2 - Inevitable

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•Piper•

En días como hoy en los que la mierda me sobrepasa, ni siquiera tengo ánimos de actuar de forma razonable.
Sé bien lo que Polly me aconsejó hace un par de semanas sobre no joder a Alex con mis indecisiones, pero me he resistido bastante y ella siempre solía ser mi paz.
Me siento en la cama recargada en la cabecera y con la laptop en las piernas, mientras limpio mis ojos de las lágrimas que no han dejado de salir desde esta mañana.

Es sábado, y como la mayoría de los fines de semana no tengo nada que hacer, así que solamente abro la computadora e ingreso a internet.
Voy a su perfil y me deslizo entre las publicaciones e imágenes que ella ha compartido.
A pesar de que he visto algunas cuando las comparten recién, jamás me atrevo a tener interacción con nada, pero puedo leer los comentarios que principalmente son de Nicky, Lorna o Zelda.
Y esta última aparece un montón de veces en sus fotos, sobre todo porque es ella quien las publica y etiqueta a Alex.
Sé por boca de Polly que ha escrito el libro que tanto anhelaba y que está en proceso de publicación, además de que hay publicaciones en su perfil al respecto, así como también de que es una increíble maestra muy reconocida que incluso ahora es catedrático de maestrías y diplomados.
Es una mujer importante para el resto de Londres, aunque apuesto que para mí es todavía mucho más importante y estoy segura de que todas esas dificultades económicas que solía tener se han disipado, aunque no es algo que a mí me importe mucho, sé que ella debe sentirse bien por ello.
Y ahora parece que la moneda se ha invertido, pues quién no tiene más posibilidades económicas ahora soy yo desde que me he independizado.
Ya no puedo comprar o gastar de más, pues no tengo la tarjeta de crédito que papá me había dado, y tampoco tengo el tanque de gasolina siempre lleno.
La vida adulta es difícil, más de lo que las personas quieren admitir.

Presiono el ícono de mensaje y el chat se abre en la pantalla de mi laptop, indicándome que ella no está en línea.
Seguramente es una situación por la que todos hemos pasado alguna vez, esos nervios mientras comienzo a teclear, y el montón de recuerdos revoloteando en mi cabeza, así como las advertencias de Polly, pero mis dedos no paran desde que comienzo a teclear una tras otra palabra que se atropella en mi mente.

Mi dedo tiembla decidiendo si puedo enviarlo o no.
Tomo una honda bocanada de aire, cierro los ojos y presiono la tecla Enter que automáticamente hace aparecer el mensaje como enviado, y aunque ella no está en línea en algún momento deberá verlo, y entonces espero que me permita ir a visitarla, o al menos me responda.
Dejo la laptop a un lado y tomo mi celular para leer nuevamente el mensaje que acabo de enviarle, sintiéndome patética y a la vez culpable por estar contactándola así.
Pero es verdad que me gustaría mucho saber de ella, verla o escucharla otra vez al menos. Y ya sé lo que debes estar pensando, que ni siquiera eso me merezco y lo sé, pero aún así eso no hace que disminuyan mis ganas de saber de ella.
No sé qué tan desesperada haya sonado en el mensaje, pero conforme lo leo, siento que he exagerado mucho.

No sé qué tan desesperada haya sonado en el mensaje, pero conforme lo leo, siento que he exagerado mucho

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