Estoy tan nerviosa que ahora mismo no reconozco qué es sudor y qué agua. Trato de mantener la calma mientras Michael se lanza una vez más a la piscina, levantando un montón de olas que mojan mis piernas.
- ¡Michael!
Cuando sale a la superficie, está tan feliz que ignoro mis pantalones empapados y sonrío.
Hacía muchísimo tiempo que estaba esperando un momento como ese. Normalmente siempre estábamos acompañados por alguien del grupo, pero ahora no. Estamos él y yo solos, y yo estoy muy nerviosa.
Se acerca a mi lentamente y agarra mis tobillos para mantenerse en la superficie. Notar sus dedos en mi piel me tensa muchísimo, pero en un buen sentido. De hecho, casi tengo que obligarme a cerrar la boca para no sonreír.
- ¿Por qué estás tan nerviosa?
- No lo estoy -miento.
Sonríe con chulería y sube sus manos desde el tobillos hasta mis rodillos.
- Te conozco. Estás hecha un flan.
Le digo que no, que estoy perfecta, pero la risa nerviosa me delata. Él comienza a reírse, pero a mi no me hace ni pizca de gracia. Estoy tan avergonzada que no sé dónde meterme. ¿Hundirme en la piscina hasta que él se olvide de mí es una opción?
- Yo sé un truco para relajarte.
- ¿Cuál?
- Tienes que cerrar los ojos.
Los cierro, con el corazón a mil por hora.
No es mi culpa. Cualquier persona que conociera a Michael estaría igual de nerviosa que yo. Es el chico más maravilloso del mundo y llevo muchos meses enamorada de él. En secreto, eso sí.
Noto sus manos subir hasta mi cuello. Justo cuando voy a abrir mis ojos, Michael tapa mis ojos con una de sus manos.
- Cerrados, guapa.
Poco a poco, voy sintiendo su aliento contra mi cara. Contengo la respiración, roja como un tomate, cuando noto sus dedos acarician mis mejillas. Y cuando sus labio rozan los míos, exploto. Abro los ojos, con las palpitaciones en la lengua, y agarro su cuello antes de que se aleje.
- Ahora me toca a mi, Mike.