fuésemos..., algo.
—Porque necesito que hablemos —dice, al tiempo que sus manos juguetean con la espuma de la bañera.
Yo no quiero hablar. Quiero follarla de nuevo.
Ignoro su comentario y lentamente deslizo mis manos hasta acariciar sus costados y luego sigo un poco más al frente. Un pequeño gemido, casi imperceptible escapa de su garganta, pero justo cuando estoy deseoso por tocar sus pechos, sus manos detienen las mías al instante.
—No.
—Mierda, Olive. No juegues conmigo —reclamo algo molesto. Una pequeña risa se le escapa y me disgusta un poco más.
Gira su cabeza para verme, de manera que nuestros rostros quedan bastante cerca. Su mirada tan intensa y la sonrisa tan lasciva que se forma en sus labios, me provocan unas grandes ganas de besarla.
—¿Qué tiene de malo que juegue contigo?
—No debes hacerlo —digo con voz mandona.
—Tú no eres quién para decirme qué debo hacer y qué no.
—Soy tu jefe.
—Aquí no —dice, presumida. —Además, he aceptado ser tu amante, no tu sumisa, Elliot.
No sé por qué pero la palabra sumisa me calienta de inmediato. Mis manos bajan hasta su abdomen para hacerle caricias y acerco mi boca a su oído.
—Debo decir que me encantaría que lo fueras.
Su piel se eriza y por unos segundos parece afectada por mis palabras, pero se recompone de inmediato.
—Lo siento, pero voy a decepcionarte, querido Elliot. Porque me gusta ser quien domina.
Alzo una ceja —Ahora que has aceptado ser mi amante, quien sabe y cambies de opinión.
—No lo creo —responde con firmeza. —Así que si yo digo ahora que vamos a hablar, hablaremos y después —hace una pequeña mueca—, tal vez follemos.
—¿Tal vez?— pregunto disgusto. Ella se encoge de hombros, de manera desinteresada y regresa su vista al frente, para volver a jugar con la espuma. Suspiro. —¿Sobre qué quieres hablar, Olive?
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¿Cómo ser mi amante? (+18) [COMPLETA]
RomanceÉl es arrogante, ella también lo es. Él es astuto, ella lo es mucho más. Él cree que es un experto en el arte de la seducción, ella le desmostrará que es mejor. Dos polos completamente iguales. Totalmente dispuestos a desafiar las leyes, porque no...