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SeongHwa se había puesto en contacto con TaeHyung, pidiéndole que fuese un día con HongJoong y que le ayudase con los niños. Estaba casi seguro de que su novio no pediría ese favor. El hermano del castaño aceptó gustoso, y decidió llevarse a los seis a un día de campo para hacer un picnic. Fueron en la camioneta de HongJoong, llegando al área donde varias familias disfrutaban del bello clima con sus seres queridos. HongJoong y TaeHyung habían ido con sus padres cuando eran niños, y volaban cometas mientras competían a ver quién lograba elevarla más. Las victorias eran variadas.
El lugar ya estaba algo anaranjado y amarillento por el otoño, y el aire helado podía ser evitado con una chamarra. Esa era una de las razones por las que los cinco niños tenían unas chamarras negras que les hacían parecer bolsas de basura. O eso había dicho su tío al verles.
Escogieron un buen lugar, colocando una manta azul, con círculos verdes. Dejaron las mochilas con los recipientes llenos de comida, y se sentaron viendo a los niños y perro disfrutar de la naturaleza. Se encontraban maravillados con cualquier cosa que vieran, incluso el perro, quien ladraba mientras jugaba con los niños. En momentos se alejaba un poco, oliendo el rastro de una ardilla que ya debería estar muy lejos.
JongHo estaba sentando en el césped, arrancando las hierbas secas para arrojarlas a Puchi cuando pasara de cerca, o a sus hermanos.
A unos pasos de él, WooYoung jugaba con su amado set de muñecos que llevaba prácticamente a todas partes, ahora imaginaba que sus juguetes estaban en una granja, y algunos se convirtieron en animales por lo que el pequeño hacia los ruidos de estos con la boca. Yeosang estaba dormido en brazos de su padre, prácticamente desde que bajaron del vehículo le pidió que le cargara y ya no se despegó de él. Soltaba ligeros ruidos, y en ocasiones se movía para buscar una mejor posición para dormir. HongJoong le hubiese despertado de no ser por que a esa hora le tocaba su siesta, y por que se desveló viendo películas. Debería regañarlo, pero no quería.
El par de niños restantes eran quienes más alejados estaban de su tío y mami. MinGi y San se habían aventurado en una peligrosísima misión, como dijo el menor, en busca del tesoro que escondió el monstruo que vivía bajo la cama del apodado Gigi. Estaban cerca de un área con el césped tan alto que les llegaba a medio cuerpo, por lo que no se atrevían a entrar, solo se quedaban al principio de este.
—¿Seguro que está ahí?
—Sí.— San asintió completamente seguro.— Shiber me lo dijo.
—Ni siquiera vino Shiber.— MinGi volteó a la mano del castaño, solo para confirmar que el peluche no colgaba de esta.
—No, pero me lo dijo cuando veníamos.— El mayor decidió creerle, por lo que nervioso volvió a mirar a la maleza.
—¿Tenemos que entrar?
—Hay que investigar.— Y se hincó en el suelo, usando ambas manos para intentar ver a través del césped.
HongJoong les vio en el momento en el que MinGi se acercó dudoso al lado de San, y también usó sus manos para moverlos. Quiso gritarles que tuviesen cuidado con las arañas o insectos que pudiesen picarles, pero la voz de TaeHyung no se lo permitió.— ¡Puchi!, ¡Ven aquí!— El cachorro, que ya se estaba alejando demasiado, giró su cabeza y una vez confirmo que se trataba de su dueño, se volteó y continuó alejándose de ellos.— Maldito perro.
