Capítulo 4

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—No, no, no —negó Sarah pálida mente —¡no!, tu no puedes estar embarazada menos ahora.

—Te espero —sollozó y colgó. Agachó la cabeza mientras abrazaba sus piernas dejando caer su cabello sobre sus pies descalzos.

En un rato llegó Sarah apurada tocó con desesperación. Celia con dificultad se paró y abrió, Sarah la observó horrorizada que solamente la abrazó con todas sus fuerzas.

—Dios te vez terrible, Celi...—susurró y se alejó, serró detrás de ella y de adentraron a la habitación.

—Nunca he tenido tanto miedo en toda mi vida —sollozó Celia.

—No tengas miedo, venga él que esté cansado y yo OS haré descansar —dijo Sarah segura.

—Pero yo me lo busqué, lo haré —le extendió su mano a su amiga quien depositó en la palma de su mano él test.

Entró al baño y obedeció las instrucciones, salió del baño y se sentó sobre su cama con el test en mano. Una inmensa rabia la inundó, arrojó él test contra la pared y se pegó a ella con él ante brazo hacia arriba mientras lloraba.

—¿¡Porqué!?, se supone que me tomé la píldora —sollozó.

—Es posible, no es nada de otro mundo, tranquila —Sarah temerosa intentó tocar el hombro de su amiga.

—¡Eso no ayuda!, ¡me lo merezco por estúpida!—giró y de deslizó en el suelo abrazándose a si misma.

Sarah la miró sin saber que decir, le dolía mucho ver a su amiga así pero sobre todo sin poder ayudarla. Se sentó a su lado y la abrazó —Lo siento.

—Quiero que quede entre nosotras —Celia alzó la cabeza y miró a su amiga con sus ojos rojos e hinchados.

—No tienes que pedirlo, si pasó es porque así lo quiso Dios deja que él haga lo que tenga que hacer —Sarah trató de alentarla, era lo único que podía hacer.

—No remedia el hecho de que haya pecado.

—Pero lo reconoces y sabes que Dios es un Dios bondadoso y piadoso sólo confía.

—Santiago —susurró Celia entre cortada —, no quiero nada más con él pero es el padre y tiene derecho.

—Un paso a la vez, cuando estés lista —Sarah le sonrió.

—Te juro que quisiera morirme ahora mismo —Celia se paró con dificultad tratando de llegar a su cama pero se mareó.

—¡Celia!—gritó Sarah y corrió a sostenerla para que no cayera desmayada. —, Celia mirame, no te desmayes, recuerda que ahora debes proteger a ese bebé y eso es cuidándote.

—Mjm —asintió Celia — necesito un poco de alcohol —suplicó mareada. Se acostó y su amiga buscó él alcohol para poder esfumar él mareo.

—Quédate conmigo, por favor —pidió Celia entre cortada. Le costaba creer que estaba embarazada, saber eso la hacia sentir haber firmando su sentencia de muerte.

~•~

Sus manos temblaban del nervio, sus pasos eran sumamente lentos ya que no quería llegar pero debía hacerlo.

Entró silenciosamente y dejó de sentir sus pies al verlo sentado en su escritorio. - Hola - se paró frente a él y disputó - estoy embarazada.

- ¿¡Qué!?, ¿cómo que estás embarazada?

- Yo....yo...

Las palabras se atoraban en su garganta y fue tanta la presión que terminó desmayada.

Un pecado que pagar  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora