Emiko tenía diez años. El cabello castaño le creció hasta casi la cintura y lo amarraba en trenzitas. Usaba vestidos lindos que le regalaban sus tías y tenía una gran biblioteca gracias a su padre y a la madre de su amigo.
Era una niña muy amorosa, atenta y dulce con sus familiares y amigos.
Pero si había algo que tenía era que era terca como mula.
—Papi...—hizo un puchero — ¡Por favor! ¡Puedo ir sola!
Bakugou Katsuki, su adorado papá, negó con la cabeza y tomo su mano. La menor vio con horror que sus mejillas estaban rojas y sus pies casi tropiezan cuando bajó el escalón de la entrada.
—No grites, Emiko. Me duele la cabeza —bufo el cenizo mientras abría la puerta.
—Por supuesto que te duele la cabeza, tienes fiebre. Debes quedarte en casa y dormir —demando la menor tirando de la mano de su papá para que volviera a entrar.
—No repitas los mismas palabras que tu padre —rodó los ojos —Niña, estoy perfectamente bien. Te llevaré a la escuela e iré a trabajar. Después iré a buscarte.
Emiko se rindió ante eso. Su padre ya había intentado en la mañana que su papá se quedará en cama y descansará pero igual que ella no lo había conseguido.
Se sentía mala hija por no poder cuidar bien de su papá. Él cuidaba muy bien de ella cuando estaba enferma. Le hacía sopas, le daba un remedio con gusto a frutilla y miraban películas en la cama hasta que al otro día estaba mejor para ir a la escuela.
— ¿En serio te sientes bien, papá? —le pregunto haciendo un puchero y bajando la cabeza.
El mayor dio un bufido y se agachó hasta la altura de su hija, tocando sus mejillas con cariño.
Por supuesto que no lo estaba. El mundo le daba vueltas y tenía ganas de vomitar como si fuera una mujer embarazada pero no podía decirle eso a su hija que le miraba con la misma preocupación que su marido.
Realmente no sabe cómo pero Emiko se parecía muchísimo a Shoto. No solo en sus ojos azules, sino también en su capacidad de mantener la calma y hacerlo pensar dos veces antes de hacer algo.
Lástima que aún le faltará más poder de convencimiento.
—Sí —tosió el cenizo —Andando.
Emiko hizo un puchero pero no volvió a insistir con el tema.
Bakugou había logrado montar un restaurante con veinte tres años, una gran hazaña que nadie a su edad podría haber logrado. Por supuesto, no fue fácil. Lo llevo a meterse en diferentes competencias culinarias para ganar reconocimiento, a ahorrar cada centavo que tenía y trabajar en muchísimo aspectos que lo dejaron cansado mentalmente.
Sin embargo, todo valía la pena. Se sentía realizado cada vez que entraba en su restaurante donde él era el chef principal y el dueño absoluto.
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Amigos, en las buenas y en las malas [TodoBaku]
Fiksi PenggemarCamie había dejado solo una nota y un paquete de pañales junto a el canasto. "Hablamos en las vacaciones de verano". Solo que para las vacaciones de verano faltaban tres meses y Bakugou Katsuki necesitaba respuestas inmediatas de porque había un beb...