Madres y padres.

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Mitsuki tuvo una motocicleta en su tiempo en Estados Unidos —para ella era mejor que usar el transporte público, la salvaba de convertirse en asesina serial por cada pervertido que quiso tocar su trasero— pero antes de mudarse a Japón con Masaru la había vendido por un buen dinero. El castaño en aquel tiempo le pregunto varias veces si quería conservarla pero ella dijo que no, tenía buenos recuerdos en su motocicleta pero no un apego especial a ella.

Si lo tuviera, no la habría vendido.

Por eso, cuando entro el garaje para buscar una carpeta que había dejado olvidada en su auto y vio una motocicleta se impresionó por lo mucho que se parecía a la suya. Aunque después de frotarse los ojos —para ver que no estaba imaginando la motocicleta— noto que aparte de la pintura negra, la motocicleta era bastante distinta a la suya.

Mitsuki se pregunto si era un regalo de navidad que Masaru le tenía a Katsuki pero no creía que fuera el caso. Las llantas de la motocicleta parecían usadas y el asiento de cuero estaba desgastado. No podía ser algo que su esposo hubiera comprado para su hijo.

La rubia se acercó con curiosidad a examinar la motocicleta y una vez satisfecha, sin encontrar nada relevante en el misma, salió del garaje rumbo a la cocina donde el castaño estaba haciendo la cena.

— ¿El novio de Katsuki tiene moto, querido? —interrogó mientras se sentaba y comía una tostada junto con su café.

—Él no menciono nada sobre eso. Pero es menor que Katsuki, así que no lo creo —opto por responder Masaru siguiendo su lógica — ¿Por qué, amor?

La rubia meneo la cabeza y sus ojos agudos notaron que habían dos tazas en el fregadero de la cocina. La roja la reconoció como la de su hijo mientras que la blanca era la que usaban para sus invitados.

De inmediato, Mitsuki se puso de pie y Masaru le miró intrigado.

— ¿Querida? —pregunto dudoso por su comportamiento — ¿Ocurre algo?

Ay, se casó con un hombre despistado. Le parecía adorable pero aún así debería estar más atento a las cosas que había en la casa y las que aparecían en ella.

—Yo...voy a confirmar algo —titubeo sutilmente pero agrego al final —Masaru, haz otra taza de chocolate caliente. Por las dudas.

— ¿De acuerdo? —acepto el castaño mientras miraba a su esposa subir la escalera hacia el segundo piso de la casa.

Mitsuki subía las escaleras con relativa velocidad y cuando llego por fin a la puerta que correspondía a la habitación de su hijo abrió sin reparos para después prender la luz.

Lo primero que noto fue una extraña cabellera roja y blanca que estaba en la cama de su hijo. Por lo que podía distinguir en las sábanas eran un joven bastante alto y que estaba abrazando a su hijo por la cintura.

La rubia se acercó silenciosamente. Tenía deseos de tomar una fotografía. Jamás había visto tal expresión de paz y calma en el rostro de su hijo mientras dormía. Cómo si confiará plenamente en el otro joven que dormía a su lado.

Era realmente tierno.

Mitsuki soltó una risita y saco su celular poniendo una canción lo bastante alta que alertó a los jóvenes de su presencia pero que inesperadamente no despertó a la bebé.

Cuando los ojos rojos de Katsuki hicieron contacto con los suyo, apagó el celular y le regaló una sonrisa maliciosa.

—Bajen a desayunar —dictamino la rubia divertida —Tú y Shoto-kun —rió con disimuló cuando noto que al mencionado las mejillas se le ponían rojas —La próxima vez avisanos que tenemos un invitado en casa, Katsuki.

Amigos, en las buenas y en las malas [TodoBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora