31 - De nuevo en casa

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•Alex•

Los nervios se instalan en mi estómago justo al lado de mi ansiedad dándome una revolución de sentimientos que me llevan a la desesperación a penas aguardo con mi equipaje en el aeropuerto.

*Polly: -Tranquila, Alex...- Se ríe palmeando mi hombro. -Ya estás a minutos de verlas.-

*Alex: -¿Me veo bien?- Acomodo mi cabello mientras avanzamos hasta el auto.

*Polly: -Tranquílizate, eres hermosa. Y Piper está loca por tí incluso cuando estás en pijama.- Ella me sonríe con amabilidad. -Estás perfecta.-

*Alex: -Quiero lucir bien para ellas...-

*Polly: -Relájate, estarás bien.-

El auto nos lleva internándose en el tráfico de la ciudad. Nueva York es bastante distinto a Londres, y aunque la mayor parte de mi vida la he pasado aquí, justo ahora no sé decir si prefiero este sitio o el que ahora es mi hogar.
La luz de la mañana va internándose por las ventanas del auto, aunque a decir verdad, parece que amenaza con llover y las nubes se encargan de oscurecer la ciudad.
El jet lag me jode haciendo que mi cabeza lata de forma escandalosa, pero no voy a permitir que ni siquiera eso me quite mi momento.

Reviso el reloj y son las doce del medio día con unos minutos de más, por lo que seguramente Piper debe estar a punto de salir a su descanso, así que justamente estaré a tiempo para sorprenderla y quedarme con Ali mientras ella termina la asesoría.
El auto estaciona frente al campus y mis manos retuercen las solapas de mi chaqueta que comienza a arrugarse.
Me despido de Polly y Pete que están tan muertos de cansancio como para querer quedarse a saludar, y me encamino por la acera rumbo a la entrada del edificio principal.
La recepcionista me recibe con especial emoción que aprovecho para dejarle mi equipaje y no tener que arrastrarlo conmigo por toda la universidad.

Los pasillos parece que gritan mi ausencia, pero por alguna extraña razón la universidad está cargada de un aura especial que no se deja opacar con nada, ni siquiera con el extraño clima que las nubes arrastran dejando una oleada de frescor que cala casi hasta los huesos.
Si yo fuera Piper, ¿dónde estaría? Me pregunto mientras instintivamente avanzo hacia la cafetería, donde el rastro de aroma a café y almuerzos hace pegajosa la bruma y revuelve mi estómago jodido también por el viaje y el jet lag.
Paseo mis ojos ansiosos por todo el sitio, pero ella no está, así que, seguramente debió salir a los jardines a distraer un poco a Ali, o puede ser que se haya encerrado en la sala de maestros para amamantarla fuera de miradas curiosas que todavía la incomodan.
Avanzo hacia la puerta de cristal que da hacia los jardines traseros y su cabellera rubia capta mi atención de inmediato aunque está a espaldas de mí, y una sonrisa que es todavía toda encías me anuncia sin hacer que nadie voltee.

Avanzo hacia la puerta de cristal que da hacia los jardines traseros y su cabellera rubia capta mi atención de inmediato aunque está a espaldas de mí, y una sonrisa que es todavía toda encías me anuncia sin hacer que nadie voltee

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